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Tintes y peluquín

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Por alguna razón, aplaudo entusiasta que la mujer asuma la belleza como algo que le es propio. Ganó la libertad, la publicidad o sus propios deseos, me da igual. Si se tiñen el pelo o se maquillan para ir a la feria a comprar un quilo de papas, acepté. Y lo que es peor: me gustan. Vivo como cronopio posmoderno.

Con el hombre no. Soy de la escuela de que hay cosas que no se entregan. No señor. Ni maquillajes, ni cremitas para el cuerpo, ni pelos teñidos. Me sofocan los metrosexuales. No y no. Y no es prejuicio o discriminación, aclaro, es solo que no me gustan. Me parece cosa de mequetrefes y badulaques semejante postura. Y no es por macho gardeliano ese enfoque, porque los aborrezco también. Es que no me va. Punto.

¿Observaron a esos hombres que se tiñen el pelo? Supongo que han advertido lo patético de esos caballeros que, en general, superan los cuarenta años y como empezaron a tener canas, las borran de un plumazo con un tintazo loco. Cuando tengo que entablar una conversación con estos seres no me logro concentrar. Empiezo a balbucear y parezco alelado. Me distraen los colores del pelo estruendosos. Y ellos la van de estupendos, lo cual transforma a la escena en algo bizarro. He visto connotados dirigentes sindicales con un tintazo belicoso en su pelo oscuro color petróleo mutando a un rubio sauvage tipo Brad Pitt. Nunca imaginé un sindicalismo tan coquetón y "fashion". Por eso me cae bien Richard Read, que todavía conserva esa estética rupestre tipo Pedro Picapiedras o Pablo Mármol.

Otros con los que tampoco se me hace fácil dialogar sin alucinar son los que usan peluquín en la cabeza, o como se llame a eso que se parece más a un gato muerto que a una digna melena. No puedo dejar de fijar la atención en esa cosa y me produce cierta vergüenza que el individuo advierta que le relojeo el empotrado. Son calvos sufrientes, ya sé, y por esa razón se instalan esa porquería allí arriba. Pero no hay manera de no quedar atónito ante ellos (look Silvio Soldán). ¿Cómo es que sus mujeres, sus hermanos, sus vecinos los dejan salir a la calle? ¿No tienen un amigo sincero? ¿Cómo no oyen el ladrido desesperado de sus propios perros que parecen espetarles: "no seas banana"? ¿Estas personas pretenden que todos hagamos como que no pasa nada? ¡Eso es imposible! Deben ser gente muy solitaria. Pobres. Qué doloroso. Debiera haber una oenegé para socorrerlos. Ya nacerá. Tengamos fe. Los uruguayos somos solidarios para todo.

La categoría más angustiante de estas que abordo hoy son los veteranos que posan de pibes. Es horrible advertir cuando los vete-pendex se ponen ropas de jóvenes para copiarlos. Aparecen con jeans con cortecitos horizontales en la rodilla, alguna remera de color rosado con una inscripción tipo "Todo lo Mío es Big", una chalina violeta para el cuello (en este otoño es ideal) y preguntan —canchereando— cuál es el boliche de moda para pegarse una vueltita franela con una novia juvenil que ahora pasean orondos (a la exesposa no la llevaban ni a morfar una pizza). Este cuadro, en general, se da con los recién divorciados; los tipos creen que tienen derecho a vivir lo que no vivieron antes y por eso el desubique al que someten al resto de la humanidad. Cuando llegan al grupo de amigos de la chica, todos saben que ella está en una especie de experimento psicológico hacia su madurez (está peleando contra su complejo de Edipo) y es parte del crecimiento salir con algún anciano semidecadente. ¿No me digan que no tienen cerca algún caso de este tenor?

Los vete-pendex son una categoría jorobada que los de mi género deberíamos tener algún mecanismo para cortar. Es que distorsionan todo. ¿Se entiende? Hay padres que son así, hermanos que son así, primos que son así, amigos de toda la vida que ahora son así. Cada vez hay más. Una pandemia. Y cuando andás por la vida con ellos, en el nuevo rol de George Clooney tuneados que asumen, es como andar con teens: se hacen ver, hablan fuerte, se desubican por todo y llegás a tu casa odiándolos y convencido de que el vínculo se va a hacer añicos porque están en otra.

En fin, esta nota me cuesta la amistad con más de uno. Mejor así, me tienen repodrido. Los quise mucho cuando eran soportables. Hoy no los banco más. ¡Buena vida muchachos!

washington abdala i Cabeza de Turco

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