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Opinión | De eso se trata la cosa

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Washington Abdala. Foto: Archivo El País
Nota a Washington Abdala, abogado, politico, profesor y escritor uruguayo perteneciente al Partido Colorado, en su domicilio de Montevideo, ND 20171110, foto Marcelo Bonjour - Archivo El Pais
Marcelo Bonjour/Archivo El Pais

COLUMNA CABEZA DE TURCO

“Hay que seguir remando, no nos queda otra como país”. Por Washington Abdala.

Juana de Arco. Pienso en ella estos días. Se me ocurre que todos vivimos de alguna forma incendiados por dentro. No hay manera de escapar -y no lo quiero hacer- de la realidad que chicotea día tras día. Ahora entiendo las guerras un poco más, eso de levantarse a diario, mirar tu gente y ver los muertos del día es una tragedia. Es como un infierno cotidiano. Y seres como yo, alienados en los trabajos, dentro de las computadoras y en los libros, aún así, no logramos estar en foco. Pierdo concentración en temas menores, la comida no la concientizo, solo estoy pendiente de que mi familia y mis amigos estén bien y luego tengo la sensación de que hay un muro entre la vida y el mundo hostil. Es lo que siento. Solo la vacuna me puso en circulación de fe nuevamente.

Vuelvo a mi fuego interior, perdonen, hace tiempo que no estaba tan angustiado por algo como por esto. Miento, en el 2001 al ver la debacle, sufrí como un perro. Sé que la comparación no vale, pero antes, en mi juventud, cuando se venía la redemocratización y uno ponía lo que tenía (la vida) para ello, allí también dolía todo. Ese fue otro momento de dualidades: la grandeza de la apertura democrática y empezar a develar lo siniestro de lo vivido. Solo relato momentos que me golpearon.
Esta pandemia me agarra grande, no tengo la fortaleza física de antes, pero tengo alguna neurona mejorada, y más domesticada el alma para ya no correr por oropeles ni asuntos fatuos, por lo que me permito -creo yo- mirar el presente francamente.

Ya no sé cómo escribirlo: no es odiando o rebajando el dramático asunto de la vida y la muerte a lo burdo en que se sale del lío en el que estamos. Tampoco es con el escupitajo o la mala onda que salvamos la posta. Menos carroñeando sobre algo tan doloroso. Y no es para nadie en especial esta mirada, estoy grande para eso.

¿Qué pretendo decir? Lo lógico, que solo con el concurso de todos, o la inmensa mayoría, en serio, y con cierta capacidad de entender a fondo que esto es colectivo, se logra sortear semejante desafío.

Asuntos obvios: la región seguirá mal, el mundo seguirá mal, algunos países como Israel, Estados Unidos, China, Australia y unos pocos más tendrán luz al final del camino (Israel ya lo logró, y no es casualidad, da para una nota larga el tema).

Asuntos relevantes: la pelea política en el país no puede ser binaria, de un lado los que creen que defienden la vida y del otro los que también la defienden pero de otra forma. No creo que un asunto tan enorme (el bien jurídico tutelado número uno) merezca tanta dispersión y peleas de zócalo. Me parece mala cosa no solidificar lo que nos une y no entender que lo otro será para otro tiempo. ¿De veras todo vale?

Asuntos prospectivos: hay que ver cómo en medio de este maremoto somos de los primeros en llegar a la isla. Eso implica entender que al país lo mirarán por lo que logra, cuando lo logre (el Uruguay en pocos meses estará con el coronavirus acotado porque la vacunación tiene que tragarse la transmisibilidad junto a un comportamiento responsable de los uruguayos; asunto que nos cuesta mucho, lo sé).

Estoy seguro de que más de uno podrá condenar mis dichos por creer que lo que planteo es aspiracional. Entiendo que no, considero que la dirección del país es correcta, que no es fácil saber cuándo amaina la tormenta, pero el barco y la tripulación están al firme.

Sí, hemos perdido gente y eso duele, es más, esto es lo que más duele y por eso el estado emocional de muchos de nosotros hace que tengamos el alma perforada. Pero hay que seguir remando, no nos queda otra como país. Metiendo y metiendo. La arrimada es por todos y para todos. Y no los estoy coucheando, solo siento que son esos malditos momentos de la historia en que o estamos juntos o nos dañamos de manera estúpida. No hay margen para los perfilismos. No lo advierto y si alguno cree que eso se puede hacer, me parece que no entiende el momento. La vida siempre puede más. Y hay que ir por ella. El que se retarda nos retarda a todos. Y no estamos para salir bien en la foto, solo estamos todos para tener fotos y poder compartirlas. De eso se trata la cosa.

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