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Hace sangrar a la gran industria

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Fue la mujer más joven en ingresar a la lista de Forbes.

Gracias a un invento médico, Elizabeth Holmes ya tiene 4.700 millones de dólares y una revolución en sus manos.

Elizabeth Holmes bien podría tener las manos repletas de brillantes. Pero no. Viste discreta, usa una polera negra, de cuello bien alto al estilo Steve Jobs, una chaqueta y pantalón al tono. Tiene un peinado clásico, con raya al costado, y habla con una sencillez que asombra a los más distinguidos médicos que ofician de auditorio. Nada hace pensar que esta joven estadounidense de 31 años abraza una fortuna de 4.700 millones de dólares. Y que logró ese capital sin haber heredado un centavo y habiendo abandonado la universidad en segundo año.

Lo más curioso, quizás, es que su éxito radica en algo tan básico como una gota de sangre. No es que sea una actriz que imita a un vampiro —aunque por el color negro de su vestimenta bien podría serlo—, sino que inventó un método de testeo que no requiere de un doloroso y más invasivo pinchazo, y puede venderse en farmacias. Ella descubrió que solo una gota basta para detectar enfermedades, ahorrándose así horas en hospitales a la espera de una extracción que, además, es costosa. Esta obviedad para la ciencia actual está poniendo en jaque al poderoso negocio de los laboratorios. Y a Holmes le está llenando el bolsillo. Si el año pasado sorprendió al ser la mujer más joven en ingresar a la lista de Forbes de los más ricos de Estados Unidos, este 2015 la encuentra en el puesto 360 del mundo y en ascenso.

Su conquista tiene nombre: Theranos. Así se llama la empresa, mezcla de las palabras en inglés "terapia" y "diagnóstico". Ella posee el 51% de las acciones y el crédito de haber impulsado junto al profesor Channing Robertson una investigación que está dando sus frutos. Sí, su docente de ingeniería química en la Universidad de Stanford pasó a ser su principal aliado. Al terminar su primer año de estudio, la joven empresaria ganó la Beca del Presidente que da el prestigioso centro educativo para impulsar proyectos. Holmes convenció a Robertson, abandonó las aulas y fue en busca de un sueño que tenía desde que su tío murió de cáncer por un mal diagnóstico.

En Silicon Valley, donde tiene la sede Theranos, se encuentra de todo. Al menos esa es la visión que los eruditos salidos de garajes se empeñan en trasmitir. Para ellos, en Palo Alto (California), no existe el imposible. Y en cualquiera de estos emprendimientos puede gestarse la próxima revolución. La discreta Holmes es uno de los emprendedores que han logrado destacarse y ya se la compara con Mark Zuckerberg. De hecho el local que utiliza la joven empresaria es la antigua oficina de Facebook.

"Aquí, en California, puedo ir, comprar una pistola y dispararme, pero no puedo hacerme un test de vitamina D sin permiso", cuestiona la empresaria, quien ya pidió a una farmacia de su barrio que tenga el kit que ella inventó, mientras espera la aprobación para que las grandes cadenas farmacéuticas ofrezcan su producto.

Doce años antes, Holmes empezó a soñar junto al profesor Robertson que cambiar la medicina era posible. Si las personas con diabetes pueden realizarse un examen de insulina poco invasivo directamente en sus casas, ¿por qué no imitar la técnica para otros indicadores?, se preguntó y abrió una minicompañía bajo el nombre en inglés Tiempo de Cura (no era muy "marketinero" por lo que cambió a Theranos). Así comenzó a estudiar la extracción de sangre con tan poca cantidad de fluido que debió modificar varias técnicas químicas.

Una década después de los primeros ensayos y tras más de 200 llamadas pidiendo apoyo económico, Holmes encontró la colaboración de Draper Fisher Jurvetson (financiera que apostó por Hotmail y Skype antes de la compra de Microsoft) y Larry Ellison (fundador de Oracle). En unos meses pasó de ser una unipersonal a contar con 500 trabajadores. No solo eso. Tiene un Consejo de administración en el que figuran personajes como los exsecretarios de Estado Henry Kissinger y Goerge Shultz, o el exsecretario de Defensa Bill Perry.

De familia.

Más allá del impacto que generó en Holmes la muerte de su tío por un cáncer de piel que hizo metástasis a órganos como el cerebro, otras circunstancias serían centrales para su posterior invención. Ella nació en Washington en 1984, pero tuvo que mudarse varias veces por el trabajo de su padre, Christian Holmes IV, integrante de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid). En particular, la inspiró un viaje a China, aprendió mandarín y vendió software por los liceos. El segundo acontecimiento fue cuando a los 9 años leyó la biografía de su tatarabuelo, Christian Holmes, catedrático de Cirugía en Dinamarca y cuyo nombre lleva un hospital. Ahí entendió que tenía un legado: revolucionar la medicina.

Una mujer a la que los hombres acompañan y a la que muchos comparan con los gurúes de la tecnología.

Un look que viene con éxito.

Así como Steve Jobs encontró la inspiración en un viaje a la India, Elizabeth Holmes lo hizo en China. Y ambos triunfaron en Palo Alto, California. También los dos revolucionaros importantes industrias. Pero esos no son los principales motivos por los que el fallecido fundador de Apple y la multimillonaria son comparados, sino su look. Ante el público optaron por vestimenta sencilla, cuellos largos y color negro.

El apoyo de un polémico.

Para parte del mundo, Henry Kissinger será recordado como el Premio Nobel de la Paz que puso fin a la Guerra de Vietnam. Para los latinos, el exsecretario de Estado de Estados Unidos es el hombre que estuvo detrás del apoyo de la CIA a algunas dictaduras en el Cono Sur. Pero para Elizabeth Holmes, este señor de 91 años es una de las figuras del Consejo Asesor de su empresa, Theranos.

Más que una coincidencia.

Está en discusión si la sociedad orwelliana dejó la ficción para ser parte de la realidad. Lo cierto es que 1984, además del año en que ocurre la célebre novela del británico George Orwell, es la fecha de nacimiento de Mark Zuckerberg y Elizabeth Holmes (dos personajes míticos del Silicon Valley). Además de la edad, ambos comparten la ambición y el haber abandonado la carrera universitaria antes de finalizarla.

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