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En el sendero del chocolate: un paseo en República Dominicana para toda la familia

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En República Dominicana, una mirada diferente sobre el chocolate

VIAJES

Un paseo cultural por una zona rural de República Dominicana que brinda una mirada diferente al mundo del chocolate, uno de los sabores de nuestra Pascua.

Al final de un camino de tierra, cuando ya no hay más polvareda para levantar y en medio del inmenso verde de la zona rural de El Caño —en Macao, República Dominicana— funciona una cooperativa llamada Chocafé.

Está integrada por 23 familias que desde hace cuatro generaciones dedican sus días al cultivo y la producción. En su plantación tienen cacao, café, bananas, caña de azúcar y piña. También producen tabaco, aceite de coco y mamajuana, una bebida típica de la región.

La labor es dura: las manos y los pies curtidos de cada uno de los trabajadores con los que nos cruzamos lo dejan en evidencia. Esa es su vida y a fin de mes, el promedio de ganancia con el que se queda cada familia es de aproximadamente 300 dólares.

El fuerte de esta comunidad es, como el nombre de la propia cooperativa lo indica, la producción de chocolate y café. Pero cuando uno recién llega, esos esos aromas no flotan en el aire. Eso viene después. Lo primero que se siente, como en cualquier rincón de República Dominicana, es la hospitalidad de gente que tiene poco y sin embargo lo comparte todo.

Revista Domingo recorrió esta comunidad para conocer de primera mano la forma en la que trabajan. Así llegamos a la casa de Elías Rodríguez, que al igual que el resto de las viviendas del lugar tiene el techo de chapa y las paredes de palma. Entre una y otra tabla de esas paredes, prolijamente pintadas de colores, hay varias aberturas por las que llega a entrar la luz.

Elías es uno de los trabajadores de esta cooperativa y luego de entonar una canción con su guitarra nos cuenta que así, como la suya, son las viviendas típicas de este país caribeño. Con cortinas que fueron hechas por las mujeres del hogar, con muchos portarretratos familiares sobre los muebles de madera y con flores de colores. Con niños locales que corren de aquí para allá mirando a los turistas con curiosidad, como la pequeña Cris Lady, que con sus ojos grandes y dos trenzas prolijamente hechas se saca fotos con todos los que llegan.

Apenas uno entra al terreno se ven las cocinas en las que elaboran sus productos: son precarias estructuras, también hechas de palma y coloridas, que están al aire libre. Sin ninguna pretensión, apenas con un techo para cubrirse de las lluvias tropicales tan comunes en la zona y con maquinaria vieja pero que cumple con su fin, allí pasan sus horas estos hacedores de chocolate y café.

Al lado de la casa de Elías, hay un gran quincho con techo de paja que sirve de lugar de encuentro y descanso en los momentos más calurosos del día.

Luego de la canción que el dueño de casa regala para la bienvenida, llega el momento de recorrer el predio, para ver la otra cara del mundo del chocolate. Para la mayoría de las personas, comer chocolate equivale a estirar la mano y tomar uno de la góndola del supermercado. Pero esa experiencia se torna diferente cuando uno se acerca a una comunidad que desde hace años cultiva el cacao con sus propias manos para ofrecer productos orgánicos.

En lugares como este, muy lejos de las grandes empresas, todavía existen pequeños grupos que hacen un trabajo artesanal, integrados por trabajadores que pasan sus días en las plantaciones, familias que adoptaron estos productos como su forma de vida.

La caminata comienza por un tupido pabellón, en el que los rayos del sol casi no pasan. A los costados, el cacao con sus vainas, algunas verdes y otras ya moradas. Trepando en ellos —y en algunas partes formando como un techo—, los granos de café. A lo largo de la visita, los guías hacen una demostración de la manera en que los productores realizan manualmente su labor. Y mientras tanto, alguna que otra lagartija se cruza por el camino.

Elías nos muestra una vaina de cacao recién cortada, en la que las semillas aún están rodeadas de una espesa pulpa blanca, algo gelatinosa. Con la otra mano, toma un puñado de granos ya fermentados y secos y nos muestra la vieja maquinaria con la que lo muelen para luego hacer sus productos. Hay que dar manija, mucha manija, porque es una moledora pequeña y de las antiguas, algo herrumbrada. Pero cumple a la perfección su función.

Elías muele unos pocos granos y ahora sí, comienza a flotar en el aire un auténtico aroma a chocolate. Los que se animen a probarlo pueden hacerlo, pero deben saber que el sabor es intenso y muy amargo. Vale la pena. Es un sabor que recordarán cada vez que coman chocolate de ahí en adelante. Luego, nos cuentan los trabajadores, lo llevan al taller en donde lo derriten, dependiendo del caso lo endulzan y terminan un proceso que convierte a los granos de cacao en, por ejemplo, barras de chocolate.

Además del chocolate, que se puede degustar de la forma más fresca posible, también en este paseo se conoce el proceso de elaboración del aceite de coco, de la mamajuana y por supuesto del café, la otra gran estrella de esta plantación ubicada en El Caño.

Al final del recorrido, visitamos una tienda en la que las familias de la cooperativa venden todos los productos que elaboran. Los guías cuentan que la mayor parte de los compradores son los turistas que llegan todos los días.

Revista Domingo realizó el recorrido de esta plantación gracias a las gestiones del hotel Bahia Principe, un complejo hotelero ubicado en una zona privilegiada de Punta Cana y del cual parten numerosas excursiones, entre ellas la de este Safari Chocolate Adventure.

El recorrido es ideal para toda la familia y constituye un paseo en el cual se aprende sobre la historia, la cultura y el contexto medioambiental del chocolate, una delicia cuyo sabor ha conquistado a todo el mundo.

Para hacer el paseo en familia
La ruta del chocolate en República Dominicana

Hay diferentes tours para conocer las plantaciones de cacao y café que hay en República Dominicana. Este recorrido por la cooperativa Chocafé que realizó Revista Domingo fue organizado por la empresa Coming2. Se puede hacer durante todo el año, de lunes a sábado, y tiene la duración de medio día.

Dentro de las recomendaciones para tener en cuenta a la hora de hacer este paseo es llevar protector solar, repelente, calzado y ropa cómoda, sombrero y algo dinero, porque seguramente los visitantes querrán llevarse alguno de los productos orgánicos de los que elaboran en el lugar y que venden al finalizar el paseo.

Los guías que lideran la caminata hablan varios idiomas, por lo que se les puede consultar las dudas que vayan surgiendo. En el recorrido los visitantes pueden degustar desde chocolate recién molido, pasando por café recién tostado, mamajuana y aceite de coco.

Un paseo de este tipo se puede contratar desde los US$ 59 por persona.

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