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Opinión | Tiempos de cambios fuertes

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COLUMNA CABEZA DE TURCO

La gente no es boba y sabe cuando una pila está agotada

Cuando Mujica manifestó lo del “estandarte” (que todos se junten allí) es claro que sabía que estaba hablando de pasar a ser oposición, construyendo así la “resistencia”. En su mente “amigo-enemigo”, el adversario (aunque no lo reconozca) es el actor a confrontar.

A esta altura, todos sabemos que la campaña del partido de gobierno es mala. Está complicada la cosa, por ser elegante. Esto será bravo para miles de uruguayos que no tuvieron otro mérito que ser parte de la corte y en algunos meses deberán emigrar al sector privado.

Ojalá que los que vengan entiendan que se requiere cierta solvencia técnica para conducir la nave. Si algo nos legó Sendic Junior, es que con el Estado no se jode. No se puede poner a cualquiera en cualquier lugar, creyendo que por un acto de prestidigitación del mago Ariel ese individuo podrá hacer algo relevante. No, no lo puede hacer. Es más, lo más probable es que los que lo rodean lo jodan (nos jodan) y hagan lo que todos sabemos que hacen. O el país que viene es de equipos solventes, o perdemos todos.

Quiero ser muy respetuoso —porque con ciertas cosas no se embroma— pero es evidente que el rol de los tres líderes de izquierda, por razones diversas, declinará. Punto. Es probable que Mujica sea el más amado. Es el Benedetti de la política uruguaya. Y la idolatría es útil cuando se está en la oposición porque permite reconstruir mitos. ¡La realidad es la que te mata papi (teorema de Baglini remasterizado)! El día a día en el bondi, la guita que no alcanza para llegar a fin de mes y la fragmentación social no funcionan con la “revolución”. Nada liquida más al Che que tener que prenderle a una torta frita para sobrevivir. El que se la morfa sabe que la revolución fue un verso.

Ya se puede oler la llegada imperial de los Andrade, los Orsi y los Sánchez que serán los nuevos virreyes del Frente Amplio. Hay otro montón de políticos profesionales del Frente Amplio que tendrían que saber que sus rostros provocan urticaria con solo aparecer y repetir los “mantras” de siempre. Algo que la posmodernidad trajo consigo: ¡No se puede estar en política toda la vida, pirucho! El modelo italiano causa espanto. Por eso también los españoles —que están en una explosión de partidos— cambian los rostros. Es que no se bancan las papadas, las ojeras, los tonos de décadas y décadas repitiendo la misma métrica obscena. Llega un momento en que el ciudadano —que no es idiota— piensa: “¡Flaco, pero si tenés la sartén por el mango! ¡Hacelo!”. La gente no es boba y sabe cuándo una pila está agotada. La podés poner en la heladera, pero no va a reflotar.

Algún lector creerá que esto es bardeo. No lo es. Lo mejor que le puede suceder al Frente Amplio —como partido político— es perder la elección entrante. Sencillo: lo que se viene es difícil. No digo que vamos directo al ajuste, pero sí rumbo a un reordenamiento severo en varios capítulos de la vida nacional. El partido de gobierno ya no posee legitimidad para casi nada, no es creíble, ya no moviliza la calle y está agotado en ideas. Muchos de los comunicadores que los acompañaban (avioncitos), se bajaron y uno ya los nota encarando para otro puerto. En otras palabras: el relato de la izquierda uruguaya está congelado, plagado de contradicciones, sin portavoces sólidos y con una desorientación que causa estupor.

Por supuesto que lo que viene tiene limitaciones. Pero es nuevo, y mandata armar una coalición con ingeniería política distinta. Comprometerá, por un tiempo, a un grupo que debe hacer las cosas bien o tendrá otra reprimenda como la que el pueblo le dispensará a los actuales gobernantes.

La gente se puede equivocar algunas veces, pero en general sabe cómo reorientar el barco. Los ciclos se agotan. Respetemos al pueblo. Todo lo demás es lo de menos. Y a mí, con franqueza, no me interesa.

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