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Opinión | Palimpsesto filosófico

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Washington Abdala. Foto: Archivo El País
Nota a Washington Abdala, abogado, politico, profesor y escritor uruguayo perteneciente al Partido Colorado, en su domicilio de Montevideo, ND 20171110, foto Marcelo Bonjour - Archivo El Pais
Marcelo Bonjour/Archivo El Pais

COLUMNO CABEZA DE TURCO

"Uno ya sabe cuando le están metiendo una fugazzetta". Por: Washington Abdala

La palabra ya es un delirio. “Palimpsesto”. Estoy seguro que la están leyendo y la están vocalizando en voz alta para oírla. Es que no la vemos seguido. La saqué del armario por que un libro de Byul Chul Han -hablando sobre Medio Oriente - la traía a colación y me quedó zumbando en la cabeza.

En realidad, el palimpsesto da por sentado que algo se puede ir grabando nuevamente, reescribiendo o repintando y eso no altera la obra original sino que la mejora. O sea, parte de una premisa que en el mundo occidental no está presente: a nadie se le ocurriría tomar una obra de arte de Salvador Dalí y darle una tonalidad distinta o repintarla. Sin embargo, eso pasa con Hokuzai (y su mágica ola de Kanagawa) o pasa con el mismísimo Andy Warhol que allí encuentra su epifanía. Warhol sí descubre el contraste y la pureza de lo que existe y lo reinventa sin atentar contra la autenticidad del mensaje original (pero convengamos que es excepcional en occidente).

En política o filosofía política, la repintura o el retoque de un discurso del pasado, es, sin embargo, común que vuelva hacia el presente travestido de colores aparentemente novedosos. O sea que en política el palimpsesto ideológico existe.

Así, aquellos afines al socialismo del ayer le devuelven una oxigenación retórica nueva al pensamiento en el que creían (y creen) y lo propio le sucede al conservador que purifica su estética actual con un pragmatismo desnaturalizado de doctrina pétrea. Falso. Ambos están traficando pensamiento primigenio con tinturas remasterizadas y nuevas versiones del mismo pasado.

A diferencia del arte que está obligado a sumar para “reversionar” lo conocido (música, pintura, literatura) en filosofía-política, si se rasca un poco no se encuentran elementos demasiado movilizadores, no se sale del viejo anclaje “derecha e izquierda” que todos vociferamos que está acabado, y a pesar de eso -en medio de la tensión en el pensamiento- esas categorías se siguen usando para ubicar “al otro”. Esencialmente es “el otro” el que advierte -en su adversario- quién es de izquierda o derecha; aunque no pocos se consideren de izquierda en el Uruguay y muy pocos de derecha (básicamente porque la palabra “derecha” connota algo despectivo tal como la aplican algunos actores. Ser de derecha es poco menos que ser franquista y en ese juego de motes, se huye ante una tipificación así en la aldea. Sin embargo, queda claro que en el mundo de la izquierda se puede ir de Marx a Lenin llegando a Castro, pero evitando Stalin y a otros personajes que alimentan el contencioso doctrinal.)

Lo paradójico del palimpsesto filosófico-político es que suma poco, repito, no trae novedad, se baraja con los “dirigismo” estatales de siempre o las “reticencias” de presencia del Estado de siempre (por ejemplo) y no termina por producir una pintura original, un relato novedoso, algo que de veras aporte en el camino del pensamiento contemporáneo. Es que no es fácil producir ideología. Nada fácil.

Es verdad, la filosofía-política tiene el problema (justamente la segunda) de que al estar al servicio de la primera pierde su pigmentación y queda rebajada a utilizaciones de coyuntura para explicar lo que “conviene” y no lo que de veras “es”.

Lo peculiar de los palimpsestos filosóficos cotidianos es que recurren a triquiñuelas, a viejos aforismos, a sentencias que son de la época paleolítica y que no agregan valor a la realidad. Por eso, una vez más, hay que volver a los clásicos para no caer en trampas del pensamiento que con ellas nos buscan engañar con dimensiones falsamente novedosas y solo son el mismo buzón de siempre pintado de otro color.

Esto de crecer, ser grande, haber visto el final de demasiadas películas y conocer tanto jugador que dice gre gre para no decir Gregorio es un lío. Uno ya sabe cuando le están metiendo una fugazzetta y por respeto y mesura pone cara de: “Qué rico”. Y en realidad uno la tiene de canto y sabe toda la sal que contiene. (Soy hipertenso). Buen domingo.

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