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Los padres del fútbol

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Martín Lasarte junto a sus hijos, Itziar y Sebastián, en su casa.

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En el Día del Padre y con final mundialista parecía buena ocasión para preguntarles a un puñado de grandes entrenadores qué hay en común entre preparar para un partido y para la vida.

Así lo entiende Gregorio Pérez (70), recordado entrenador de Peñarol para el que consiguió varios títulos, de la misma generación de Tabárez, del que fue ayudante técnico cuando el maestro estuvo al frente de la selección en 1990.

"Lo mío es muy sencillo, no es más que manifestarle los valores que hemos aprendido, los que nos enseñaron nuestros padres. El camino de la superación, de la dignidad y el respeto, sobre todo a no renunciar nunca a esos valores", dice don Gregorio sin mucha vuelta.

El veterano entrenador es padre de dos hijos: Martín, un economista de 39 años, y Lorena, de 38 y letrada especialista en Derecho Internacional. Ambos lo hicieron abuelo, tres varones y una niña, ahora receptores de sus enseñanzas.

"Es muy difícil separar el fútbol de la vida, porque pasan las mismas cosas. Yo siempre les hablé de no esperar que nos brinden las cosas positivas, sino ser nosotros mismos los que se preocupan por conseguirlas", dice don Gregorio.

Al igual que muchos de sus colegas en su prolongada carrera, primero como jugador y luego como entrenador, Gregorio Pérez pasó parte de su vida en el extranjero. Y no siempre junto a su familia.

"De mi familia lo que puedo decir es que ante la adversidad siempre los tuve conmigo, yo siempre digo que ellos son los que la sufren más y disfrutan menos", sostiene.

Una voz firme

Eduardo Acevedo y sus hijos, por otros caminos.
Eduardo Acevedo y sus hijos, por otros caminos.

Eduardo Acevedo (58) está convencido de la total correspondencia entre su oficio de director técnico y ese otro para el que nadie se prepara, el de padre.

"Vos sos como se lo trasmitís a tus jugadores. Uno, como técnico de primera división —porque en las inferiores ya es diferente—, trata de trasmitir unos principios que son únicos. No creo que haya un director técnico que vaya en contra de sus principios cuando dirige, y cuando uno es padre pasa lo mismo", explica.

Eduardo es padre Agustín (32), que es psicólogo, escritor y periodista —durante este Mundial Rusia 2018 ha escrito columnas de fútbol para la versión en español de The New York Times—; y de Camila (28), creativa publicitaria para una conocida firma del medio. Aunque el gusto por el fútbol está presente en ambos, sobre todo en Agustín, no ha sido central en sus respectivas elecciones profesionales. En cambio, Acevedo sí es consciente de haber estimulado el gusto por la lectura y el estudio en ambos.

"En la dirección técnica uno también es un educador, los chicos que entrenamos están en un momento de plena formación, en poco tiempo van a adquirir notoriedad y se pueden marear rápido, perder las referencias. Por eso es necesario trasmitirle valores que perduren en ellos", dice con plena convicción.

En tal sentido, Acevedo cree que tanto un padre como un entrenador deben apelar a las mismas armas para educar.

"Cuando jugaba en México conocí entrenadores que trabajaban con el látigo y ahí yo aprendí que para dirigir lo primero es hacerlo por convicción. Yo tengo que tratar de convencer a mis jugadores de lo que busco que hagan en la cancha. Yo creo en la convicción, no en el látigo. Con los hijos pasa lo mismo, no los vas a criar bien con un látigo", dice.

Lo cual no significa que no haya que tener autoridad, rasgo de carácter al que a menudo debe echar mano tanto un padre como un entrenador.

"Y por otro lado, cuando uno es padre no es amigo. Los hijos buscan límites, y yo soy padre, no un amigo. Yo creo que un hijo no solo está esperando del padre un consejo, lo que espera es la palabra justa. Y con los jugadores pasa algo parecido, yo no soy el par de ellos, soy el técnico", señala Acevedo.

Tanto en el campo de entrenamiento como en la casa Acevedo observó el rasgo que hay que aprender a preservar a toda costa: el carácter. "Hay entrenadores que creen que hay que anular el carácter de un jugador y terminan anulando al jugador, tremendo error", apunta.

"Somos culpables de las virtudes y de los defectos que puedan tener nuestros hijos, no de su carácter o personalidad que es propia de cada uno", sintetiza.

Y allí aparecen, mágicamente, algunas de esas frases del maestro que han dejado a más de uno pensando. "No se juega con las estadísticas en la mochila, se juega con lo que tiene cada uno de potencialidad".

Llevar esa frase a la vida, así en general, podría abrir tantas cerraduras como seamos capaces de imaginar. Una filosofía en apariencia simple, nacida del verdor del campito que también puede servir para lo más difícil, el oficio de padre.

"Cada jugador es distinto, con algunos tenés que hablar más las cosas, con otros tenés que retarlos. Y con los hijos pasa un poco lo mismo", resume Acevedo.

Así que, padres: a la cancha.

Progenitores y representantes

Lionel Messi y su padre Jorge, polémico representante.
Lionel Messi y su padre Jorge, polémico representante.

En el ambiente del fútbol profesional algunos padres se han vuelto célebres por algo más que su mera paternidad. Se trata de aquellos casos en los que, además, es representante del jugador. Tal vez uno de los más notorios en estos tiempos sea el caso de Lionel Messi y su padre Jorge. Algo similar pasa con el jugador del Valencia, Juan Mata. El famoso Kaká, el brasileño fichado por el Real, cuyo padre Bosco Leite es su representante. Sergio Ramos también confía en su padre para los números, o el también español Joaquín Sánchez, estrella del Betis.

Un modelo de adulto para imitar

"Nadie nace sabiendo ser padre, ni tampoco director técnico, que evidentemente tienen muchos rasgos en común", dice el psicólogo Alejandro de Barbieri. "Tabárez logró algo muy importante con sus jugadores y es que fue capaz de enseñarles a autorregular las emociones. Lo vimos cómo manejó el tema de Suárez cuando tuvo el incidente de la mordida. Pero también lo vemos en cómo aprendieron a hablar en público, si se caen se levantan, todos esos son valores que Tabárez ha logrado trasmitirles", opinó el especialista. "Un director técnico es un modelo de adulto a imitar, en cuanto a tener por delante una persona que no es impulsiva, que actúa racionalmente. Es algo que vimos en contraposición con el técnico argentino que grita, insulta, gesticula, y no por gritar se es más líder, esa es la enseñanza que nos deja", explica De Barbieri. Una de las claves en el papel de un entrenador, y también en un padre, es el enseñar el manejo de las frustraciones, puso como ejemplo el manejo de la lesión de Cavani antes del partido final.

Para Coito la clave de un DT es velar por los "desprotegidos"

Fabián Coito, entrenador de juveniles con sus hijos.
Fabián Coito, entrenador de juveniles con sus hijos.

Fabián Coito (51), el entrenador que coronó campeona sudamericana a la Celeste sub 20, es padre de Martín (21) y Juan Ignacio (16). Respecto de las cosas que hay en común entre un padre y un entrenador no tiene dudas. "Hay muchas cosas en común entre el entrenador de un equipo y un padre. Cada vez tratamos con chicos más jóvenes y lo cierto es que los vemos un poco desprotegidos", sostiene Coito. "El fútbol los expone a responsabilidades cada vez más grandes y muchas veces no están preparados, y no es porque no cuenten con el respaldo familiar, sino porque deben enfrentar situaciones a veces muy complejas y están un poco solos ante todas esas cuestiones", apunta el seleccionador de juveniles. Sin embargo, tiene muy claros los roles en cada caso. "Nunca intento reemplazar a la figura del padre, un padre es mucho más fuerte, más perdurable en el tiempo, es una figura que marca para toda la vida", precisa. "Si tuviera que extraer algunos valores que enseña el fútbol, lo primero que diría es la tolerancia a la frustración; la superación personal, y que el equipo está por encima de lo individual", resume.

Filosofía en juego - Cuando habla el maestro

Óscar Washington Tabárez con dos de sus hijas.
Óscar Washington Tabárez con dos de sus hijas.

Cada una de las conferencias previas y posteriores a los partidos disputados por el Mundial le dieron la ocasión al maestro Óscar Washington Tabárez de exponer su filosofía del juego. O tal vez habría que decir su filosofía a secas. "Trato de no imaginarme los partidos, eso es un juego. La realidad la marcan los futbolistas cuando el árbitro pita. Hemos hecho todo lo posible para llegar bien preparados. Sabemos que no es sencillo pero no perdemos demasiado tiempo en pensar qué va a ser del partido. A lo que hay que apelar es a lo que traen de antes los futbolistas", disparó en la previa con el partido contra Portugal. "Como siempre, trato de concentrarme, no pensar en lo que va a pasar después del partido. Se gane o se pierda, eso desconcentra. Trabajamos mucho en eso, para que los vaticinios no nos lleguen. No se juega con las estadísticas en una mochila. Se juega con lo que tiene cada uno en potencialidad", añadió. Y después de la derrota contundente ante Francia Tabárez no tuvo reparos en admitir los errores. "No se equivoca el que no hace nada les dije a los futbolistas, la mirada bien alta. Me quedo muy tranquilo a pesar de la tristeza", señaló. "La gente es la que tiene sueños en un país de fútbol. Que crezcan nuevos sueños siempre, de eso se trata. No se termina nada, por suerte hay continuidad cada cuatro años. Ninguna actividad humana en paz convoca tanta gente como una Copa del Mundo, nos tenemos que mirar y ver dónde estuvimos y de lo que participamos. Parece que los cuatro partidos que ganamos ya nos sirven. Hoy el rival nos superó, hay que reconocerlo y felicitarlo. Es un orgullo para mí dirigir a la selección", concluyó en esa intervención. Cuando le tocó referirse a Luis Suárez, sobre quien junto a Edinson Cavani estaban depositadas todas las esperanzas celestes, Tabárez dejó otra de sus reflexiones de fondo. "El fútbol es un asunto entre seres humanos. No son máquinas que se programan. Está en nuestro estilo de conducción tener paciencia, comprensión y apoyo, en estos momentos en que el primer enojado es el jugador, darle las armas para que pueda hacer un apronte más normal, y en esos consejos transmitirle mucha tranquilidad". Esas fueron algunas de las "lecciones" del maestro en Rusia.

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