El periodista Diego Fischer arroja luz sobre la vida de Carlota Ferreira, mujer pasional que escandalizó una sociedad pacata.

Mendoza Garibay empezó a transpirar y le temblaban las piernas. Tres jóvenes robustos subieron el cuatro a la tarima. La obra medía 1,30 de alto por 1,00 de ancho. Su cuadro cuidadosamente tallado lo hacía más pesado. Vázquez creía saber quién era la mujer retratada, pero nada comentó. (...) ‘Si no hay más ofertas, vendo el Retrato de señora en 7,50 a la una...’. El golpe seco del martillo a Mendoza le parecía una caricia en la mejilla, como aquellas que la señora del cuadro le solía dar esporádicamente. ‘... En 7,50 a las dos y en 7,50 a las tres. ¡Vendido!’. Manuel se dio cuenta de que su cuerpo se aflojaba y tuvo que recostarse contra la pared y respirar profundo para no desmayarse. (...). Feliz como pocas veces en su vida se había sentido, Manuel Mendoza Garibay se subió al carruaje en la adoquinada calle Zabala y le ordenó al chofer que lo llevara a su casa. Ahora sí, y para siempre, Carlota Ferreira era suya".

Diego Fischer, periodista, guionista, productor y hoy columnista de este diario, ya ha mostrado sobradamente su buen hacer en eso de elegir buenas historias y contarlas de una manera atrapante. Carlota Ferreira, retrato de una mujer que se inventó (Sudamericana, 254 páginas, 490 pesos) es otra muestra. En una sociedad aún pacata e hipócrita, Carlota Ferreira fue una mujer corpulenta, inmortalizada en un cuadro de Juan Manuel Blanes de 1883, cuyo aparente poco atractivo según los cánones de belleza actuales, no le impidieron ser el vértice de un triángulo amoroso que incluyó al propio pintor y a su hijo.

El escritor se debate entre la realidad y la leyenda, que habla de una mujer apasionada y de múltiples amoríos, capaz de escandalizar hasta el paroxismo a una sociedad donde reinaba el "qué dirán". Sin embargo, Carlota, que se casó en cuatro oportunidades, parecía jactarse de su capacidad de conquistar con sus encantos. Fischer, en todo caso, realizó una investigación por Uruguay y Argentina (donde ella murió en 1912) en busca de datos que arrojen luz sobre una de las personalidades más enigmáticas que dio un joven país. Su seducción persiste al día de hoy.

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