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Singapur, una tierra donde el futuro es hoy

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Singapur es una ciudad con numerosas etnias

Entre Malasia e Indonesia, se convirtió en una de las naciones más desarrolladas del mundo y en una de las capitales turísticas del sudeste asiático, todo en apenas un par de generaciones.

Es como estar en la película Avatar; it looks like the woods in Avatar; c’est comme sur Pandora? En todos los idiomas, el comentario es el mismo. Cada noche, un rato antes del atardecer, los senderos del parque Gardens by the Bay se colman de gente para asistir al mágico momento en que el cielo se oscurece y los grandes árboles de ramas metálicas se iluminan con miles de puntos multicolores. ¿Quién inspiró a quién? ¿Singapur al cine o el cine a Singapur? Todos piensan en lo mismo: los bosques fluorescentes de la película de James Cameron. No hay otro lugar en el mundo que se pueda comparar con estos jardines, los avatares más recientes de una ciudad futurista con ribetes extravagantes.

Singapur es un atajo entre distintas culturas de Asia. Un destino de diversión, sabores y compras. Un adelanto de lo que viene, donde hoy ya es mañana. Se nota, por ejemplo, en la organización de la sociedad, tolerante y multicultural; en el aprovechamiento de las nuevas tecnologías; en la concepción de los transportes; en la conciencia ecológica de los ciudadanos; en la idea de progreso y búsqueda de bienestar que anima a las autoridades. Para los turistas, este mundo de ciencias que dejó de ser ficción se hace realidad al instante con el Marina Bay Sands, el museo de las Artes y Ciencias, el distrito financiero, el subte plurilingüe, el cuidado de los espacios públicos y por supuesto en Sentosa, la "isla de la diversión".

Frente al espectáculo de luces de Gardens by the Bay, un viajero que conoció Singapur en los años 70 cuenta a sus hijos su primer viaje, cuando todavía había mercados flotantes, vendedores ambulantes y rickshaws en las calles, junto a productos de mala calidad en las vidrieras de pequeñas tiendas que indicaban que el mundo desarrollado estaba muy lejos de aquella isla escondida en los confines de la península de Malaca. Al escucharlo, uno diría que pasó por aquí hace siglos o que se ha equivocado de país. ¿Es posible que Singapur haya cambiado tanto en tan poco tiempo?

En Singapur, el pasado es más pasado que en otros lugares, sin embargo las guías aseguran que quedan reductos del alma atemporal de la ciudad: templos, mercaditos chinos y hasta ciertos productos que no cambian nunca, como el Tiger Balm (el famoso Bálsamo del Tigre, un remedio chino que se elabora en Singapur y no en China).

¡No durians, please!

Un lugar lo cuenta todo: por qué el tiempo se aceleró de esta forma, por qué los isleños tienen tanta conciencia ecológica, por qué apostaron de manera tan radical a la excelencia y el progreso, y cómo transformaron una pobre colonia británica en el país que impulsa hacia arriba todos los índices de bienestar y desarrollo. Es la URA, la Urban Revedelopment Authority, un organismo oficial que demuestra que los milagros también pueden planificarse.

Una muestra permanente con paneles interactivos está armada sobre dos pisos en torno a una gran maqueta 3D de la ciudad. Es buena idea empezar allí una visita. Joséphine Weels, que guía por la ciudad grupos en inglés y chino (sus dos idiomas maternos), está en la URA esta mañana y explica: "Cuando mis abuelos llegaron de China, Singapur era todavía un rincón bastante pobre del imperio británico. Por suerte estaban el puerto y nuestra ubicación en el mapa. Fue la razón por la que Sir Raffles compró la isla al sultán de Malasia. Estamos justo en la encrucijada entre la Península y las islas indonesias, y sobre el pasaje entre el océano Índico y el mar de China".

La URA es una de las pocas pizcas de orgullo que los siempre medidos y amables isleños se permiten. La maqueta muestra cómo fue planificada la ciudad para sacar provecho de un territorio muy pequeño, sobre el que viven 5,5 millones de personas. En el resto del edificio se muestra cómo se planificó la transformación del pequeño país y cómo el liberalismo más extremo —acompañado por una férrea cultura del trabajo y el sistema educativo más exitoso del mundo— creó una nación muy rica y extremadamente educada. Sin olvidar que se trata de una de las plazas más visitadas de Asia.

Desde la URA, Joséphine recomienda ir a Chinatown. Está a solo unos minutos. "En Singapur viven tres grandes comunidades. Los más numerosos son los chinos, luego los malayos y los indios. Queda una pequeña minoría de descendientes de colonos británicos y siguen llegado muchos extranjeros, sobre todo para trabajar en bancos y en el sector financiero, la segunda plaza del mundo".

El barrio chino es la vidriera de la principal comunidad, tan numerosa que muchos ven a Singapur como un desprendimiento de China en la punta de Malasia, cuando es más bien una especie de Suiza ecuatorial y asiática: una sociedad multicultural, pluriétnica y cuatrilingüe.

El emblema más llamativo de la presencia china es el reluciente Templo de la Reliquia del Diente de Buda. En el corazón del Chinatown, es una construcción imposible de pasar por alto. Es a la vez un lugar de culto, visitado por su reliquia, y un museo de arte con piezas históricas del budismo. El edificio en sí es una joyita. Brilla y reluce como si hubiera sido pintado la noche anterior. Luego de recorrer los espacios permitidos, la visita sigue —dependiendo de la hora— por el Hawker Center cercano (un patio de comidas chinas muy económico y popular) o el mercado.

Se trata de un pequeño barrio de calles angostas que abren paso entre puestos que venden todo lo que se puede esperar en un mercado chino. Los pasillos están techados por farolitos de color rojo. La guía hace una parada frente a un puesto de frutas. "¿Sienten algo?" El olor es muy intenso, por decirlo de manera elegante. Un cartel dice que son durians. Uno está partido por la mitad y muestra en su interior algo que podría pasar por una pechuga de pollo comprimida, blanda y clara. "En el sudeste asiático nos encantan los durians, pero muchos extranjeros ni se animan por el olor". Tanto que en las puertas de edificios, hoteles y lugares públicos hay carteles que avisan: No durians, please.

Joséphine conoce un atajo para probarlo: compra en uno de los puestitos un helado de palito y lo envuelve en un rainbow bread (una feta de pan de miga multicolor): "Así prueban una versión suave". Amor u odio al primer bocado. Nadie avisa que el gusto y el olor perduran por mucho tiempo más. De todas maneras, es mejor que probar algunos de los insectos.

Decorado de Bollywood.

Algunos pasos más, todavía en el Barrio Chino, y se llega a otro mundo, otra cultura y otros dioses. Se dice que hay más de mil lugares de culto en toda la ciudad y que todas las religiones están representadas. Varios dioses deben atender en Singapur para bendecirla con tantas bonanzas. Ahora se trata del Templo Sri Mariamman, una inclusión hindú al borde del mercado chino. Es el lugar de culto indio local más antiguo. Sus paredes y techos están cubiertos por estatuas de divinidades que tienen apariencia tanto humana como animal. Para los profanos, podría ser la puerta de entrada a un mundo de fantasías. Unas caras benévolas y otras austeras miran a los visitantes desde lo alto. Hay elefantes, tigres y vacas pintados de distintos colores.

El templo recuerda que la comunidad india es bien importante. El tamil y su rebuscado alfabeto es uno de los cuatro idiomas nacionales, y parte del centro de la ciudad es conocido como Little India. Allí, la avasallante modernidad no se llevó todo por delante y las calles siguen bordeadas de casas antiguas, que los ingleses construían para alojar en un mismo edificio a los obreros y sus numerosas familias. Las puertas y paredes lucen pintadas de colores vivos. Los balcones y las recovas siguen en pie y le dan un toque de decorado de Bollywood.

El mayor atractivo de Little India, más que cualquier edificio o templo, es el Mustafa Center, una gran tienda que nunca cierra y vende de todo. Realmente de todo. Sobre varios pisos, en subsuelos y ocupando un par de manzanas, es un laberinto de pasillos estrechos entre góndolas que ofrecen desde relojes suizos de lujo hasta miles de saris, chocolates de todo el mundo, herramientas de cualquier tipo, especias de todas las proveniencias, útiles escolares, electrónica, zapatos y muchas, muchas otras cosas.

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