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"El principal generador de humor es la realidad"

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Rubino vive rodeado de trofeos. Tiene más de 70. Foto: Ariel Colmegna.

Con 34 carnavales encima, el libretista más premiado del parodismo continúa fiel a su método de hacer humor. Es la forma con la que mantiene vivo su sueño de ser científico.

Fue cuando estaba en segundo de escuela. La maestra Dilma preguntó qué era Beethoven. El inquieto alumno Horacio Rubino levantó la mano y respondió: "Sordo". Aquel fue el primer chiste del que tenga registro el hoy libretista más premiado del parodismo uruguayo. Le salió sin pensarlo, de forma natural, gracias a un talento innato que muchos años después y fuera del aula le daría sus frutos. Tanto es así que en su carrera obtuvo más de 70 trofeos de Carnaval, fue el protagonista de uno de los programas infantiles televisivos más taquilleros de la década de los años 90, participó como guionista en Videomatch y Decalegrón, y sus textos fueron bien recibidos en la radio y el teatro. Por si caben dudas, el método Rubino para el humor existe, triunfa y perdura.

Sí, el método. Su casa de Flor de Maroñas es una mezcla de recoveco de intelectual, con libros perdidos por todos los rincones, y un laboratorio científico. Al menos así lleva adelante su profesión este carnavalero que el martes o el miércoles cumplirá 53 años —es que nació un 24 de febrero, pero lo inscribieron el 25—. Por las madrugadas enciende su computadora con dos monitores. Desglosa los datos que fue recopilando con su grabador durante el día. En una ventana escribe el texto principal, en otra abre un programa de rimas para las canciones y tiene a su alcance una colección de chistes de su autoría —superan los 1.000— que guarda clasificados por temáticas. Hasta usa modelos matemáticos para hacer efectivos esos chistes. Cita el caso de la regla de tres, un ejercicio muy empleado por sus referentes Les Luthiers, que consiste en rematar en la tercera frase, luego que dos anteriores crearon el clima.

En forma sistemática revisa la prensa del día, uruguaya y extranjera, toma apuntes, subraya y archiva. Según su estadística, 8 de cada 10 de los temas que aborda con Momosapiens —grupo de parodistas que fundó hace 24 años— y en su programa de radio Que parezca un accidente, surge de la actualidad. "El principal generador de humor es la realidad", asegura y por eso está constantemente pendiente de las noticias que circulan en las redes sociales y que revisa en su teléfono inteligente.

Su manera de proceder no es extraña. En parte porque se basa en los guionistas de los dibujitos animados —como Bob Esponja o Los Simpsons—, que son "todos ingenieros o científicos", y de los que se declara admirador. Y en parte porque aquel niño inquieto que no pudo ser abanderado como sus hermanos, debido a que "dispersaba a los compañeros de clase con sus bromas", soñaba con ser físico.

Cuando vivía en el Centro pasaba noches enteras mirando el cielo desde la azotea de su casa con un telescopio que le perteneció al biólogo Clemente Estable. Leía las obras de Einstein, Newton y Galileo Galilei. Y descartó hacer una carrera científica porque, por entonces, la opción más cercana estaba en Bariloche. A cambio, empezó el curso de analista en sistemas que no terminó, algo de lo que se arrepiente.

No le era fácil decidirse entre la exigencia de las formalidades de la ciencia y el arte que también peleaba por ganarse un lugar. Los primeros textos que creó en una máquina de escribir Remington —esa que usaban los corresponsables de guerra, aclara— cobraron fuerza y, luego de un taller de teatro en la Asociación Cristiana de Jóvenes, las letras le ganaron la pulseada a las ecuaciones. Carlos Viana lo invitó a los parodistas Los Klapers, hace 34 carnavales, y desde entonces quedó atrapado en lo que define "un hobby muy caro".

¿Por qué? "Cualquier contador te diría que en base al esfuerzo invertido, el Carnaval no da plata", argumenta, y admite que de joven fue muy malo para los negocios. El caso más emblemático fue en 1986 cuando fichó con Los Gabys, el clásico rival de Los Klapers, y no pudo hacer la diferencia. "Ahora es común, pero en aquel momento fui catalogado como el gran traidor; el que pasó de Nacional a Peñarol".

Es que Rubino cotizaba. No solo era bueno escribiendo, sino que cantaba en falsete como los Bee Gees e integraba la fila de los bailarines "facheritos". Hoy, con 110 kilos —"y bajando"— producto de una diabetes tipo II y cierto vicio por la comida que se acrecienta con el "sedentarismo de pasar horas escribiendo en una computadora", aquella parece una época lejana.

Pero él jamás esquivó las multitudes ni a las hinchas que le pedían autógrafos hasta en las nalgas —literalmente—. A lo sumo necesitó de unos guardaespaldas que le abrieran paso para llegar en hora a las actuaciones, cuando tenía hasta 14 shows en una noche (ese fue su récord y confiesa que hoy lo cansan los tres o cuatro que tiene en promedio).

Al éxito del parodismo, se le sumaba el furor que causó el dúo que integró con Gabriela Lopetegui en el programa infantil Requtesábados (más tarde Requetedomingos y Requetedivertidos).

"Hoy la gente de treinta y pico me para a rememorar episodios de Horacio y Gabriela. Una vez mi mamá, quien falleció el año pasado, se tenía que hacer un trasplante de córnea. Increíblemente quien tenía que ir a buscar la córnea al Banco (de Órganos) y luego trasladarla era yo. La llevé en una heladerita, con todos los nervios, y el doctor me dice: Sé que estás en otra cosa pero yo te veía cuando estabas en el programa de niños. ¿Por qué no vuelven? Ya no hay nada como lo que hacían ustedes."

Límites

Hay un Horacio Rubino que, rodeado de sus dos perros, dos gatas y una tortuga, cuenta que necesita creer en la naturaleza. Hay otro, el científico, al que le cuesta "tener fe, al menos en un Dios". Por eso mismo,los grandes dilemas filosóficos son recurrentes en sus parodias. Dice no haber tenido problemas por algún texto que abordó temáticas delicadas. Al contrario. "Un año hicimos Sacco y Vanzzeti (en 1998, primera vez que ganó Momosapiens). A la Federación Anarquista en principio no le gustaba que un grupo de parodistas tocara la temática, luego fueron a vernos. No solo les gustó tanto, sino que iban en las actuaciones y tiraban volantes en los tablados con información sobre estos personajes. Con la parodia de Vaimaca Pirú la asociación de descendientes de charrúas se quedaron recontentos y nos invitaron a actividades de la agrupación. Con La lista de Schindler tuvimos no solo la felicitación de la colectividad judía en Uruguay, sino que nos invitaron a hacer la parodia en el templo de la calle Canelones. Fuimos a actuar y cuando terminó la parodia la gente, que en su mayoría estaba llorando, se paró a aplaudir".

—¿Hay límites para el humor?

—Sí, de hecho la parodia de La lista de Schindler me costó mucho escribirla porque era complicado darle paso a la risa. Y hay cosas que están pasando en el mundo, ahora, que serían muy difíciles de tocar con humor: el choque entre religiones que son jueces absolutos de la gente y matan civiles como pasó con (el periódico francés) Charlie Hebdo o las decapitaciones que hace el Estado Islámico.

En todo caso, su aporte va por otro lado. Le quitó al parodismo el estilo señorial para imprimirle un humor absurdo y de sorpresa (o de dibujitos animados, como le dicen). Es quien marcó la diferencia con algunos colegas de su categoría y trata "de hacer un Carnaval menos pasional". Es quien actuó en el Teatro de Verano con una vía tras una internación pero, en lugar de enorgullecerse, maldice aquella aventura. Es quien, aun siendo director, genera que los ensayos duren más tiempo por sus constantes bromas, como cuando era niño y dudaba entre ser científico o actor.

Sus cosas

Su reliquia

Dentro de una vitrina y rodeado de trofeos de Carnaval, Horacio tiene un telescopio que le perteneció a Clemente Estable, su familiar lejano. Un hijo del biólogo se lo regaló y mientras el libretista vivía en el Centro subía a la azotea de su casa y analizaba el cielo. Hoy es solo una pieza con historia a la que le falta el trípode de madera, que se apolilló.

Su biblioteca

Leer es uno de sus principales hobbies. Además de los clásicos, en su biblioteca no pueden faltar una colección de revistas de humor y las obras de físicos como Albert Einstein y Stephen Hawking. "A veces son libros complicados de entender en su totalidad— admite— pero soy un apasionado de la física y la astronomía". Interés que deja entrever en sus guiones.

Su fama

Junto a Gabriela Lopetegui, a quien conoció haciendo teatro en la Asociación Cristiana de Jóvenes, Horacio encabezó uno de los programas infantiles más exitosos de la televisión uruguaya: Requetesábados —luego Requetedomingos y Requetedivertidos—. Las canciones que crearon para aquel ícono de Canal 4 fueron Cassette de Oro (unas 3.000 copias vendidas) y de Platino (el doble) en 1990.

Sus referentes

La comicidad de Mel Brooks, el humor inglés de Monty Python o Mr. Bean y la gracia visual de Benny Hill son parte de la inspiración de Horacio Runino. Pero hay un grupo que lo cautivó "toda la vida": Les Luthiers. "Una vez les llegó un libreto mío y recibí elogios", recuerda con orgullo. Pero nunca pudo ser colaborador de estos humoristas argentinos.

Su apuntador

Horacio lleva a donde vaya su iPhone y una grabadora digital. Registra todo chiste o comentario ingenioso que pueda aportar a sus libretos. En la noche, ya en su casa, hace un desglose y archiva el material recolectado en su computadora. Tras la fractura en una mano, aprovecha para escribir manualmente "así la musculatura toma fuerza".

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Rubino vive rodeado de trofeos. Tiene más de 70. Foto: Ariel Colmegna.

Horacio RubinoTomer Urwicz

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