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Un siglo de resistencia

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Marchas reclamando por el genocidio armenio.

A 100 años del genocidio, la colectividad en Uruguay busca mantener vivas sus tradiciones, entre alegrías, orgullo y dolores

Liliam recuerda a sus abuelos paternos, nacidos en Yozgat y llegados desde el Líbano. Ellos vistieron de luto hasta sus últimos días, en memoria de sus seres queridos degollados o que no sobrevivieron a la huida por el desierto Deir el Zor. Berch aún ve a su padre, nacido Harutiún y rebautizado Antonio al tocar tierra en Montevideo, con 15 años, sin saber español, con el oficio de sastre adquirido en los barcos, una esquirla de granada en el hombro y el recuerdo del hambre y las balas zumbando cerca de su cabeza, cuando era niño e iba a los campos cercanos a buscar comida. Roberto tiene presentes los relatos de su abuela materna Mariam; tanto, que puede trazar un mapa de su escape del infierno turco y compartir su dolor de haber presenciado, entre varias atrocidades, una matanza de mujeres embarazadas. Hagop, un sirio que vivió en la Armenia soviética, hoy es referente de los suyos en esta parte del mundo. Y aún tiene grabada a fuego la imagen de su abuela llorando y golpeándose el pecho por sus tres hijos asesinados cuando estalló el primer genocidio del siglo XX, repitiendo sus nombres: Sarkis, Zahak y Haikuri.

Liliam Kechichián, ministra de Turismo; Berch Rupenián, empresario radial; Roberto Markarián, rector de la Universidad de la República; y Hagop Kelendjian, arzobispo de la Iglesia Apostólica Ortodoxa Armenia en el país; tan distintos ellos, tienen muchos puntos en común solo por pertenecer a la colectividad armenia de Uruguay. Uno es el orgullo por ser herederos de una nación de riquísima historia, identidad y acervo cultural. Otro es la satisfacción de ser parte de un colectivo absolutamente integrado a este país, al que reconocen no solo haberles abierto las puertas sino el haber sido el primero del mundo en reconocer el genocidio del pueblo armenio a manos del Imperio Otomano —a pesar de no usar ese término— en la ley 13.326 de 1965.

Y lo otro que los une es un dolor que el 24 de abril estará cumpliendo un siglo, transmitido del llanto de sus ancestros, alimentado por la rabia que provoca que Turquía —heredera del Imperio Otomano—, y muchos otros países del mundo, aún no reconozcan la matanza de 1,5 millones de armenios entre 1915 y 1923. Más aún, su lucha es contra lo que llaman el negacionismo de ese país hacia el episodio que dio nacimiento a la palabra genocidio.

"Lamentablemente, hemos llegado al centenario del primer genocidio del siglo XX y aún Turquía continúa con su campaña negacionista", subraya Ruben Aprahamián, empresario y cónsul honorario de Armenia en Uruguay. Cada uno de los integrantes de la diáspora —unos diez millones en todo el mundo— es producto de un montón de circunstancias, algunas heroicas, otras fortuitas, siempre dolorosas.

"No hay ninguna familia armenia que no haya sido tocada por la tragedia", afirma Ashot Mirkayan, un ingeniero nacido en Armenia hace 40 años y que hoy tiene en el Centro un local de comida típica. "Yo diría que el ián de nuestros apellidos quiere decir: acá estamos a pesar de nuestros pesares", reflexiona la ministra Kechichián, recordando las tertulias cargadas de nostalgia, tristeza y esperanza que su padre, un zapatero de Malvín, sostenía con sus paisanos, en su negocio y en su lengua natal.

La armenia es una colectividad caracterizada por su pujanza, capacidad de adaptación y resiliencia, muy expresiva tanto en sus manifestaciones de alegría como de dolor. Pero también por haber estado históricamente dividida por motivos políticos, religiosos y hasta personales; división que con el tiempo, el recambio generacional y la implosión de la Unión Soviética tiende a morigerarse. En todo caso, ese capítulo negro es su mayor factor de convergencia. Andrés Vartabedián, docente de Historia Armenia del Colegio Nubarián, sostiene que más allá del pasado común, el acervo cultural, el idioma y alfabeto que datan del año 404, de la religión cristiana que adoptaron en el 301 —fue la primera nación que adoptó el Cristianismo como religión oficial, en medio de un vecindario pagano primero e islámico después—, sus danzas, gastronomía y música, "el rasgo de identidad más fuerte que la colectividad tiene hoy, su mayor factor de unión, está vinculado con el genocidio".

Historia.

Si bien los primeros armenios que llegaron a Uruguay lo hicieron a fines del siglo XIX, la gran oleada ocurrió entre las décadas de 1920 y 1930, y se instalaron en barrios como La Teja, Cerro y La Comercial. No hay registros oficiales, pero el Consulado Armenio calcula que la integran entre 12.000 y 15.000 personas. Federico Waneskahián, miembro de Causa Armenia y vinculado al club Vramián, una de las instituciones más importantes de la colectividad, dice que para 1985 "la mitad de los matrimonios en la Iglesia Armenia eran mixtos: ya hacía mucho que había dejado de ser un colectivo endogámico". Otro síntoma de integracion.

Provenientes de una cultura que siempre se destacó en lo cultural, lo artístico y lo arquitectónico, pronto debió desarrollar —como toda población inmigrante— grandes habilidades manuales para subsistir en tierra ajena. "Nuestro mayor logro ha sido la gran integración a esta sociedad. ¿Quién no conoce a un armenio en Montevideo? ¿Quién no tuvo un compañero armenio en la escuela, liceo o trabajo? Y ha habido destacados integrantes de la colectividad en todos los rubros: profesional, empresarial, académico, artístico; no tanto en la política, donde no nos hemos vinculado demasiado", señala Gustavo Zulamián, presidente del Consejo Educacional del Nubarián, dirigente de la Unión General Armenia de Beneficencia (UGAB) y exeditor de la revista Hay Endanik (Familia Armenia). La excepción en este caso, agrega, es Liliam Kechichián.

"Si hay una cosa que los armenios tenemos que agradecer fue el recibimiento y la hospitalidad que nos brindó Uruguay", subraya Berch Rupenián. "Mi padre venía en un barco y quiso bajar en Brasil, pero ahí había un cupo cerrado para los inmigrantes. Lo mismo le pasó en Argentina. Y en Uruguay no tuvo ningún problema". Antonio Rupenián con el tiempo sería un importante dirigente de la colectividad: fundó la Audición Armenia el 16 de junio de 1935 ("la primera emisión radial de la diáspora en el mundo", resalta su hijo) y fue el principal impulsor de la creación de la Plaza Armenia (1971) y la denominación de Rambla Armenia (1972) al tramo costero sobre el Buceo. El agradecimiento incluye el haber sido el primer país del mundo en reconocer el genocidio, gracias a un proyecto de ley impulsado por la Lista 99, de Zelmar Michelini y Hugo Batalla, entonces del Partido Colorado. Solo unos veinte países en el mundo han seguido su ejemplo.

Una historia tan dolorosa como la armenia supo de divisiones internas. La sovietizacion del país, tras una breve independencia entre 1918 y 1920, bajo gobierno de la Federación Revolucionaria Armenia (FRA), dejó heridas en toda la diáspora. En Uruguay, para varias instituciones que se formaron posteriormente —como el Club Vramián, vinculado a la FRA—, esto era una lesión a la soberanía; para otras, como las aglutinadas en la Organización Multinstitucional Armenia del Uruguay, la anexión (forzada) a la URSS era la única forma de asegurarse que los turcos no terminaran de masacrar a los apenas 700 mil armenios que quedaban en un territorio ya de menos de 30 mil kilómetros cuadrados, trece veces menos que en sus épocas de esplendor. El país ya había perdido hasta el monte Ararat, su símbolo nacional, donde se dice que se posó el Arca de Noé tras el Diluvio Universal. Gustavo Zulamián mencionó más de una vez que la separación era tal que prácticamente se podía hablar de dos colectividades.

Por caso, había dos audiciones radiales: la ya mencionada de Rupenián (que desde 1957 se emitió por Radio Independencia, el emprendimiento familiar que siguieron sus hijos) y la Gomidás por Radio Rural, que respondía al Vramián. En Agraciada y Suárez hay dos colegios separados por un muro: el Nubarián, bajo la órbita del UGAB, y el Nersesián, perteneciente a la Iglesia Armenia; en su momento, el primero izaba la bandera de la Armenia soviética (aunque sin la hoz ni el martillo), mientras que en el segundo se honraba la del breve gobierno de la FRA. Está la Iglesia Apostólica Armenia, la Iglesia Católica Armenia (que responde al Vaticano), una evangélica y otra protestante. "Hubo diferencias sobre qué bandera usar, qué himno cantar, además de rivalidades personales (entre referentes de la comunidad) que siempre existieron. Eso de alguna manera perjudicó al entendimiento conjunto", señala Zulamián.

Grandes referentes de la colectividad hoy minimizan esas divisiones, asegurando que se han matizado. La independencia de Armenia en 1991, tras el colapso de la URSS, puso fin a los enconos que, reconocen, puede seguir presente en los integrantes más añosos. "Para la mayoría de los jóvenes eso no incide demasiado", afirma Waneskahián. "Yo creo que es bueno que exista la diversidad. Hoy hay puntos de acuerdo donde antes no existían y otros que habrá que seguir subsanando, pero nada de eso impidió el desarrollo de la sociedad. La creación de la Comisión de Conmemoración del Centenario del Genocidio Armenio (integrada por diversas organizaciones) muestra que las diferencias pueden quedarse de lado por un objetivo en común". Y el mayor objetivo en común, más allá de las diferencias, ha sido exigir el reconocimiento del genocidio sufrido y combatir el denunciado negacionismo del gobierno de Turquía.

Identidad.

La Iglesia Apostólica Armenia está junto al colegio Nersesián. Su cúpula, como en pirámide, que alcanza los 17 metros de altura, recuerda la cima del Ararat. Monseñor Kelendjian celebra que la mayoría de las nuevas generaciones de armenios tomen el testigo de la lucha contra el negacionismo, pero se queja de que las actividades "se concentren en torno al genocidio".

"Yo quiero que nos respeten por la identidad, la cultura, no solo por haber sido masacrados. ¡El renacimiento empezó en el siglo X en Armenia, mucho antes que en Europa! ¡El arco gótico tiene su influencia directa en la cultura armenia!", enfatiza. Kelendijan se queja de que cada vez haya menos fieles en su iglesia: el año pasado hubo 29 bautismos y trece casamientos, mucho menos que antes. "Por identidad también me refiero al idioma, la llave de nuestra cultura. De la gente joven, solo cien lo hablarán y unos 1.500 en toda la colectividad. Con la cocina sola no alcanza. Además, el lehmeyún es árabe, ¡no armenio!".

Por su lado, Waneskahián, de Causa Armenia y el Vramián, sostiene que varias instituciones impulsan movidas en pos de mantener la identidad, profundizando el vínculo con su madre patria, que mantiene su riqueza cultural pese a las amenazas de vecinos hostiles como Azerbaiyán, además de los problemas económicos producto de dejar de estar bajo el paraguas soviético. Y en sintonía con el religioso, sostiene que ellas buscan que no todo gire en torno a la masacre iniciada hace un siglo.

Hay señales de que las cosas están cambiando. El profesor Andrés Vartabedián, del Nubarián, hoy toca puerta en el vecino Nersesián para posar junto a la Jachkar o cruz armenia. El ingreso se le franquea sin problemas. En épocas de mayor división eso sería impensable. Para él, la fecha venidera tiene tres ejes importantes: el recuerdo que no precisa reconocimiento de genocidio alguno, el reclamo en busca de justicia y, nada menor, "que más allá del horror, la celebración de la vida sobrevivió a la muerte".

Y si bien hoy es utópico pensar en un reconocimiento turco al genocidio, que incluiría reparaciones económicas incalculables, hay vivencias que reconfortan. "Yo viajé al lugar donde nacieron mis ancestros, en la Turquía que era armenia", cuenta Roberto Markarián, rector de la Udelar. "En esos lugares no sentí nada de odio. Yo fui bien recibido, pese a que siempre me presenté como lo que era... La gente sabía que visitaba el lugar de mis orígenes. De alguna forma, yo era más de allí que ellos...".

VIAJAN UNOS 300 URUGUAYOS POR AÑO

De acuerdo con Ruben Aprahamián, cónsul honorario de Armenia, alrededor de 300 uruguayos viajan por año a aquel país. "Muchos de ellos lo hacen en grupos de viajes organizados por las diferentes instituciones, pero también existen turistas uruguayos que van por un interés histórico-cultural".

Aprahamián destaca de Armenia "el patrimonio cultural muy antiguo que se encuentra en muy pocas partes del mundo" y que en los últimos tres años "comenzó a fomentarse el viaje de jóvenes para que vayan a su Madre Patria a realizar trabajos de voluntariado y de esa manera conocer más a fondo sus orígenes".

El Consulado funciona de forma honoraria en Uruguay desde 2009.

"Todo armenio en el mundo trabaja por el reconocimiento (del genocidio) y llegará algún día en que, así como hoy podemos ver a nuestra Madre Patria libre e independiente, veremos que se dé una digna sepultura y honores merecidos a nuestros mártires por parte del mundo entero".

ACTIVIDADES PREVISTAS

Según se señala en la cuenta de Facebook del Centenario del Genocidio Armenio, el 24 de abril el acto central será en el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo a las 18.30. A las 21 horas y en la sala Adela Reta, la Orquesta Sinfónica del Sodre actuará dirigida por el maestro Alvaro Hagopián. La Dirección de Correos emitirá un sello conmemorativo. También habrá otro encuentro en la Plaza Armenia del Buceo. El 23 de abril habrá una marcha por la avenida 18 de Julio.

MOJÓN PARA LA HISTORIA

Hace medio siglo, cuando se conmemoraban los 50 años del genocidio armenio, redactada por el entonces diputado colorado Enrique Martínez Moreno (lista 99), se aprobaba la ley 13.326, "Día de recordación de los mártires armenios". Para Gustavo Zulamián, del UGAB, "aunque la redacción no sea la mejor" (no se habla de genocidio ni se menciona a los turcos) fue un mojón histórico importantísimo.

ADOLF HITLER: "¿QUIÉN SE ACUERDA HOY DE LOS ARMENIOS?"

"Wer redet noch von der vernichtung der armenier?" (Después de todo, ¿quién habla hoy del aniquilamiento de los armenios?). Con esta frase pronunciada en Obersalzberg, Adolf Hitler anunciaba el aniquilamiento de los polacos, 10 días antes de la invasión que daba inicio a la Segunda Guerra Mundial, en 1939.

El genocidio armenio, que aún hoy está muy lejos de tener el reconocimiento mundial que sí logró el Holocausto judío, tiene como fecha de inicio "oficial" el 24 de abril de 1915. Armenia era parte del Imperio Otomano, gobernado por los llamados Jóvenes Turcos. Ese día comenzó la detención y asesinato de destacados miembros de la comunidad armenia en Estambul. Muy pronto, se ordenó la deportacion de esa población a través del desierto sirio, en donde pereció la gran mayoría.

El gobierno de Turquía rechaza que se trate de un genocidio, argumentando que no existió un plan sistemático de exterminio. Los armenios alegan que no otra cosa era el panturquismo, una ideología ultranacionalista que obligaba a "turquizarse" a todas las minorías del imperio. Y los armenios, la primera nación cristiana del mundo, entonces rodeada de islámicos extremistas, estaban comenzando a tener posiciones de privilegio en la sociedad.

En rigor, ya hacía mucho tiempo que los armenios venían sufriendo matanzas de mano de los turcos. Categorizados dhimmi por las leyes islámicas, eran considerados ciudadanos de segunda clase en el imperio. A fines del siglo XIX, bajo el mandato del sultán Abdul Hamid II, fueron masacrados unos 300 mil armenios. Y en 1909, en medio de un enfrentamiento entre ortodoxos y reformistas turcos, fueron asesinados otros 30 mil en la provincia de Adana.

Hoy, con una Armenia de 3,2 millones de habitantes reducida a un territorio que es el doble que Tacuarembó, la frontera con Turquía es custodiada en conjunto con tropas rusas. El mayor riesgo está en la frontera con Azerbaiyán, cuya colectividad predominante son los turcos azeríes. Federico Waneskahián, de Causa Armenia, señala que ese país pierde decenas de vidas de civiles y conscriptos cada año en esa zona limítrofe.

Marchas reclamando por el genocidio armenio.
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Plaza Armenia en el Buceo.
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Ministra Liliam Kechichián.
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Monseñor Hagop Keledjian.
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Berch Rupenián.
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Profesor Andrés Vartabedián.
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El Ararat, un símbolo.
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Deportaciones armenias en el desierto.
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Lehmeyún, un aporte culinario.
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Grupo de danzas armenias Gayané.
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ArmeniosLeonel García

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