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Esos pequeños cero carne

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Los expertos observan un aumento de los niños vegetarianos.

Para los niños, llevar una alimentación vegetariana puede ser saludable. La clave es tener una dieta planificada, balanceada y que supla la ausencia de proteínas.

Primero fueron las presas de pollo. Sofía, diez años, bucles dorados y mirada angelical, no las podía ni ver. Si tenían piel y rastros de alguna pluma, peor aún. Después fue el pollo en todas sus versiones. Ni en churrasco ni en strogonoff, a duras penas en la milanesa. Las achuras eran mala palabra para ella —"¿mentira que lo que estás comiendo es el riñón?", le preguntó una vez a su papá—, pero la carne de vaca le gustaba demasiado. Eso sí, evitaba explicaciones, incluso leer la etiqueta que tienen las bandejas en el supermercado: "nalga", "costilla", "colita de cuadril"… El pescado era lo que funcionaba mejor. Pero un día, la piel del salmón —sobre la que este ejemplar de agua dulce se cocina— le empezó a generar rechazo. Una noche, dijo que no lo quería ni probar. Tomó la libreta de notas de la cocina y con un drypen gastado escribió: "Desde hoy, soy vegetariana".

Aunque en Uruguay no hay estudios ni cifras al respecto, la "percepción" de pediatras y nutricionistas es que, sobre todo en los últimos años, este escenario "parece ir en aumento". En Estados Unidos, donde sí se investigó el tema, las encuestas revelan que 7% de los niños y adolescentes de entre 8 y 18 años no ingiere carne, 3% no come carne, aves o pescado y 1% tampoco consume derivados lácteos.

Sin embargo, la situación no es para preocuparse. Según la Asociación Dietética Americana, llevar adelante una alimentación vegetariana puede ser una opción saludable, nutricionalmente adecuada e incluso promover beneficios a la salud, reduciendo el riesgo de cardiopatías, obesidad y alteraciones en el perfil lipídico. Eso sí, para que resulten "prácticas dietéticas adecuadas" para los más pequeños "se requiere una planificación especial" que evite "posibles carencias nutricionales", sostiene la licenciada en nutrición Paula Moliterno.

La presidenta del Comité de Nutrición de la Sociedad Uruguaya de Pediatría (SUP), Cecilia Pacchiotti coincide: "Cuando las dietas son planificadas adecuadamente, el crecimiento también lo será". Al no haber estudios en niños, agrega, no es posible afirmar con certeza que ser vegetariano afecte su salud. En adultos, en tanto, las investigaciones muestran que son más delgados y tienen menos muertes por causa cardiovascular.

Pero, ¿cuál es el primer paso a dar cuando un niño de la familia no quiere comer más carne? Para María Pía Bonet y Cecilia García, licenciadas en nutrición del Centro Médico Ravena, lo principal es indagar cuáles son los motivos que lo llevaron a tomar tal decisión. "Discriminar si es por contagio de sus pares, por moda o por una cuestión filosófica", dicen las expertas. Sobre todo con los adolescentes, advierte la integrante de la SUP, "hay que tener cuidado de que no sea un tipo oculto de desorden de alimentación del tipo anorexia".

El siguiente paso, entonces, es asesorarse con un nutricionista "para que elabore un plan de alimentación adecuado y le enseñe cómo suplir los nutrientes que no va a obtener al dejar de consumir carnes", señala Bonet. En términos generales, advierte Moliterno, hay que tener presente que "cuanto más restrictivas sean las dietas y más pequeños los niños, mayores serán los riesgos de deficiencia de nutrientes clave".

¿Qué se pierde?

Más allá de gustos y preferencias, la ciencia indica que las carnes aportan, principalmente, proteínas de alta calidad fundamentales para el desarrollo de los tejidos y el crecimiento. De hecho, las proteínas animales tienen los nueve "aminoácidos esenciales", llamados así porque son indispensables para el cuerpo y se adquieren a través de los alimentos. Para compensar su ausencia, Moliterno sugiere consumir leguminosas (porotos, lentejas, garbanzos), soja y subproductos como tofu. En el caso de los ovo-lacto-vegetarianos, sumar leche y huevos. "Un consejo puede ser organizar las comidas principales en torno a un alimento fuente de proteína", dice la nutricionista.

Las carnes, además, aportan hierro, mineral que contribuye al transporte de oxígeno en la sangre, y por tanto imprescindible para un adecuado desarrollo mental, motor y de la función inmune. Los vegetales también lo tienen, pero su absorción no se da con tanta facilidad. En los períodos de "rápido crecimiento", advierte Pacchiotti, de la SUP, su carencia no es conveniente. "Se recomienda acompañar las comidas con ácido ascórbico, que se encuentra en los cítricos y que favorece la absorción del hierro que hay en los vegetales", dice. En esa línea, Bonet y García sugieren acompañar las comidas con verduras de hojas verdes y consumir abundantes frutas (naranja, mandarina y pomelo) y verduras (tomate, brócoli y morrones) ricos en vitamina C, que ayudan a la absorción del hierro.

En cuanto a las grasas, los vegetales son ricos en ácidos grasos del tipo omega 6 pero no en omega 3, que sí están en el huevo y pescado. El omega 3 es importante para el desarrollo cerebral y la prevención de enfermedades cardiovasculares. Para ello, las expertas recomiendan aumentar, por ejemplo, la ingesta de aceite de canola, soja y frutos secos.

En familia.

La situación es distinta cuando los padres también son vegetarianos. Y cuando el niño lleva ese tipo de dieta desde su nacimiento. "En estos casos debemos dar asesoramiento para todos", dice Pacchiotti. "En las madres que son veganas estrictas y que alimentan con pecho exclusivo a sus bebés, su leche puede tener carencias por ejemplo de vitamina B12", explica. Esta vitamina se obtiene únicamente de derivados animales como carne, huevos o lácteos y si ellas no lo ingieren su leche no la tendrá. "Es una vitamina fundamental para el desarrollo neurológico de los niños y su déficit puede producir un daño irreversible. En los niños más grandes y en adultos puede dar trastornos del tipo psiquiátrico y también anemia. Es importante complementarlos con suplementos vitamínicos si no comen estos alimentos", agrega. Además, señala que las "mal llamadas" leches de almendra o soja son bebidas que desde el punto de vista nutricional no son comparables a la leche en cuanto a proteínas, y tampoco contienen vitamina B12.

Pese a que se trata de cuerpos en constante crecimiento, los especialistas consultados por Domingo coinciden en que la edad —sea primera infancia o adolescencia— no debe ser un factor de preocupación. "En realidad el riesgo mayor es que falten nutrientes esenciales para lograr un óptimo crecimiento. Cuanto más restrictiva es la dieta, mayor es el problema", advierta Pacchiotti. Por eso, hay que lograr que la cantidad de calorías sea la adecuada, lo que se alcanza aumentando el número de comidas y agregando alimentos como frutos secos, palta y semillas. Para Bonet y García lo fundamental es la planificación: con la ayuda de un profesional armar una dieta "que asegure un correcto aporte nutricional para impulsar el desarrollo". Aunque hay ciertos recaudos, Moliterno destaca las ventajas que una práctica vegetariana tiene sobre una dieta convencional: "Consumen más fibra, más frutas y verduras, y menos productos ricos en azúcares y sal. Y suelen trasladar estos buenos hábitos de alimentación a las etapas adultas de la vida".

¿Y si toda la familia es vegetariana?

"Lo fundamental es planificar adecuadamente la alimentación, optando por la variedad y asegurando el cumplimiento de las cuatro comidas básicas, e incluso pequeñas ingestas entre horas", explica la nutricionista Paula Moliterno. Cuando van creciendo, se debe incluir cereales, panes y leguminosas, con énfasis en alimentos fuente de hierro, calcio y zinc, necesarios durante la infancia.

¿Varía según el género?

Según los expertos consultados por Domingo, no habría mayor diferencia entre niñas y varones en cuanto a los nutrientes que deben consumir. Sin embargo, las nutricionistas María Pía Bonet y Cecilia García, del Centro Médico Ravena, sugieren que las niñas con una dieta vegetariana "requieren más atención y control para evitar deficiencias de hierro a causa de la menstruación". Más allá del género, la licenciada Paula Moliterno no recomienda las prácticas crudistas en bebés y niños.

PARA TODOS LOS GUSTOS.

Ovo-lacto-vegetarianos.

Son aquellas personas que no consumen carne de vaca, pollo o pescado, aunque sí huevos, leche, queso y otros productos lácteos, además de alimentos de origen vegetal.

Veganos.

También llamados vegetarianos estrictos, no consumen alimentos de origen animal y sus derivados, incluyendo lácteos, huevos o miel y excluyen de su vida todos los productos que puedan tener relación con la explotación del reino animal.

Crudismo.

Es la práctica de consumir alimentos sin cocinar, no procesados y a menudo orgánicos en un porcentaje bastante alto (60% al 100%) de la dieta.

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Los expertos observan un aumento de los niños vegetarianos.

Salud Daniela Bluth 

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