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Opinión |Esta es la verdadera revolución

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Washington Abdala

COLUMNA CABEZA DE TURCO

"Ya no es el Estado el dueño del balón". Por Washington Abdala.

El movimientismo ha ganado, o como quiera llamarse a las erupciones sociales que surgen en el mundo de lados inverosímiles y construyen la escenificación de la narrativa actual. Lo institucional es la última muralla.

Lo que sucede, como en toda época de cambios abruptos, es que el ciudadano busca nichos donde anidar, lo hace desde el proletario más humilde hasta el caballero más encumbrado, pero ya no pasando por el tamiz clásico del pasado: el Estado, los partidos políticos, los sindicatos, la pequeña burguesía, la industria (agroexportadora o clásica) o la universidad, porque esos territorios no validan automáticamente los menesteres sociales. Todos fueron escenarios (históricamente) de movilidad social ascendente. Ahora todo se juega en la sociedad civil. Allí están los que lideran la época con sus inventos, hasta sus emprendimientos más novedosos. La política inteligente asimila esta evidencia, los obtusos siguen refunfuñando. Ya no es el Estado el dueño del balón.

La época plantea contradicciones que la derecha y la izquierda tampoco tienen claro cómo resolver por detrás de escena. Un mundo global y local. Regionalismos abiertos junto a nacionalismos protectivos. Un capitalismo industrial que produce lo que comemos y una queja por “eso” que comemos. La llegada de lo “natural”, como lo sano y la hipermasificación de casi todo comestible en el planeta. El grito por los derechos vale por todos ellos y no requiere de una estructura central legitimadora, alcanza con una convocatoria en redes sociales y, si la causa es noble (no necesariamente justa), la gente estará. Es un mundo volátil donde el ayer es hoy y el hoy nunca es mañana, es siempre hoy.

Obsérvese cómo gobiernos de peso en el mundo manejan con dificultad la contradicción sobre las migraciones: por un lado se habla de la comprensión del asunto, pero puertas adentro se le tiene pánico a la asimilación. Los feminismos son aceptados a fuerza de coraje de millones de mujeres que terminan vociferando por una paridad que obviamente les corresponde. Y todo pasa al mismo tiempo. Digamos la verdad: esta es la revolución, sin sangre, pero una revolución inconmensurable que no se autodefine como revolución. Raro.

El mundo, además, es también virtual. La vida que quisiéramos está en las redes sociales, la que se muestra y la que se miente también. La vida en algunas redes es pluscuamperfecta cuando en realidad nunca hubo tanta depresión, angustia, psicofármacos, adicciones y una sociedad con un tiempo en clave de alienación extrema. Y todo hiperbolizado por una pandemia que perturbó al planeta e hizo que se perdiera equilibrio emocional. Nada se recupera de un día para el otro. Y eso que Uruguay tuvo la conducción acertada en este asunto aunque les cuesta reconocer esa evidencia cuando buena parte del planeta sigue lidiando con el desafío.

Si a este cóctel se le suma el cambio climático -solo los necios lo niegan- más la nueva autopercepción sexual, junto a la genialidad tecnológica diaria, con franqueza estamos en otro mundo. Y no hay opciones, se lo trata de aprovechar o simplemente nos pasará por encima como uno de esos cohetes que hace despegar Elon Musk y que aterrizan marcha atrás. Los supersónicos quedaron ridículos. Y sí, la inteligencia artificial que hace rato produce autos, montando cadenas de valor empresariales está haciendo añicos una fuerza laboral que tiene que reconvertirse pero aún no tiene claro el camino. Solo la educación salvará el futuro: ¿pero cuál? Nunca hubo tanta información de todo y nunca fue tan difícil tomar una decisión para los más jóvenes. Pero el camino del conocimiento está marcado. La incertidumbre se instaló en este tiempo liminar pero abierto. La educación -repitamos- es clave.

No hay opción, o usted se enoja con el presente porque no lo entiende y cae en la necedad de creer que su época fue mejor, o pone buena voluntad y se sumerge en las aguas del cambio.

La humanidad tiene agujeros negros pero siempre avanza. Así somos los sapiens y así seguiremos siendo. Tirémonos al río. Ya estamos jugados.

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