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Cómo sobrevivir al WhatsApp

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La clave es usar varias estrategias para controlarlo.
Angry businessman
maselkoo99/Getty Images/iStockphoto

Existen distintas estrategias para que esta aplicación no se convierta en una obsesión improductiva y siga siendo una útil herramienta de comunicación.

Seis grupos estables y varios "del momento" para organizar encuentros, compras de regalos, cumpleaños o trabajos para la facultad. Así se compone el WhatsApp de Jessica Mathov, estudiante de Psicología de 25 años para quien esta aplicación forma parte de su vida cotidiana en el sentido más literal de la palabra: lo usa desde que se levanta hasta que se va a dormir, y lo considera un "contacto constante y necesario" con su entorno. "Los grupos con los que más interactúo en el día son el de mis dos mejores amigas, el de los amigos del liceo, el de la facultad, los de mi familia (tengo uno con mi hermano y mi mamá, otro con mi hermano y mi papá) y el de unos compañeros de viaje que conocí en las últimas vacaciones", cuenta.

Como ella, miles de personas rinden culto diario a la aplicación. Siguen su lógica, están pendientes de cada notificación, arman grupos y grupos y más grupos que despiertan, cuándo no, sentimientos contrapuestos: la queja constante por la cantidad de notificaciones y la "obligación" de permanecer en ellos, pero también la certeza de que darse de baja es sinónimo de quedar afuera de (casi) todo.

"Puede ser muy peligroso si no se administra con pericia", advierte Alejandro Artopoulos, director del Laboratorio de Tecnologías del Aprendizaje de la Universidad de San Andrés (Argentina), al referirse a WhatsApp y a la dependencia que puede provocar entre los usuarios participar de varios grupos simultáneos.

"Si bien compite por la atención con otras aplicaciones que ocupan mucho más tiempo, el problema de WhatsApp es la combinación de pantalla y banda ancha móvil, que hace que tenga el monopolio del acceso a contenidos originales todo el tiempo y a la comunicación por texto inmediata", explica.

De lo que se trata, sostiene Artopoulos, es de saber administrar la ansiedad, algo que si se logra puede convertir a esta aplicación en una herramienta eficiente para la "comunicación distribuida". Pero ¿con qué herramientas contamos para administrar la ansiedad? "Se pueden silenciar las conversaciones de WhatsApp que no son prioritarias desde la misma aplicación, o bien se pueden filtrar las notificaciones prioritarias por remitente para cuando estamos ocupados en otra actividad pero no queremos quedar desconectados de lo importante", responde.

"Otra recomendación es saber derivar avisos y mensajes de la pantalla del celular al canal de audio cuando no podemos usar las manos ni fijar la vista en la pantalla —explica—. También es recomendable usar WhatsApp Web, que permite derivar la gestión de la aplicación a la pantalla de la PC, lo que es otra manera de ahorrar tiempo en las respuestas."

Para Alberto Álvarez, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina, no sólo se trata de recurrir a herramientas para controlar hasta dónde se mete WhatsApp en nuestras vidas, sino, primero, preguntarse qué otras cosas uno deja de hacer en el tiempo que pasa chequeando si hay un nuevo mensaje en el celular. "Hay una pérdida de noción del tiempo que nos insume —asegura el psicoanalista—. Es importante tratar de reflexionar qué de la vida estoy dejando de lado por estar respondiendo, dialogando o mirando WhatsApp". Y agrega: "No es deseable estar conectado todo el tiempo. Se pierde incluso la posibilidad de experimentar la ausencia del otro, y ver qué nos pasa ante esa ausencia".

¿Y en el trabajo? "Así como en su momento había empresas que no permitían el acceso a Internet a sus empleados, hoy se ha naturalizado el uso de WhatsApp como medio de comunicación, incluso reemplazando la llamada directa. Es por eso que las empresas también aceptan que esta forma de estar conectados con otros interlocutores ajenos a las empresas se dé durante el transcurso de la jornada laboral", comentó Alejandro Melamed, director general de Humanize Consulting. Para muchas empresas, incluso, la presencia de sus empleados dentro de grupos de WhatsApp familiares es una ventaja, "ya que rápido y sin costo se pueden resolver muchos temas domésticos. Es una posibilidad más que tienen de conexión con su mundo personal".

Sin embargo, a pesar de esta aceptación dentro del horario laboral, resulta conveniente que se respeten ciertas normas de "etiqueta", como no utilizarlo en reuniones o silenciarlo cuando se trabaja en espacios compartidos. Pero así como el empleado hace uso de WhatsApp dentro del horario laboral, advierte, "es esperable que en casos de fuerza mayor o necesidad del negocio se podría contactar al empleado por esta vía fuera de horario laboral".

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La clave es usar varias estrategias para controlarlo.

Tecnología La Nación/GDA

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