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"Quiero acercar la ciencia a la gente"

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El biólogo molecular Juan Cristina entrevista personalmente a aspirantes.

Es biólogo molecular y le apasiona el estudio. Al frente de la Facultad de Ciencias pretende cambiar el paradigma del “científico raro” y se ocupa de los recién llegados.

Entre enero y febrero mantiene decenas de entrevistas con jóvenes que han terminado la Secundaria y sondean una carrera universitaria. Es el papel que más le gusta, siente que hay que apostar todo a esos muchachos que están buscando su horizonte. Que el decano en persona los reciba en el enorme edificio que la Facultad de Ciencias ocupa en Malvín Norte demuestra su impronta. De hecho, tan convencido está de la tarea que ha abandonado prácticamente los cursos de posgrado, lo esperable para un decano, para dedicarse de lleno a dar clases durante el primer semestre.

El doctor en biología molecular Juan Cristina (60) divide su tiempo entre la docencia y la investigación. De hecho, en este momento su laboratorio está enfocado en los temas vinculados con los virus del dengue, el zika y la chikungunya. Y cuando tiene tiempo libre le gusta leer sobre física cuántica. Su apetito por el conocimiento no ha disminuido aunque lleva décadas ocupado en ello.

Con la corbata floja recibe a Domingo en el despacho del rectorado de la Universidad, donde hace la suplencia a su amigo el rector Roberto Markarián. Cristina es un hombre sencillo y pone todo su empeño en demostrar que la ciencia no está alejada de la gente, no debe estarlo. Sin complejos, pese a que su apellido le granjeó burlas de chico, Cristina siempre está dispuesto a desenfundar una sonrisa. Y a debatir, algo así como su segunda pasión.

"Si algo me quiero llevar de todo esto es haber acercado la ciencia a la gente", dice como un predicador convencido de su fe. De algún modo, el gigante sobre la calle Iguá guarda una estrecha relación simbólica con la filosofía que encarna el decano.

El conjunto de edificios específicamente construidos para sus fines académicos e inaugurado en 1987 convive con un entorno complejo, de esos que la sociología urbana suele denominar como "contexto crítico", y en los medios suele aparecer como "zona roja".

Complejos de viviendas que se han ido degradando, asentamientos y ranchos desperdigados en la ribera del arroyo Carrasco que surca la zona y en medio de ese paisaje la mole de quince pisos que ya define la silueta de la ciudad.

Túnica y moña.

Juan Cristina se siente orgulloso por provenir, como la mayoría de los uruguayos, de la escuela pública. De hecho, periódicamente se reúne con sus viejos compañeros de primaria por camaradería y para buscar apoyo para la vieja Escuela N°60 en la calle Solferino y Francisco Solano. "No era muy buen estudiante", dice con resignación Cristina.

De hecho, cuando volvió a la escuela, pero ya como decano, la directora desempolvó los viejos registros y comprobó que el antiguo alumno había tenido discretas calificaciones. No pudo evitar el rezongo de la maestra cuando vio que había aprobado sexto con apenas bueno. Hizo la enseñanza media en el liceo 14 y allí descubrió su vocación. "En realidad yo sabía dos cosas: mataba por hacer experimentos en el laboratorio y me gustaba la biología, ahora qué iba a hacer no tenía la más pálida idea", confiesa el científico.

De esa manera terminó por licenciarse en Ciencias Biológicas, pero continuó su educación en España. Allí terminó por doctorarse en la Universidad Autónoma de Madrid e hizo un posgrado en el Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas del National Institute of Health, de Bethesda, Maryland, Estados Unidos.

Desde 2010 es decano de Ciencias y además dirige el laboratorio de virología molecular, que en este momento cumple labores estratégicas en la lucha contra las epidemias que acechan al país. La facultad tiene una matrícula cercana a los cuatro mil estudiantes, con materias que van desde las matemáticas, la física, a las ciencias ambientales y la biología.

Juan Cristina divide su tiempo entre la docencia y la investigación. Le preocupa el estado actual de la educación y por ello resolvió dedicarse de lleno a los que se inician. "Me llevó a esto el ver que los jóvenes, a pesar de estar tan informados, no estaban tan formados. Y fueron muy fructíferas las charlas porque tuve también yo que aprender de otro mundo distinto, y también surgían preguntas que yo considero que está bueno hacerlas", asegura.

Las consultas más frecuentes con las que se suele topar en esas charlas son bien inmediatas. ¿Cuánto se gana como científico? ¿Cómo hiciste para llegar hasta aquí? "Me parece que es algo muy genuino, viven en el siglo XXI y están preocupados por cuánto van a ganar, no me parece mal", dice.

Pero también les habla a los padres. De hecho, está convencido de que son más fructíferas las reuniones con las familias que las entrevistas presenciales con los chicos, que luego deberán decidir con sus padres qué camino tomar. Con los jóvenes Cristina suele ser bastante frontal. "Yo les digo: ¿Y si yo en vez de firmarte el título de licenciado en biología te firmo otro, qué título querés? Yo le digo al rector que me deje y yo te lo firmo, ¿cuál querés? ¿Ingeniero agrónomo? Te lo firmo, ¿pero, y después qué? ¿Tu padre tiene campo? Porque yo me veo en la obligación de decirles estas cosas. No, mi papá trabaja en una tienda. ¿Y a vos te parece que si tu papá trabaja en una tienda vos no la vas a tener que remar como yo que soy biólogo?", cuenta.

Aunque las condiciones para ser investigador científico en Uruguay han mejorado en forma notable, asegura el decano, las limitaciones persisten. Y ello es lo que trata de transmitirles a los chicos, datos objetivos que deberán tener en cuenta. Como por ejemplo que la inserción de los egresados de Ciencias en las empresas públicas del país es menor al 15%, mientras que en el sector privado no pasa del 12%. El 55% de los egresados de Ciencias se desempeña como investigador dentro de la Universidad de la República, no necesariamente dentro de la facultad que cuenta con varios centros de investigación.

Sin embargo, él mismo suele ponerse como ejemplo de lo que se puede lograr con ser proactivo, un adjetivo que no se cansa de utilizar.

"Alguien que salió de una escuela pública de barrio y llegue a ser investigador de los institutos de salud nacionales de Estados Unidos habla de un Uruguay grande", ejemplifica para cualquier caso.

Aunque prudente, mira con preocupación cómo llegan los jóvenes al sistema educativo terciario.

¿Usted cree que hoy los jóvenes necesitan más orientación?

—Yo creo que están desamparados, no le va a gustar a la gente que lo diga a así, pero yo creo que sí están desamparados. A veces se estigmatiza a los jóvenes como una generación que no tiene intereses, que son apáticos, que no les importa nada, y eso no es verdad. Tienen muchos intereses, lo que pasa es que son distintos a los nuestros. Por eso cuando les hablo a las familias les digo: Mire, usted no puede pretender que su hijo vaya a la universidad como fuimos nosotros, ese mundo ya no existe más. Es probable que el muchacho o la chica que va a la universidad tiene que ver si esa propuesta le convence. Hoy cambiar de facultad no es como antes; no debe verse ese año de entrada a la universidad como un año perdido, no es perdido en absoluto. Entonces muchas veces nosotros los frustramos a los jóvenes que viven en un mundo que no es fácil, obviamente el nuestro no fue fácil tampoco.

Cristina sabe que los tiempos han cambiado. Incluso descree de las clases magistrales que hicieron la tradición universitaria en todo el mundo y que hoy, advierte, están en desuso. Y cree que hoy un docente debe ser más un coach, un "compañero de ruta" del estudiante.

Durante su decanato Cristina estableció el arranque del año lectivo con una carrera. Una bienvenida en la que todos se ponían las championes y ropas deportivas y se lanzaban a correr. "La carrera que corríamos los profesores con los estudiantes era muy simbólica. Era como decir, esta es tu carrera, yo corro contigo, te acompaño, sudo contigo, me canso contigo, pero vos tenés que ser proactivo. Esa es la función de un docente", dice el decano.

En busca de virus.

De su trabajo en el Instituto de Alergias y Enfermedades Infecciosas de Bethesda, Maryland, Juan Cristina recuerda con emoción sus investigaciones en torno al virus respiratorio sincitial, que ataca a bebés menores de dos años y provoca síntomas de bronquiolitis que pueden derivar en su internación en CTI. "Todavía hoy es un problema en la pediatría", dice Cristina. Es uno de los virus que monitorea el laboratorio de virología molecular que continúa dirigiendo. Además de la docencia, el doctor Cristina es consultor del Organismo Internacional de Energía Atómica, investigador Nivel III de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) y docente grado 5° del Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas (Pedeciba). Como lector apasionado de filosofía, religión y, sobre todo, ciencias duras, Cristina también ha tenido un quehacer muy activo en publicaciones. Además de haber escrito en varias revistas científicas, es autor del ensayo El paso del Rubicón. Bioética para el Siglo XXI (2006). Por sus contribuciones ha recibido varios premios y distinciones a nivel internacional. Tiene dos hijos varones de 21 y 23 años, uno estudia Derecho y el otro Veterinaria.

SUS COSAS.

Lecturas.

En su tiempo libre Juan Cristina lee mucha filosofía, pero particularmente la obra del físico austríaco Erwin Schrödinger, Nobel de Física en 1933, considerado como uno de los padres de la física cuántica. Alterna estas lecturas con la Biblia, en particular el Nuevo Testamento.

Naturaleza.

"Como biólogo me gusta mucho la naturaleza, me voy al campo cada vez que puedo", confiesa. Tiene una casa en La Floresta, a la que va tanto en verano como en invierno. Le gusta cortar leña, salir a pasear "aunque haya terrible tormenta", para ver en directo el "milagro" de la biología que tanto le apasiona.

Ejercicios.

Más que ver fútbol le gusta practicarlo, aunque reconoce que hace mucho que no juega un partido. En cambio sí hacer ejercicios en forma periódica para mantenerse en forma. "Voy a los partidos de la selección", aclara, donde se comporta como un hincha más en las tribunas.

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JUAN CRISTINARENZO ROSSELLO

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