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“Trato de no traicionar con mis libros, pero la gente igual se molesta”

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Isabel Allende

ISABEL ALLENDE

Una charla con la autora de La casa de los espíritus, Paula y Eva Luna, que El País reedita junto a otros 17 títulos más de la prolífica escritora, todos los sábados.

Es, desde hace décadas, una de las escritoras más reconocidas y exitosas de la literatura en castellano, con títulos traducidos a más de 30 idiomas y múltiples reconocimientos. Ahora que El País lanza 20 de sus títulos en una serie de reediciones empezó ayer y se publicarán todos los sábados, la autora chilena atiende a la llamada de Domingo en su casa en Estados Unidos, donde vive desde hace 30 años.

—¿Qué siente cuando se entera que buena parte de su obra se reedita, como en esta oportunidad?

—En este caso es una alegría muy grande saber que se reeditan esos libros a un precio razonable y que mucha gente que no compraría uno de mis libros en otras circunstancias, lo va a tener. Eso para mí es lo que tiene más valor: la difusión, que la gente pueda leerlo

—Uno puede llegar a pensar que el futuro para alguien "viejo" no es luminoso, que amigos y familiares se van muriendo y uno se va sintiendo cada vez más solo. Pero usted parece tener una visión optimista del paso del tiempo. ¿Ese optimismo es una cuestión de carácter?

—No sabría decirlo. Pero creo que también es una cuestión de oportunidades. Tengo una vida muy interesante, me han pasado y me pasan muchas cosas. Además, estoy rodeada de gente que me ayuda. Mi hijo, por ejemplo. Él maneja todo en mi vida. Tengo a mi nuera, que maneja la Fundación Isabel Allende. Además, estoy enamorada. Tengo una persona que me quiere, tengo un perro... Fíjate que mis padres están vivos. Mi padre tiene 102 años y mi madre 97. Dime tú ¿qué persona a los 75 años todavía tiene a los padres vivos? No tengo de qué quejarme.

—Pero también ha vivido tragedias, como la muerte de su hija Paula.

—Es cierto. Pero toda la gente tiene dolores, pérdidas y sufrimiento. Me han pasado cosas malas, como dices, pero he tenido mucho éxito, he tenido compañía y una vida muy interesante.

—¿Cómo hace para tratar de no repetirse en su escritura?

—Cada historia tiene su tono y lo más difícil es dar con ese tono. Las primeras semanas, cuando estoy trabajando en una idea, muchas veces no lo encuentro y empiezo a sentir que no voy a ningún lado. Pero de repente algo pasa: un personaje hace algo inesperado, hay una vueltecita de tuerca, y todo cambia. Entonces, hay que estar abierta a los cambios que me da la historia. Ella se va contando sola y yo voy un paso atrás, tratando de entenderla. La mayor parte de mis personajes están inspirados en alguien que conozco, y si no conozco a alguien así, lo busco. Si tengo que escribir sobre un soldado, lo busco para que me pueda servir de inspiración. Lo observo, lo interrogo, lo entrevisto. Hasta tener una idea de cómo se mueve, cómo piensa, qué come. Y una vez que tengo eso, puedo crear un personaje con una base de realidad. No soy una narradora autoritaria con las historias y los personajes, porque creo que la vida es más rica de lo que yo pueda imaginar.

—¿Alguna vez le pasó que algún de las personas en las que basó un personaje le recriminaran algo?

—Me pasó cuando escribí La casa de los espíritus. Mucho personajes eran muy parecidos a miembros de mi familia, que se molestaron. Además estaba todo el elemento político, porque esa parte de mi familia era muy conservadora, muy católica y pinochetista. Durante mucho tiempo fui la oveja negra. Pero por general, si voy a usar a una persona como inspiración, se lo digo. Trato de no traicionar, pero la gente se molesta igual. A mi hijo le tuve que prometer que nunca más iba a escribir memorias —he escrito dos— porque por mucho cuidado que tenga, aunque le pase el manuscrito a cada persona para que lo revisen, de todas maneras hay gente que se enoja.

—Recién dijo que se estaba enamorada. ¿Cambia el amor cuando uno ya recorrió gran parte de su vida?

—No sé cómo será para las otras personas, pero cuando me enamoro soy igual que una adolescente. Eso no ha cambiado. Es el mismo entusiasmo, la misma ilusión, el mismo deseo de que dure para siempre. Después la vida se encargará de destruir esa ilusión. Ya me ha pasado: tengo dos divorcios. Pero aunque la vida se encargue de destruir la ilusión, ya no voy a alcanzar a vivir esa desilusión porque ¿cuántos años me quedan? Con mucha, mucha, suerte me quedarán unos 15 años de vida. En 15 años no alcanzo a gastar el amor. Yo necesito 25 años para gastar el amor (se ríe).

—Usted es una escritora que se expresa políticamente. Y hay muchos casos en los que un escritor que opina sobre política recibe críticas. En Uruguay, hay quienes critican a Mario Vargas Llosa por eso, como también le pasaba a Eduardo Galeano, cuando vivía. ¿Cómo vive usted esos cuestionamientos?

—Primero me expresé a través de mi primeros libros, sobre todo respecto a mi país, Chile. Y siempre he recibido críticas por eso. Ahora, en el último libro por ejemplo (se refiere a Más allá del invierno, 2017) hago algún comentario sobre Donald Trump. Y claro: he recibido algunas cartas de lectores que me dicen que nunca más van a comprar uno de mis libros, que soy una estúpida y qué sé yo... Pero bueno, ese es un riesgo que hay que correr si uno tiene opiniones. ¿Qué vas a hacer? Es lo mismo que pasa por ejemplo con todos mis personajes femeninos: son personajes fuertes, independientes, luchadores. Mis ideas feministas están expresadas en la Fundación, en todo lo que es mi vida. Eso no lo puedo negar. Esa soy yo. Eso sale entre líneas.

—¿Cuánto tiempo dedica a la lectura?

—Cuando estoy escribiendo, leo para investigar sobre el tema que estoy escribiendo. Si estoy escribiendo una novela histórica sobre —por decir algo— la fiebre del oro en California, entonces durante tres o cuatro años, voy a estar leyendo solo sobre eso. Novelas y ficción escucho solo en el auto, en libros de audio, cuando voy y vengo de la oficina, media hora de ida y media hora de vuelta. Pero la mayor parte del tiempo, estoy leyendo no-ficción.

—¿Qué opina de esa idea que las series de televisión estarían tomando el lugar de la literatura?

—Me parece muy bien que la televisión haga ese tipo de series. Ahora van a hacer una teleserie sobre La Casa de los Espíritus. Y me acaban de llamar para hacer una serie sobre La Isla bajo el mar. Es cierto que la televisión está buscando historias, basando mucho de lo que están haciendo en novelas que ya existen, y las están transformando.

—¿Tiene alguna serie favorita?

—No tengo mucho tiempo de ver televisión, la verdad. La escritura tiene ese problema: insume mucho tiempo. Uno se demora mucho. Y ya no tengo la energía que tenía antes, para estar sentada diez horas por día escribiendo. No puedo dictar y tampoco puedo contratar a alguien para que haga la investigación por mí. Es justamente durante la investigación que van saliendo todas esas piedras preciosas que voy a usar después como fundamento de la novela. Tengo que ser yo la que investigue, no puede hacerlo otra persona.

—¿Qué está escribiendo actualmente?

—Una historia que empieza un poco antes de la Segunda Guerra Mundial, una novela larga y compleja que abarca muchos años de historia. Empecé en enero y tengo una idea, más o menos, pero todavía me falta mucho refinamiento.

—¿Es la palabra y las historias la que le hicieron vivir una vida interesante?

—Primero que nada, porque era hija de un diplomático, lo que hizo que viajara mucho y conociera otros países. Luego, estuve exiliada y aún más tarde fui una inmigrante. Pero también es cierto que para hacer un personaje complejo y contradictorio como somos todos, hay que meterse adentro de ese personaje, vivir su vida durante el tiempo que sea necesario. A través de mis libros, he vivido muchas vidas diferentes.

Feminismo y una ley

Cuando Allende habla sobre la paradoja de que al tiempo que avanza el feminismo se dan fenómenos como la ola de femicidios en Uruguay, ella recurre a la historia: "Es la ley del péndulo. Acción y reacción. Cuando en Estados Unidos empezó el movimiento por la liberación de los esclavos y se terminó con ella, después vino una reacción brutal, con linchamentos. Se va avanzando dos pasos adelante y un paso hacia atrás, y siempre hay una reacción de odio hacia todo lo que avanza en ideas políticas. Cuando era joven y empecé con el feminismo, pensaba que en diez años habríamos acabado con el patriarcado. Era una lucha tan justa, tan racional. Y aquí estoy, con 75 años y sigo luchando por eso". Admitirlo, sin embargo, no la lleva al pesimismo. "Lo que se ha avanzado no tiene vuelta a atrás. No se puede retroceder. Hay que recordar que hoy se sabe más, se es más consciente de este problema. Entre otras cosas porque, como ha ocurrido en mi país, ahora hay datos, se llevan estadísticas. En Chile hay un problema tremendo de violencia intrafamiliar. Cuando ganó Michelle Bachelet, una de las primeras cosas que hizo fue darle relevancia a eso, registrar la violencia contra mujeres y niños".

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