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La realidad virtual como terapia para hacer olvidar el dolor

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TECNOLOGÍA

Una terapia mediante realidad virtual propone un camino impensado para combatir el dolor: consiste en “confundir” al cerebro con sobrecarga de información

Estaba preparando las valijas para regresar a casa cuando me atacó un espasmo intenso en la espalda. Ni siquiera un puñado de analgésicos pudo aliviarlo. Mientras mis hijos mellizos, que en aquel entonces tenían 8 años, me empujaban en una silla de ruedas por el aeropuerto, uno de ellos sugirió: “Mamá, si piensas en otra cosa, no te dolerá tanto”.

En ese momento, no pude apreciar la sabiduría del consejo. Ahora, cuatro décadas más tarde, una sofisticada técnica de distracción le sirve a pacientes de todas las edades a soportar el dolor, tanto agudo como crónico. El método, llamado Virtual Reality Therapy (VRT, o “Terapia de realidad virtual”), va más allá de una simple distracción, como podría ser la televisión. Más bien, sumerge por completo al paciente en un ambiente relajado e interactivo que hace que el cerebro se mantenga tan ocupado que no puede procesar sensaciones de dolor al mismo tiempo.

“No solo es una distracción. Es como un narcótico endógeno que produce una explosión fisiológica y química que te hace sentir mejor”, comenta Jeffrey I. Gold, de la clínica para el manejo del dolor pediátrico del Children’s Hospital de Los Ángeles. “Es distinto a leer un libro o jugar. Es una experiencia multisensorial que involucra la atención de la persona a un nivel mucho más profundo”.

La VRT se usa cada vez más a medida que la “epidemia de opioides” sigue incrementando y el precio del equipo necesario ha caído. Hasta ahora, se ha usado de manera más generalizada y con un mayor éxito para ayudar a niños y adultos a soportar el dolor agudo, y también puede acompañar la colocación de una intravenosa o el aseo de quemaduras. Sin embargo, también puede mejorar la eficacia de técnicas tradicionales para tratar dolores crónicos debilitantes como la terapia física, la hipnosis y la terapia cognitiva conductual.

Hollie Davies (41 años) le debe su movilidad actual a un terapeuta que sugirió que probara la terapia para un dolor persistente que comenzó a afectar gravemente su vida tras un accidente de tránsito. Ese accidente le provocó una serie de golpes muy dolorosos. “La VRT me pareció fascinante. Pasaba entre diez y veinte minutos en una habitación oscura mientras una pantalla 3D montada sobre mi cabeza me transportaba a un lugar muy relajante, me enseñaba sobre la naturaleza del dolor, cómo el oxígeno viaja por mi cuerpo, cómo concentrarme en mi respiración, relajar mi cuerpo y a no pensar en nada más”.

En esencia, el dispositivo inunda el cerebro con tanta información que este no puede registrar señales de dolor. Cuando un mensaje de dolor intenta pasar, “el cerebro le da una señal de que está ocupado”, menciona Hunter Hoffman, director del centro de investigación de VRT en la Universidad de Washington, en Seattle.

Como herramienta para superar el dolor y el temor a una inyección, por ejemplo, los niños pueden esforzarse por ganar puntos lanzando pelotas a osos de peluche en un programa de realidad virtual. “Los niños pueden llegar a preguntar: ‘¿Cuándo me van a vacunar?’. Y le respondemos: ‘Ya lo hicimos hace cinco minutos’”.

Hoffman diseñó uno de los primeros programas para esta terapia, llamado SnowWorld ("Mundo de nieve"), para tratar a pacientes con quemaduras, quienes a menudo afirman que “la limpieza de sus heridas es como volver a quemarse”. El entorno virtual con nieve es un contraste absoluto con la causa de sus quemaduras.

Por supuesto, si el tratamiento solo involucra la realidad virtual, una vez que se quitan el casco con el programa computarizado, el dolor puede y seguramente regresará. “No es una cura, es un tratamiento auxiliar junto con otros métodos que sabemos que funcionan”, dice Larry Benz, fisioterapeuta.

La realidad virtual aún no está lista para ser la primera opción en el tratamiento para el dolor crónico, ni tampoco debe considerarse un remplazo de la medicación. “No es la panacea, sino una herramienta para enseñar muchas cosas distintas”, afirma Gold. “A diferencia de los opioides, no te vuelve dependiente. Es una herramienta para romper el ciclo de dolor y estrés que provoca un descontrol en el sistema nervioso. Puedes aprender a pensar que estás bien en vez de pensar que estás enfermo”. 

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