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Valle entre viñedos y termas

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Chile

VIAJES

En Chile, muy próximo al paso Los Libertadores, el Valle Aconcagua, que deslumbró a Darwin, crece con novedosas y originales propuestas gastronómicas.

Por el valle fértil a 90 km al norte de Santiago han pasado los incas, las tropas de San Martín, Darwin?y todos los argentinos que cruzan a Chile desde Mendoza por el Túnel Cristo Redentor.

Su cercanía con la capital chilena promovió que muchos santiaguinos se mudaran a algunas de las pequeñas ciudades y pueblos campestres de esta parte de Valparaíso, con autopistas panorámicas que permiten llegar a Santiago en una hora. Este fenómeno migratorio coincidió con un brote de nuevos emprendimientos que pusieron en valor lo más tradicional y autóctono del valle del Aconcagua.

El hotel y spa Termas de Jahuel tiene más de cien años. El primer relato de viaje publicado sobre la belleza del lugar lo hizo Charles Darwin, en el tomo tres de su libro Mi viaje alrededor del mundo, después de pasar cinco días en los baños de Jahuel, como se llamaban por ese entonces, en 1834. Hay una placa de homenaje frente al jacuzzi y una sala de estar con una gran chimenea que lleva su nombre.

spa Valle Aconcagua
Termas del Jahuel.

El agua del Jahuel emerge directamente de tres fuentes termales naturales y, según el grupo de geólogos que hizo un estudio para conocer su origen, son aguas de hielos que llevan 4.000 años bajo tierra. “Es más fría que las aguas termales volcánicas del sur, pero tiene más propiedades minerales y curativas”, asegura Rolando Romero, gerente del hotel. Lo cierto es que un solo día de inmersión en una de las cálidas piscinas es capaz de eliminar un persistente dolor de articulación, de abrillantar el pelo e hidratar la piel, asegura quien escribe.

Embotellada por sus dueños, la familia Barros, el agua mineral Jahuel es premiada en Chile. Además elaboran una cerveza artesanal rubia deliciosa con propiedades termales; aceite de oliva y aceto, que se pueden probar para acompañar los platos del chef chileno Fernando González.

A las inmensas montañas que nombra Darwin se puede llegar caminando o a caballo, en compañía de don Manuel Aguirre, oriundo de este valle, quien narra historias sobre el quintral, un parásito medicinal con forma de flor roja que adorna los espinillos a la vez que se alimenta de ellos; o los quillayes sobre una roca gigante con forma de tortuga y parecen ser más antiguos que los olivos de 400 años que abundan en esas 550 hectáreas que conforman el Jahuel.

Espíritu andino

El catalán Xavier Gil de Castro y su esposa andina Gabriela Ordoñez se conocieron en Girona, cuando ella fue a hacer su práctica de cocina al hotel donde él trabajaba de chef. Se mudaron a Chile, tuvieron un restaurante catalán en Santiago por seis años, hasta que decidieron jugársela por lo que soñaban: cocinar en contacto con la tierra. Vendieron todo, se establecieron en el valle natal de Gabriela y en julio de 2018 abrieron, en la ciudad de Los Andes, 5ta Cordillera, un restaurante que colecta los ingredientes locales estacionales más ricos y tradicionales y los prepara y hace lucir de una manera completamente distinta.

Las croquetas de pollo, suaves y cremosas, vienen con una lámina de punta picana —corte de carne chileno— que es curada artesanalmente por ellos y sabe igual que el jamón serrano. El asado de tira es cocinado durante 36 horas y lo acompañan arroz con hongos de la zona; y los postres, divertidos y sorprendentes, tienen nombres como “el limón que quería ser pie de limón”. En pandemia inventaron clases de cocina online; crearon el programa social Comida Para Todos, con el cual repartían 450 comidas cada semana para las ollas comunes. En eso estaban cuando desde Londres les llegó un mail que anunciaba que habían ganado el premio El Espíritu de América Latina de los 50 mejores restaurantes del mundo 2020.

San Esteban

“Las uvas tintas son las que mejor se dan en el valle del Aconcagua: el Cabernet Sauvignon, el Carmenere y, principalmente, el Syrah”, explica Gladys Covarrubias, mientras señala las plantaciones de la Viña San Esteban, a los pies de la Cordillera. Ella es Sanestebina, un pueblo de casas bajas, y creció rodeada de viñedos; después de vivir varios años en Londres y Brasil, volvió a sus raíces y está a cargo de los tours de esta viña familiar. Fundada por José Vicente en 1974, la viña produjo uva de mesa durante 20 años. En los 90, junto con su hijo Horacio Vicente, que estudió enología en la Universidad de Bordeaux, decidieron renovar los viñedos y elaborar vinos de alta calidad. Hoy, el 98% de la línea de vinos In Situ se exporta a más de 20 países y acumula numerosos premios internacionales.

La viña también está a cargo del Parque Arqueológico Paidahuén, que se inauguró en 2013 y es el primer Monumento Arqueológico de la región. Tiene más de 500 dibujos —petroglifos— grabados en las rocas que representan las costumbres de las culturas Aconcagua e Incaica, y se puede recorrer por senderos y miradores con vistas únicas del valle.

Frente a la entrada de la viña, en una casa de adobe, la diseñadora de vestuario y artista, Valentina Rosende, inauguró este año su tienda-espacio de arte y café: Diagonal. La casona, de 1820, pertenecía al Fundo San Pablo, y “era usada para almacenaje de lácteos, carnes, trigo, y abastecía a todo el sector del Cariño Botado”, cuenta Valentina, que restauró la casa de la esquina, donde ahora tiene una barra para sentarse a tomar un expreso, prendas únicas diseñadas por ella y otros artistas de la zona, plantas y pinturas de diversas técnicas.

Cariño botado

Por calles angostas de curvas abruptas, cercadas por casas y muros de adobe, plantaciones de nogales y naranjos, se llega al sector del Cariño Botado, donde está la bodega Briones. Detrás del clásico caserón de época hay paltos, nogales, árboles de caqui y parrales. Allí producen desde hace más de un siglo, en tinajas de greda y vasijas de madera, chicha y vino añejo; y unas mermeladas formidables.

El nombre Cariño Botado tiene sus motivos. Según la leyenda, cuando el poblado supo que la tropa de San Martín que iba liderada por Las Heras se acercaba a esos pagos después del cruce de la cordillera, en 1817, montaron un banquete espectacular para esperarlos, pero por algún motivo, la tropa desvió el rumbo y los pobladores quedaron con el “cariño” —los preparativos—, “botado” —tirado—. Para compensar la desilusión, la columna a pie chileno-argentina que recreó el Bicentenario del Cruce de los Andes llegó al pueblo, donde fue recibida con cariño y sin rencor. Para celebrar esta deuda pagada, quien visite la zona puede ir a El Chaski, el restaurante más ondero de San Esteban y comer una hamburguesa con papas rústicas, de carne o vegetariana, acompañada de cerveza artesanal fabricada por sus dueños.

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