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Padres, hijos y familias en el Carnaval

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Paula, Carlos y Serrana Barceló humoristas Sociedad Anónima

DE PORTADA

¿Cómo es tener un padre que fue figura carnavalera cuando el hijo quiere seguir por el mismo camino? Historias de familas devotas de Momo.

Seguir en el camino que ya había recorrido el padre o madre solía ser de lo más común. Pero entre Elvis Presley, The Beatles y el Mayo Francés, la rebelión contra los progenitores fue, durante años, lo más cool. Tal vez porque el Carnaval uruguayo es un universo artístico con una identidad desarrollada y propia, ese gesto de rebelión —identificado con el rock— no cundió y son varios los ejemplos de continuidad y tradición. O quizás ese sea el signo de los actuales tiempos, ahora que la Generación Baby Boomer está por dejar su lugar en la historia de manera definitiva.

Lo cierto es que en el Carnaval hay varios ejemplos de pasarse la antorcha de una generación a otra. Pero así como cada relación de pareja es un mundo en sí mismo, también cada vínculo filial tiene sus peculiaridades. Las cuatro historias aquí presentes tienen todas ellas rasgos propios, aún cuando las hilvana una misma pasión: el tablado y la relación que se genera entre el arriba y el abajo de los escenarios.

Reír en familia

Sociedad Anónima
Humoristrs Sociedad Anónima. Foto: Paola Alcorta. 

 Carlos Barceló, director de los humoristas Sociedad Anónima comparte con sus dos hijas Serrana y Paula (18 y 24 años, respectivamente) el escenario todas las noches. Cuando se dio cuenta de que tanto una como la otra tenían inclinaciones artísticas, se puso contento. Y había más de una razón, según Carlos, para ver con buenos ojos el ingreso de las chicas al ambiente de la fiesta popular. “El Carnaval tiene un montón de fortalezas sociales que son fantásticas. Yo, de joven, quise ser actor de teatro, pero me encontré con que en el carnaval estaba todo lo que me parecía importante: la gente, los temas de actualidad... Era algo que estaba mucho más vivo que el teatro, especialmente en el interior (Barceló es de San José). A mí me pareció muy bueno que exploraran ese camino".

—¿Las fuiste preparando para esto?

—Sí, pero no de una manera consciente. Se fue dando de una forma natural, porque en Sociedad Anónima hay lugar para que sus integrantes lleven a familiares. Mi esposa es la coordinadora del grupo, así que ya hay un ambiente familiar.

Las hijas dicen, cada una por su lado, algo muy parecido: aunque Sociedad Anónima esté integrada por bastante más gente que ese núcleo, también hoy parece imperar una sensación de familiaridad, lo que otorga confianza a la hora de intercambiar ideas lo que se viene y evaluar lo que se hizo en los escenarios.

Como dice Paula, en la mesa familiar es donde —a menudo-—se define lo que hará Sociedad Anónima artísticamente cuando empiece Carnaval. Y tanto ella como Serrana participan del entramado de ideas, sugerencias y definiciones que conformarán el espectáculo humorístico. Para esta edición, además, la mayor de las hijas también participó en la creación de los textos de los humoristas, la primera vez que lo hace.

Hay, afirman tanto una como la otra, mucha libertad para aportar, pero también hay responsabilidades. Cuando Carlos vio que sus hijas demostraban interés por subirse al escenario con él se puso contento y les abrió las puertas, pero también les dijo que había que respetar el trabajo de los demás. “Este es un proyecto que involucra a varias personas, y hay que tener eso en cuenta. Cuando eran más chicas, les dije eso y me parece que es una obligación positiva. No siempre hay ganas de ir a ensayar. Pero hay que hacerlo. Hubo algunos días en los que alguna de ellas tenía un cumpleaños de 15 que tal vez habían esperado con mucha expectativa, pero si justo ese día tocaba ensayo, había que ir a ensayar”, cuenta el director de los humoristas.

Ser las hijas del “patrón” tiene (o puede tener) sus cosas. ¿Hay trato preferencial o —para demostrar que justamente no hay trato preferencia—, una sobreexigencia? Ni una cosa ni la otra dice la más joven, Serrana. “Él nos lo dejó claro desde el principio: todos estamos en el mismo plano”, cuenta. Tanto para ella como para su hermana, el escenario era el lugar donde querían estar, haciendo reír junto a su padre. “Nacimos al lado del escenario. Y recuerdo, cuando era bien chiquita, querer hacer lo mismo que papá. Siempre estuvo como esa fascinación para poder subirse al escenario y hacer lo que hacía papá. Y también me gusta estar compitiendo”, dice la más chica de las hermanas.

Cabras que caen

Lucas Pintos
Lucas Pintos por Fernando Ponzetto. 

Si para las hermanas Paula y Serrana el sueño era subirse al escenario con el padre, para Lucas “Pelusa” Pintos, actual director de la murga Cayó La Cabra, el sueño era ser un gran mediocampista (“La rompía”, dice su padre, Juan Carlos “Pelusita” Pintos). “Yo iba a todos lados con mi padre, y obvio que al haber estado él en tantos carnavales eso iba a formar parte de mi infancia”, dice Pintos ahora. “Pero yo jugaba al fútbol, era lo que quería. Cuando andaba correteando por los tablados, no pensaba ‘Esto es lo que quiero hacer’, por más que hubiesen muchas cosas que me gustaran”, rememora.

¿Entonces? ¿Cómo fue que Lucas se convirtió en pocos años en un referente de carnaval al frente de Cayó La Cabra? “Yo dejé el liceo para jugar al fútbol. Llegué hasta la tercera de Miramar Misiones, pero en un momento dado, más o menos a los 18 años, el fútbol no me estaba dando las alegrías que me había dado. Ya no era tan divertido ir a entrenar. Así que lo dejé. Y al poco tiempo me llamó una amiga y me dijo que había una murga que andaba buscando gente, una que recién estaba arrancando”. Una vez que ya formaba parte de la novel agrupación, “Pelusa” empezó a percatarse de que tenía muchos carnavales incorporados en su personalidad, por más que ni él fuera demasiado consciente de ello. “Cuando quise acordar, me di cuenta que ese mundo no era ajeno a mí, al contrario: había aprendido muchas cosas sin saber que las había aprendido”.

“Pelusita”, en tanto, ya no sale en carnaval, aunque sigue vinculado a ese mundo a través de algunas actividades y también gracias a “Pelusa”, que ahora es director de Cayó La Cabra. Él, que estuvo en todas las categorías carnavaleras excepto la de lubolos, habla de la carrera murguista de su hijo con el mismo orgullo que cuando recuerda cómo Lucas “la rompía” en la cancha: “Todos saben que Cayó La Cabra debió haber ganado el concurso el año pasado. Pero bueno... No es la primera vez, ni será la última, que uno se acuesta primero y amanece segundo”, comenta “Pelusita”.

Tal como en el caso de Juan Manuel Pereyra, hijo de Daniel “Yaya” Pereyra”, y Gastón “Rusito” González (hijo de Carlos “Bananita” González), Lucas desciende de una gran figura carnavalera. Su padre, además de haber sido famoso por su participación en el programa Cacho Bochinche como el Payaso Pelusita, es uno de los tantos ídolos que ha dado el carnaval uruguayo. ¿Eso no le genera presión? “No, que él haya tenido una carrera como la que tuvo no me produce una presión así. Somos distintos. Él estuvo en todo menos lubolos: murga, parodistas, humoristas, revista... Y yo soy murguista. Él hizo su camino y la gente lo reconoció por eso. Y yo estoy haciendo el mío”.

—¿Sos de pedirle consejos, o él de darlos?

—No. Él es una persona muy respetuosa de lo que hago. Además, viste que eso de los consejos es complicado, ¿no? Porque si no te los piden... Creo que he aprendido más de él viéndolo abajo del escenario que arriba de él. O simplemente hablando con él. Esas charlas te dejan más enseñanzas que si te sentara especialmente y te indicara lo que tenés que hacer.

“Pelusita”, en tanto, sigue recordando el dominio de pelota que tenía Lucas, y expresa cierta amargura por el hecho de que el técnico de aquel momento no lo pusiera más tiempo en el equipo titular. “Me sorprendió que dejara el fútbol, porque tenía condiciones. Hasta el día de hoy lo veo jugar con sus amigos y hasta el día de hoy se destaca”.

Por eso, agrega, le sorprendió tanto que su hijo luego enfilara en la misma dirección que él: el tablado. “Para mí fue una sorpresa. Recuerdo que yo lo llevaba a todos lados, pero él empezó por su cuenta. Aún más me sorprendió que fuera tan bueno como murguista. En pocos años, Cayó La Cabra subió mucho en el carnaval”, cuenta con mucho orgullo el padre.

Apodos diminutivos

Rusito y Bananita González
Rusito y Bananita González

Gastón “Rusito” González está viviendo uno de sus mejores momentos profesionales y artísticos: trabaja en televisión (es parte del programa de Monte Carlo Vamo arriba) y es una de las figuras de Los Muchachos. Además, su imitación de Luis Lacalle Pou ha sido una de las más comentadas de este carnaval. Pero por más que Gastón acumule méritos y logros, todavía le faltan unos años para alcanzar a su padre, Carlos “Bananita” González, otra leyenda de carnaval. “Que quede claro que no estoy retirado”, dice Carlos y cuenta que quería salir este año y que le dio una mano a unos muchachos que querían tenerlo como figura, pero que no pasaron la prueba de admisión.

Los González tienen claro que cada uno hace su propio camino, y que hay respeto y admiración mutua. “No es de darme consejos sobre lo que hago”, dice Gastón. “Ni tampoco dijo algo sobre mi decisión de meterme en el mundo del carnaval. Vio que me gustaba mucho, y me acompañó”. Carlos, por su lado, dice que le pareció muy bien que Gastón se metiera en el mismo mundo que él: “El carnaval es mi matriz artística. Gracias a él llegué al teatro, a la televisión y el cine. O sea que cuando me dijo que iba a hacer carnaval -porque nunca me pidió permiso- me puso muy contento que él quisiera hacer algo que a mí me gustaba tanto”.

No le dio muchas indicaciones: “No. Que cada uno haga su propia experiencia. Lo único que le dije es que lo disfrutara, y que no le creyera demasiado a los que critican o alaban mucho”. El padre disfruta del buen momento profesional del hijo: “Me parece muy bien cómo se ha desarrollado. Lo vivo con mucho orgullo. Sobre todo porque más allá de la posición que tiene ahora y la idolatría que ha despertado, es una persona que sigue siendo muy centrada y muy humilde, muy bien posicionada. No se le subieron los humos a la cabeza y no creo que se le suban, porque su personalidad no es así. Y no porque se lo haya inculcado. Lo que puede haber influido es que me haya visto en carnaval y en teatro y que más allá de mis éxitos y mis fracasos, yo siempre era la misma persona. Capaz que él vio eso sin que yo le dijera nada”, comenta Carlos.

—Siendo que comparten esta pasión, ¿nunca hicieron algo juntos?

—No, no se ha dado. En teatro tal vez sería más fácil encontrar una obra que pudiésemos hacer juntos. Pero en carnaval no se ha dado. Nunca nos han planteado eso. Me encantaría que se de, claro.

-¿Y hay alguna obra en particular, o una idea, que le gustaría hacer con él, que sería como realizar un sueño?

-No, ni lo estoy buscando. Si se da, genial. Pero que él haga su vida artística, que recorra su propio camino, y yo seguiré recorriendo el mío. Nunca le marqué el camino, y él ya tiene su estilo propio.

Falta, resto y bastardas

Daniel "Yaya" Pereyra y Juan Manuel Pereyra
Daniel "Yaya" Pereyra y Juan Manuel Pereyra. Foto: Marcelo Bonjour. 

El mundo de la murga tiene otra relación que es similar a la de los Pintos: la de Daniel “Yaya” Pereyra y Juan Manuel Pereyra, actual integrante de Doña Bastarda. “Yaya” fue una de las grandes figuras de una de las épocas más recordadas de Falta y Resto, cuando la murga revolucionó el mundo del carnaval luego del regreso de la democracia.

Mirando hacia atrás, Daniel recuerda que él llegó al carnaval cuando este tenía otras características: otro tipo de integrantes, otro tipo de espectáculo, otra cultura. “Nosotros éramos más rústicos. Éramos unos vikingos. Ahora hay gente más formada. Te pongo un ejemplo del fútbol, a ver si entendés: supongamos que vos y yo estamos jugando la final de un campeonato de fútbol 5, hay una pelota dividida, trancamos y la pelota sale. Para vos, ¿quién tiene que sacar? Vos ¿no? Y yo voy a pensar que me corresponde sacar a mí. Bueno, a veces voy a ver a Juanma con sus amigos y él puede perfectamente decirle a un adversario ‘Te toca sacar a vos, porque el último que tocó la pelota fui yo’. ¡Lo mato!”, dice “Yaya” entre muchas risas.

En el caso de Juan Manuel, la murga parece que ya venía como destino de vida. De muy chico, cuenta el padre, tocaba el bombo y los platillos, y se notaba que tenía talento. Pereyra recuerda que él tenía un VHS con una actuación de la murga Colombina Che, que Juan Manuel miraba una y otra vez. Ahora, el padre dice que el hijo parece haber nacido para ser murguista. “Más que yo, seguro. Supongo que será una cuestión que le viene de la panza. Yo no sé si mis padres eran dotados musicalmente, porque nunca conocí a mis padres biológicos”.

El padre va a ver a menudo a su hijo cuando este actúa en Doña Bastarda. Para Daniel, tal vez sea una manera de seguir vinculado a la murga, porque ahora está más dedicado al hogar. Cuando va a ver a Juan Manuel, sin embargo, se le prende el interruptor “director de murga”. “Cuando lo voy a ver, en el momento que lo estoy viendo, lo hago como director de murga, como el ‘Yaya’. Ahí soy primero murguista y luego padre. Nunca me lo planteé así, pero es lo que se dio. Es al revés de lo que ocurre cuando lo voy a ver jugar al fútbol, que la rompe. ¡Ahí sí soy el padre pelotudo (risas)!

—¿Y qué te parece su desempeño?

—Que no hay con qué darle. Es mucho mejor que yo. Canta bien, toca bien. Hay un orgullo muy grande de mi parte. Pasa que el guacho ya nació en ese barrio artístico. Yo a ese barrio llegué a los 16 años, y logré estar en el lugar que yo quería estar tres años después. Cuando vi por primera vez a La Falta, me prometí a mí mismo entrar a esa murga, y lo logré a los 19.

—¿Creés que él está orgulloso de vos?

—Ahora sí, porque ya demostró que no está donde está por ser hijo mío. Se sacó de encima la carga de ser ‘hijo de’. Eso ya fue. Es más, a veces se presenta como “Yayita” (risas).

Juan Manuel, en tanto, dice que si bien la murga siempre le gustó, su primer amor fue el fútbol. “Jugaba al fútbol y tenía que decidir entre seguir estudiando en doble horario o ir a un liceo público para poder seguir entrenando. Decidí seguir en el colegio que estaba, y dejé el fútbol. Pero otra cosa que me gustaba mucho era la murga. Siempre me gustó, desde que nací, pero no salía porque me coincidía con el fútbol.

Arranqué en Murga Joven, en 2012, tenía 17 años”, recuerda.

Cuando él y sus compañeros quisieron pasar a competir en el carnval, “Yaya” los ayudó. “Mi padre era el dueño del título de una murga, Eterna Madrugada. Y nos lo dio para que pudiéramos salir. Ahí sí tuvo que ver que él fuera mi padre”.

La influencia que pudo haber ejercido Daniel, sin embargo, fue limitada: Eterna Madrugada salió última en la categoría. “Cuando vinieron a verme, les dije que lo único que quería era que defendieran bien el nombre de Eterna Madrugada, una murga en la que estuvo, entre otros, el gran Roberto García, mi referente artístico. Lo único. Cómo salieran en la competencia no me importaba”, recuerda “Yaya”.

—Juan Manuel, ¿cómo es la relación con tu padre cuando hablan de murga? ¿Él te da consejos? ¿Sos de pedirlos?

—Me los ha dado y se los he pedido. Pero nunca mete cuchara a no ser que se lo pida. Además, tenemos facetas diferentes y recorremos cada uno nuestro propio camino artístico. Él es director de murga, cantante y arreglador. Y si bien juna de batería, ese mundo es más mío. Si yo fuese director, tal vez habría un ida y vuelta más frecuente. Con quien sí hablo mucho de esto es con mi hermana menor. Somos muy compinches en eso.

Aunque se haya enamorado del fútbol, Juan Manuel recuerda que los tablados eran parte integral de su infancia.  “Sí, mi padre me dejaba acompañarlo a todas partes. Y siempre quise estar en Carnaval. Siempre me gustó y quise formar parte”.

Eso, cuenta ahora, lo ayudó a conocer el mundo al cual iba a entrar, pero no mucho más. “No es lo mismo estar viendo un espectáculo desde el costado del escenario, que hacerlo. No es lo mismo cuando actuás, por más que hayas estado muchas veces en el Teatro de Verano y hayas visto todo, las previas, los espectáculos, las retiradas...”.

Cada uno por su lado, los hijos e hijas de figuras carnavaleras siguen aportando para, por un lado, abrir nuevos caminos artísticos y, por el otro, cuidar el legado que dejaron sus progenitores en los escenarios de febrero.

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