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Urgente: ¡viven!

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Los sobrevivientes celebran la llegada de los rescatistas chilenos. (Fotos: Archivo El País)

La tragedia de los Andes,una de las grandes historias del siglo XX, primero fue una noticia. Y marcó a los periodistas que la cubrieron.

"Vengo de un avión que cayó en las montañas". La nota que Fernando Parrado le arrojó al arriero chileno a través de un río era la diferencia entre la vida y la muerte para 16 jóvenes uruguayos en los Andes. "Santiago, urgente. Afirman que aparecieron dos sobrevivientes del avión uruguayo", era un cable que para los periodistas podía significar la noticia del año —de muchos años—, o bien otra falsa alerta, de varias que se registraron desde que el avión Fairchild F-227 de la Fuerza Aérea se perdiera en la cordillera el 13 de octubre de 1972.

En los 44 años posteriores, la tragedia (o el milagro) de los Andes se contó muchas veces, en libros, películas, entrevistas o conferencias. Pero hubo un primer relato, el que el periodismo de la época fue brindando durante tres meses dramáticos. El impacto de la desaparición de la aeronave, la búsqueda infructuosa, la esperanza que se iba desvaneciendo salvo en los corazones de los familiares, hasta el anuncio de la aparición de Canessa y Parrado, después de otros 14 viajeros, el asombro del mundo y finalmente, el regreso al país para empezar a contar esa historia. Este es el repaso de aquella cobertura. Y también un homenaje para los colegas que vibraron y se emocionaron con la información, aun con medios técnicos muy distantes de los actuales.

Alerta.

Una campanilla, apenas una campanilla, dio el primer anuncio el jueves 21 de diciembre de 1972. En aquellos tiempos sin Internet, celulares ni redes sociales, cuando una llamada internacional debía solicitarse al operador de UTE (ni siquiera existía Antel) y la demora podía extenderse a varias horas, los periodistas recurrieron a radioaficionados, que los conectaban con colegas en Chile detrás de lo poco que se sabía del avión perdido luego del 13 de octubre.

La otra conexión con el mundo eran las teletipos. Ubicadas en un rincón estratégico de las redacciones de diarios y radios, recibían los despachos de las agencias informativas y los imprimían a toda velocidad en largos rollos de papel. Y tenían una campanilla, cuyo repiqueteo alertaba cuando llegaba una noticia importante.

El diario El Día publicó que la primera versión la dio la agencia Latin (hoy desaparecida) a las 18.55 de aquel jueves. "Las teletipos empezaron a hacer sonar sus campanillas como enloquecidas. ¡Habían aparecido! Y después comenzaron a sonar todos los teléfonos de la redacción: la gente había escuchado la noticia por la radio y quería saber más", cuenta José Daglio, entonces jefe de información internacional en El Día.

"La primicia la dio radio Minería de Chile y enseguida lo consignaron las agencias. Aquí se recibió con sorpresa y dudas, porque las noticias fueron inicialmente muy fragmentarias. Finalmente se comenzaron a conocer los detalles, empezando por la aparición de Canessa y Parrado y el papel del arriero Sergio Catalán", recuerda Daniel Gianelli, entonces en EFE y El País.

En los medios de prensa uruguayos se inició un febril doble operativo: por un lado, tratar de confirmar la aparición de los jóvenes, y al mismo tiempo, disponer el envío de periodistas a Chile.

A las cuatro de la mañana del viernes 22, desde la redacción de El País consiguieron hablar con el embajador uruguayo en Chile, César Charlone Ortega. El diplomático confirmó que dos de los viajeros ya estaban a salvo, y dio los nombres: Roberto Canessa y Fernando Parrado. Y agregó que otros 14 estaban todavía en la montaña. Un rato después, el diario estaba en la calle con esa información. Otros medios dieron cuenta de que había 16 sobrevivientes, pero sin identificarlos todavía.

Al aire.

Tomás Friedmann tenía 22 años en 1972 y era subjefe de informativos de radio Carve. Como tenía buena relación personal con el artista Carlos Páez Vilaró, dos o tres veces por semana lo llamaba para saber cómo seguía la obstinada búsqueda de su hijo Carlitos, uno de los viajeros.

"Él siempre estuvo convencido de que su hijo estaba vivo. Incluso se conectó con dos videntes que le dijeron eso. Viajó muchas veces a Chile. Y nosotros estábamos en contacto", cuenta.

El día que se supo que había sobrevivientes, Páez estaba en Chile. Friedmann lo llamó al hotel y el artista le dijo que se iba al aeropuerto de Santiago y que volviera a llamarlo en una hora. Para el periodista comenzó la intrincada tarea de rastrearlo. Finalmente lo ubicó en la torre de control. Allí atendió la llamada un oficial de la Fuerza Aérea chilena y Páez pidió que se la pasara.

"Todo salía al aire. Se escuchó el ruido de una teletipo. Estaban pasando la lista de sobrevivientes. Un coronel no quería que se difundiera por radio, pero Páez insistió y empezó a leer la lista, sin saber que su hijo estaba allí. Leyó cada nombre dos veces y cuando llegó a Carlos, agregó con voz emocionada: 'Mi hijo'. Al final cortó, no aguantó más", recuerda Friedmann.

"Enseguida anuncié que por Carve, Uruguay y el mundo habían conocido la lista de sobrevivientes. Me ayudó la relación con Carlos y también la suerte. Luego repetimos la grabación cinco veces. Nos empezó a llamar el mundo entero. Hice un copete y pasamos la cinta a 68 radios de todo el planeta en los días posteriores", agrega.

Los casi cien empleados que tenía entonces Carve se habían congregado en silencio en el patio central de la emisora para escuchar el diálogo. "Mientras hablábamos, me temblaba la mano, no podía sostener el teléfono. No podía creer lo que estaba pasando. Rogaba que no se cortara la llamada, que era algo que pasaba mucho entonces", evoca.

Primeros relatos.

José Traibel, hoy fallecido, fue el enviado de El País a Chile. Además de la profusa información sobre el rescate, la salud de los sobrevivientes y sus planes para regresar a Montevideo, logró entrevistar a varios de ellos. Canessa, Antonio Vizintin, Roy Harley repasaron con bastante detalle la odisea vivida, antes de que el grupo decidiera guardar silencio y contar todo cuando volvieran a su país.

"Infinidad de veces me visitó la muerte, otras la esperé, pero la voluntad de Dios hizo el milagro", afirmó Canessa. Vizintin aseguró que se había salvado "de milagro", porque viajaba en la parte trasera del avión, que se separó del fuselaje durante el accidente, pero en la escala en Mendoza se cambió a un asiento en el medio. Harley, en tanto, relató la complicada expedición a la cola del aparato buscando provisiones.

Una de las preguntas que Traibel formuló a Canessa fue directa: "¿Qué comieron?". La respuesta fue la que manejaron hasta llegar a Montevideo: al principio chocolates y otras cosas que llevaban en el equipaje, después hierbas que crecían bajo la nieve, raíces y frutos de arbustos.

Primos.

"Siempre creí que había sobrevivientes en la cordillera, por lo que cuando llegó la noticia volamos de inmediato a Santiago y luego a San Fernando, donde estaban en una clínica. Fue una de las coberturas más emocionantes de mi vida", cuenta Víctor Hugo Pedroso, enviado por Telenoche 4 junto al camarógrafo Mario Fonticiella.

Llevaron una cámara Auricon, que registraba imágenes y sonido en películas de 16 milímetros. Tras el trabajo del día, enviaban la película a Montevideo en avión (está claro que no existían entonces cámaras de video ni enlaces satelitales).

"En San Fernando nos hicimos pasar por primos de Parrado y conseguimos entrar al hospital. Después, el director descubrió que teníamos una cámara y muy gentilmente nos conminó a retirarnos, pero ya teníamos la información que buscábamos. Después hicimos el copete parados frente al hospital", cuenta Pedroso.

La conferencia.

El Diario de la noche tituló aquellos días con cuerpo 99, el mayor que existía, conocido en la jerga como "catástrofe". Antonio Mercader trabajó en esa cobertura. Y luego le tocó otra tarea.

"Yo tenía vínculos con egresados de los Christian Brothers, y como sabían que era periodista, comenzaron a consultarme sobre los pasos a dar para informar sobre el tema. Hubo una reunión en mi casa, se habló con Santiago y todos convinimos en que las declaraciones se iban a hacer en Montevideo", señala. Algunos medios chilenos ya habían titulado con la antropofagia, pero en Uruguay la prensa manejó el tema con prudencia.

El 28 de diciembre, los sobrevivientes llegaron al Aeropuerto de Carrasco y desde allí fueron directo al gimnasio del colegio Stella Maris, donde por fin hablarían. "Fue la conferencia de prensa más grande que se había hecho nunca en Uruguay y creo que no fue superada. Ni siquiera con la reunión de presidentes americanos de 1967, en Punta del Este, cuando vino Lyndon Johnson, hubo tantos periodistas. Instalaron aparatos que nunca habíamos visto, como antenas satelitales. Y uno de los pedidos que nos hacían era que ubicáramos a Uruguay en el mapa. Para muchos medios era la primera vez que publicaban algo sobre Uruguay", explica.

La decisión fue que los sobrevivientes hablaran con una voz unificada, por eso se resolvió no contestar preguntas y se puso distancia entre el escenario y la zona de los periodistas. "Sabíamos que había representantes de medios sensacionalistas extranjeros y no queríamos que hicieran entrar en detalles a los muchachos con sus preguntas. Además, en el gimnasio había familiares de los fallecidos en los Andes. Era un momento muy delicado", agrega.

"Lo que dijeron fue iniciativa de ellos. Usaron una imagen muy afortunada, con una metáfora de la Comunión cristiana. Eran casi todos católicos y sentían lo que decían", señala Mercader, quien asegura que se logró evitar el escándalo.

También llegaron representantes de editoriales internacionales interesadas en publicar la historia. Mercader colaboró en esa selección y luego asesoró al escritor elegido, el británico Piers Paul Read, joven y católico. Hizo el contacto con el grupo y también situó a Read en la realidad uruguaya.

El periodista confiesa "cierta decepción" por el resultado. "El libro está bien pero no destaca el papel de la educación, la cultura y el carácter de los uruguayos como elementos que contribuyeron a que sobrevivieran, al punto que la historia puede ser la peripecia de gente de cualquier país. Y no fue así, ellos son uruguayos", asegura.

De la noticia al libro y al cine.

Desde ¡Viven!, del escritor británico Piers Paul Read (1974), se han publicado alrededor de 15 libros sobre los episodios de la cordillera, muchos traducidos a varios idiomas. Algunas de esas obras fueron firmadas por sobrevivientes (Milagro en los Andes, de Fernando Parrado, Tenía que sobrevivir, de Roberto Canessa, Después del día diez, de Carlos Páez); otras fueron de escritores autorizados, como La sociedad de la nieve, de Pablo Vierci, y hubo también versiones "no oficiales", incluso apócrifas y de tono sensacionalista. ¡Viven! llegó al cine en 1993 a través de Disney y Paramount (foto), aunque ya en 1976 se había rodado en México un film titulado Supervivientes de los Andes, sin los derechos correspondientes y con todos los nombres cambiados. También son numerosos los documentales, entre los que se destaca La sociedad de la nieve (2007).

Las noticias llegaban a la montaña.

El 14 de octubre de 1972, los diarios publicaron grandes títulos y varias páginas sobre la desaparición del Fairchild. La información que llegaba de Chile se complementaba con el detalle de la lista de pasajeros, entrevistas a los familiares e incluso a dos viajeros que se salvaron porque perdieron el vuelo. Lo mismo ocurrió los días siguientes. Sin embargo, poco a poco la falta de noticias hizo que el tema fuera desapareciendo de los medios. Solamente pasaron a consignarse en breve espacio los viajes que siguió haciendo Carlos Páez Vilaró buscando a su hijo, las afirmaciones de un vidente sobre que había sobrevivientes o la reanudación de los vuelos de búsqueda, a principios de diciembre con un C47 de la Fuerza Aérea Uruguaya. Desde los restos del avión, allá en la cordillera, los sobrevivientes estaban enterados de todo eso, porque sintonizaban radios uruguayas. Así supieron que Canessa y Parrado habían llegado a la civilización y estaba en marcha el rescate.

TESTIMONIO.

Historia de tres imágenes.

"Me acuerdo como si fuera hoy, aunque yo era muy chico. Papá llegó a casa corriendo, avisando que tenía que cambiarse para irse enseguida a Chile porque había caído un avión". Para Guillermo, hijo de Antonio Coco Caruso, el jefe de fotografía del diario El Día, ya fallecido, ese fue el comienzo de la historia. Coco permaneció un par de días en Santiago, incluso estuvo en un avión durante uno de los infructuosos vuelos de búsqueda del Fairchild, pero como no hubo más noticias, regresó a Montevideo.

Guillermo recuerda que su padre contaba que coincidió en el viaje con Carlos Páez Vilaró. Y entre ambos se generó este diálogo:

Coco, vos siempre me venís a sacar fotos con mis cuadros, el Carnaval o mis locuras. Ahora estoy yendo a Chile para buscar a Carlitos.

—Quedate tranquilo Carlos, que te voy a sacar una foto con él cuando lo encuentres.

En diciembre, cuando aparecieron Canessa y Parrado, Antonio volvió a viajar a Santiago. Y obtuvo una primicia para Uruguay: la foto de los sobrevivientes junto al fuselaje del Fairchild, saludando a los rescatistas (quienes registraron la escena). La imagen fue tapa del diario y se convirtió en un ícono. También es la tapa de esta Revista Domingo.

"Papá llevó su máquina para transmitir telefotos. Era una caja con un aparato que permitía pasar imágenes a través del teléfono. Claro que si se cortaba la llamada se perdía todo. Y justo ese día hubo huelga en UTE. Entonces, como él también trabajaba para la agencia UPI, mandó la foto para Nueva York y desde allí la agencia la envió en su servicio para El Día", relata Guillermo.

"Mi padre contaba también que fue muy complicado trabajar en Chile esos días. La situación política estaba muy enrarecida. Había toque de queda y no se podía circular de noche", agrega.

El día que llegó la lista de sobrevivientes, que Páez Vilaró leyó al aire por radio Carve, Caruso también estaba allí. "Llegó a la torre, abrió la puerta y lo vio hablando por teléfono. Estaba bastante oscuro, pero no quiso meter flash. Por eso sacó una foto de mala calidad por supuesto, pero que es un documento. Y después pudo registrar la escena del reencuentro de Páez con su hijo", cuenta Guillermo.

El vuelo de regreso: de la tensión inicial a cantar el Himno.

El regreso de los sobrevivientes de los Andes a Montevideo comenzó bajo tensión y terminó con lágrimas y el Himno Nacional cantado a todo pulmón. La primera idea de los jóvenes era viajar en tren, ya que no querían volver a volar, pero las ganas de ver a familiares y amigos los hizo cambiar de idea. Así, el 28 de diciembre todos, salvo Parrado, Algorta y Harley, que permanecieron en Chile unos días más, abordaron un jet de Lan con destino a Montevideo. Con ellos viajó José Traibel, el periodista de El País, que publicó al día siguiente la crónica de ese singular vuelo. Empezó con una despedida musical a cargo de conjuntos folclóricos chilenos y siguió con una situación risueña, porque Antonio Vizintin se quedó charlando en el aeropuerto y casi perdió el avión. Hubo otro momento de nerviosismo, porque como en Mendoza había niebla y viento, el piloto decidió virar hacia el sur, por la ruta Curicó-Cerro Planchón, la misma del trágico vuelo de ida, por lo cual sobrevolaron el sitio del accidente. Después, la travesía fue plácida y los sobrevivientes charlaron hasta que, con los ojos inundados de lágrimas, por las ventanillas avizoraron Montevideo.

Los sobrevivientes celebran la llegada de los rescatistas chilenos. (Fotos: Archivo El País)
Los sobrevivientes celebran la llegada de los rescatistas chilenos. (Fotos: Archivo El País)
Parrado y Canessa junto al arriero chileno Sergio Catalán.
Parrado y Canessa junto al arriero chileno Sergio Catalán.
Carlos Páez Vilaró lee a radio Carve la lista de sobrevivientes, en foto de Antonio Caruso.
Carlos Páez Vilaró lee a radio Carve la lista de sobrevivientes, en foto de Antonio Caruso.
Los sobrevivientes saludan al término de la conferencia de prensa en el colegio Stella Maris.
Los sobrevivientes saludan al término de la conferencia de prensa en el colegio Stella Maris.
A 40 años de la tragedia, en 2012, el presidente chileno Sebastián Piñera recibió a un grupo de sobrevivientes y al arriero Catalán.
A 40 años de la tragedia, en 2012, el presidente chileno Sebastián Piñera recibió a un grupo de sobrevivientes y al arriero Catalán.

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