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La soberbia

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CABEZA DE TURCO

Es tan humana que por momentos uno hasta podría comprenderla. La he visto, inclusive, en personajes que posan de "sensibles" travestida de "humanismo" pero escondiendo su sentido —repugnante— de superioridad.

Soberbia, altanería, distancia real y desprecio hacia el pensamiento del otro son lo mismo. Todos reconocemos a un soberbio. O sea, no es impedimento para que el talento aparezca, si es un asunto que nos genera cierto rechazo. Esa es la verdad.

Hay soberbios de izquierda, de derecha, artistas, actores, religiosos, choferes de Uber, en fin, lo que sea. Kennedy era soberbio, tan soberbio como Trump. Sin embargo, uno fue amado y el otro es lo que es. Galeano era soberbio, Benedetti no.

La soberbia no siempre es obvia, muchas veces resulta sibilina y muta para no mostrarse como realmente es. Muchos soberbios-inteligentes saben que la tienen que reflejar desde otros ángulos para no generar antipatía.

Todos los portadores de soberbia tienen un común denominador: creen que sus relatos mesiánicos son la verdad revelada, no admiten refutación, sus visiones —creen ellos— son perfectas y debería existir admiración —creen ellos— hacia sus paradigmas. En el fondo es gente encerrada en torres de marfil, probablemente personas más inseguras de lo que imaginamos y desde esa visión (de piezas de Lego) construyen un mundito que les permite navegar dentro de la sociedad. El soberbio requiere de la mirada del otro y del reconocimiento. El soberbio depende del tercero para dar rienda suelta a su forma de ser. Es rehén de su patología. El soberbio y el narcisista son miembros del mismo club.

La política local está plagada de soberbios. En fija el lector —en este momento —está pensando en Fulano o en Mengano. Tiene razón, pero hay más, mire en la colectividad con la que simpatiza, observe en la del vecino y viche en la otra. Plagado de soberbios. Son pocos los que no tienen algo de esa patología. Es probable que interpretar a los otros, representarlos produzca cierto grado de soberbia cuotificada. El gobernante debe tener la cabeza muy ubicada para saber que lo que vive es pasajero. A mí me pasa que cuando oigo al ministro Murro siento su soberbia a flor de piel, quizás otros lo consideren un tipo convencido de sus cosas, a mí me da "soberbio".

La aldea está plagada de soberbios y no es fácil discriminar aquel que está identificado seriamente con sus credos de aquel otro que se considera portador de un verbo con el que entiende que viene a iluminar el mundo. Es cierto, la soberbia es prima hermana de la convicción y saber distinguirlas no es sencillo. ¿Churchill fue más soberbio que un individuo de grandes convicciones? ¿Raúl Alfonsín era soberbio o un militante de lo republicano-radical? Como se advertirá, justamente, el límite es sutil, tenue, imperceptible si no se presta toda la atención del caso. Y la gente cambia, se ubica, se modera o se idiotiza. Gente soberbia ya no lo es más, y otros, por el contrario se la creen y se transforman en soberbios. Hay de todo en la viña. Mucho mincho de pachuli del ayer hoy son progres chetos en Mercedes Benz.

Gwyneth Paltrow y James Cameron parecen ser soberbios de estos tiempos. ¿Chaplin era soberbio o era radical en sus visiones? Allí hay otro asunto interesante, mucho individuo radical también es soberbio. ¿El Che era soberbio o era extremo en sus visiones? ¿Sendic (el verdadero) dónde lo ubicaríamos? ¿Herrera y Batlle y Ordóñez fueron soberbios o eran leones con sus ideas? La lista es inagotable y no nos pondremos de acuerdo.

Sin embargo, el mundo está lleno de seres con fuertes convicciones que sin caer en la postura soberbia tienen influencia descomunal en nuestras vidas. Artigas no fue soberbio y para nosotros, los uruguayos, es un ejemplo de un ser que en la victoria, pero más en la derrota, nos sigue dando lecciones de vida.

Los uruguayos no amamos la soberbia, nos asquea, nos molesta y nos hace sentir incómodos siempre. Saberlo es entendernos. Raro cómo nos hemos comido tantos sapos.

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