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Cuando el rencor nos ayuda a ser mejores

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Se trata de usar al rencor como amuleto protector

Un reciente libro de la escritora británica Sophie Hannah invierte el lugar común sobre los rencores y postula que pueden ser útiles para aprender a perdonar, tanto a otros como a uno mismo.

Alguna vez mantuvo un rencor durante años? Curiosamente, hay quien afirma que los rencores pueden hacerle bien, y a algunos de ellos no deberíamos dejarlos ir así nomás. No es frecuente asociar los rencores a la parte más virtuosa de las personas, pero nuevo año, nuevos aprendizajes. Al menos eso es lo que plantea la escritora británica Sophie Hannah, exitosa y prolífica novelista de historias policiales, poeta y también autora de novelas y libros para niños.

Hannah incursionó el año pasado en la literatura de no ficción cuando publicó Cómo apegarse al rencor, y ella ama a sus rencores. Tanto así que tiene un lugar especial para cada uno de ellos: un gabinete al cual acude para visitarlos y atenderlos.

Hannah no es psicóloga, pero se valió de su experiencia personal -y de muchos años de terapia en los que habló sobre sus resentimientos en detalle- para escribir el libro. Y eso la llevó a idear un sistema para construir y cuidar de los rencores, y así poder sacar provecho de ellos. Aquí, los principales componentes de su sistema.

Redefinir el término

Hannah no tiene por costumbre cambiarle el significado a las palabras que están en el diccionario. Pero al respecto dice que “no hay definición o explicación que no diga que el rencor es un sentimiento negativo, o una colección de sentimientos negativos”. Pero la diferencia crucial para ella es que no considera que el rencor sea un “sentimiento”. Antes bien, es una historia de la cual uno puede aprender y sacar provecho.

“Cuando nos han hecho algo que no nos gusta, el rencor es nuestra historia, lo que recordamos de ese incidente. Y te beneficia acordarte de eso”. La idea es que

ver al rencor desde otra perspectiva y convertirlo en una experiencia de la cual aprender algo.

El rencor, un amuleto protector

Tener un sistema para mantener los resentimientos ordenados es como tener un pequeño ayuda-memoria, que advierte de los riesgos. Suponga que tiene un amigo, Federico, que cuando se emborracha, es un desastre. Si le tiene rencor por eso (por poner un caso: pudo haberse comportado mal en su casa estando borracho) no necesariamente hay que cortar toda relación y dejar de ser amigo de él. Se puede usar ese resentimiento como un seguro, una protección: en vez de invitarlo a casa, es mejor arreglar par encontrarse en un bar o boliche.

Barrer comportamientos tóxicos bajo la alfombra y hacer de cuenta que no pasó nada, solo expondrá a quien hace eso a más comportamientos de ese estilo. Un rencor vivo y saludable puede tanto consolar como validar a la persona que cuida de ese resentimiento. Puede crear un espacio para reconocer que algo malo pasó, y que eso fue importante.

“Somos criaturas que buscan justicia”., dice Hannah. Y los rencores sirven como monumentos erigidos en honor a la memoria de la injusticia que sufrimos. “Estamos constantemente recibiendo mensajes de que los maltratos que sufrimos no importan”. Si nada importa, si nada molesta, uno se está privando de la oportunidad de procesar sensaciones negativas, razona la escritora.

No todos tenemos ese talento

Ahora que se estableció un punto de vista distinto que dice que los rencores pueden ser útiles para el instinto de supervivencia, ¿cómo saber si alguien es capaz de mantener algunos rencores? Dependerá del carácter de cada uno. Si se trata de una persona que analiza el comportamiento para construir un relato que lo explique y lo divida en categorías, probablemente esa persona tenga éxito en la tarea de cultivar los rencores.

Aquellos que se orientan hacia los detalles probablemente también se destaquen en este campo. “En cambio, si eres de esas personas distraídas que a duras penas registras lo que ocurre en tu entorno, entonces vas a acumular menos rencores”, sostiene Hannah.

Anotar

La autora recomienda llevar apuntes de los rencores de manera tal que uno pueda recordar, lo más preciso posible, cómo se sintió cuando fue ofendido. El acto de anotar un rencor, o “construir una historia” del mismo -como lo llama Hannah- proporciona un espacio para poder analizar lo ocurrido. La perspectiva que se gana por el hecho de escribirlo y clasificarlo ayuda a manejar los sentimientos negativos. “Los sacamos para no quedarnos atascados en un sentimiento”, según la escritora, quien además desarrolló una escala para clasificarlos: “Los 10 principios del camino para cerrar un rencor”.

La escala tiene como propósito guiar en el desarrollo del rencor, y servir para que procesemos las sensaciones provocadas por el incidente que inicialmente fue el disparador de ese resentimiento, la ofensa. Pero además, se trata de darle al rencor una perspectiva, porque no todos los rencores son iguales.

La escala ideada por Hannah plantea preguntas sobre las intenciones de la persona que cometió la ofensa (definitivamente malo, posiblemente malo, nada malo); la naturaleza del incidente (muy serio, algo serio, no muy serio) y si la herida provocada por la ofensa fue grande (sí, tal vez, no).

Crear un gabinete de rencores. Parte de este proceso apunta a cosificar a los rencores, convertirlos en artefactos y luego crear un lugar en donde archivarlos. “Cuanto más concretos sean, más te protegerán e inspirarán”, de acuerdo a Hannah.

Para este ítem, ella sugiere alejarse del rencor y depositarlo “físicamente” en un gabinete, que en nuestra era moderna equivaldría a una carpeta de Google Docs, durante al menos un día. Luego, Hannah recomienda volver a leer lo escrito y preguntarse si hay alguna posibilidad de introducir algo de humor o diversión en la historia.

Reescribir el relato

Una buena pregunta para hacerse es la siguiente: “Si pudiera reescribir esta historia cambiando únicamente mi comportamiento, ¿cómo lo cambiaría?” Luego, comparar las dos versiones y preguntarse si los sentimientos negativos experimentados son el resultado de la frustración por no poder cambiar el pasado, o la ira por desear haber actuado diferente. Este ejercicio está diseñado para poder procesar esos sentimientos negativos, y evitar que estos no lo carcoman hasta el fin de los días.

Perdonarse

Como un compendio de decisiones o metas, las historias construidas y redactadas pueden motivar y ayudar a definir aquellos valores que más importan para quien las escriba. Otro ejemplo: si alguien fue muy descortés o maleducado y eso generó un rencor en la persona, la historia construida puede inspirar a su autor a comportarse de una manera más cortés.

Los rencores también pueden alentar a perdonar más. Convalidar, e incluso darle la bienvenida a sentimientos negativos reconociendo que también ellos tienen derecho a formar parte de nuestras vidas, es una manera de evitar que esa negatividad se calcifique.

“Construir” un rencor también empodera a quien acomete esa tarea. En lugar de sentir que se es alguien a quien las cosas le pasan, uno puede convertirse en un participante activo de la situación. Construir y clasificar distintos rencores debería traducirse en un sentimiento de mayor poder, no en uno que equivalga a percibirse como víctima. 

Una coleccionista de resentimientos

En una entrevista para el diario británico The Times publicada en octubre del año pasado, Hannah se define a sí misma como una gran coleccionista de rencores, desde siempre. Y no solo dirige los rencores hacia otros. También lo hace hacia sí misma. “Hannah enumera varios rencores que guarda hacia sí misma”, escribe la periodista que la entrevistó, “como el hecho de no ser lo suficientemente fuerte como para defenderse ante otros, como la vez que se dejó acosar por una amiga cuando estaba en Amsterdam y fue a la casa de Anna Frank en Amsterdam, por más que no quería hacerlo. ‘Pero ahora mi sistema me permite darle una segunda oportunidad a los demás, al tiempo que no me hace pensar a los demás que se salen con la suya’”. Hannah cuenta del caso de un amigo suyo que siempre se pone del lado de los demás cuando ella discute con otras personas. “Mi sistema me permitió ver que no tengo que juntarme con él cuando necesito ayuda o un aliado. Porque él siempre va a estar del lado del otro”.

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