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Opinión|Titanes en el ring

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lucha libre

COLUMNA CABEZA DE TURCO

Los titanes uruguayos se aprestan para deleitarnos en sus peleas con algarabía y lecciones de política para todos.

Allí viene Tufic Memet Martínez, viene del desierto, trae mucha arena, pero no sabe si le alcanza. Tufic Martínez se trepa al cuadrilátero y está pelado. Han pasado los años. Se enfrenta al Super Pibe Lacallín que anhela dejar de ser “promesa” y pasar a las grandes ligas. Es una pelea de mucho apriete, amagues y fricción.

Tufic le tira una izquierda corta (la tiene frágil, débil y no causa daño) y casi no tiene derecha, la cortita no llega al mentón del Super Pibe y por eso, en un giro tipo chilena mezcla con bandera, Super Pibe se trepa en el ángulo del cuadrilátero, vuela sobre Tufic, se le cuelga del cuello y le sopapea la pelada. Allí, cuando todos creen que lo va a surtir, le da besitos en la calva, y como Tufic lo tiene enganchado en la espalda y no se lo puede sacar, el juez da por ganada la pelea al Super Pibe.

Segunda pelea de la noche: ingresa el Caballero Rojo Talvín. Viene con bríos y moviendo una capa colorada —nuevita, recién estrenada— que muestra con deleite. En el otro rincón del ring está Rubén Peuchelle Sánchez (dicen que lo están preparando para peleas municipales a Sánchez). El Caballero Rojo Talvín es saltarín, algo pequeño (es la noche de los pequeños) y con intensidad obsesiva logra pegarle en los ravioles de Sánchez (se ve que come y muchos) y lo termina derribando sin grandes problemas. Sánchez grita, patalea y sostiene que “no debió pelear esta pelea” que solo era para los que corrían en las semifinales. El juez le grita y le dice: “Mal perdedor, usted vino, ingresó ahora perdió”. El Caballero Rojo Talvín se abalanza sobre sus seguidores que lo aman. El Caballero Rojo vive una noche de baño popular, algo hermoso para él.

Se viene el plato fuerte de la noche, se enfrenta la Momia Negra Gra Villar y la Momia Blanca Bea Argi. La Momia Negra se mueve lento, tiene giros de milenios, sus saltos son prerevolucionarios y quiere dividir el cuadrilátero en algo que ya no se usa más (¿es masona o amazona?). La Momia Blanca es movediza, no entiendo cómo siempre se le observan los dientes sonriendo, se ve que se le corrió la venda. Allí están ingresando al cuadrilátero para pegársela. Es una pelea extraña, no es la UFC, es una pelea retro, tan retro que con un sopapo la Momia Blanca la saca del cuadrilátero a la Momia Negra y listo el pollo. Le gritan “ ¡Blanca, Blanca, la próxima con una palanca!” (el ingenio popular tiene esas maravillas). El público se enloquece y cuando se retira la Momia Blanca pasa a su lado el hombre de la barra de hielo que es parecido a Javier Miranda, un ser que pasa, no sirve para mucho, y no tiene sentido. El de la barra de hielo, digo.

Hay una pelea de fondo que es fuera del título pero no es recreativa, se hace como “espectáculo”, los titanes son muy de eso: por un lado Martín Sanguinetián, y por el otro Pepino Peperil. Los dos son queridos por las hinchadas (bué, tampoco la pavada, muchos se recalientan con ellos). Están algo veteranos pero se hacen nudos, se enredan en sus dichos, saltan con estilo y cuando está uno arriba del otro trancando con alguna llave (hay algo un poco erótico-sexual en esto de la lucha libre) parece como si se están chamuyando. Estos veteranos son de temer.

La cámara toma el rostro de Pepino Peperil y se lo nota cansado. La verdad, tampoco Martín Sanguinetián está sobrado de aire. El juez, temiendo lo peor, levanta la mano y da por finalizada esta pelea para que no haya riesgos a correr y llorar penas mayores.

Son dos grandes que entretienen a sus públicos de manera fastuosa. Qué bella es la lucha libre de los titanes en el ring. Por suerte tenemos esto que nos hace tan bien al espíritu, genera felicidad y es un ejemplo para los más pequeños.

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