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Opinión|El nuevo educando y el futuro

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Washington Abdala. Foto: Archivo El País
Nota a Washington Abdala, abogado, politico, profesor y escritor uruguayo perteneciente al Partido Colorado, en su domicilio de Montevideo, ND 20171110, foto Marcelo Bonjour - Archivo El Pais
Marcelo Bonjour/Archivo El Pais

COLUMNA CABEZA DE TURCO

"La pandemia vino a denunciar mucha cosa y mostró otras que no veíamos". Por Washington Abdala.

El nuevo educando está mutando. Lo hace todos los días. Lo hace más rápido que sus educadores. Y esa mutación nos pasa por arriba.

Los nuevos educandos cambiaron el puente por el que están dispuestos a recibir conocimientos. O se hace a su manera o no funcionará. Simple y duro pero es ante lo que estamos enfrentados.

El nuevo educando ya no lee aquello que leía su generación precedente, pero decodifica imágenes como nadie. Es la síntesis de todo lo vivido. Hegel puro.

El nuevo educando ya no mira noticieros televisivos, ya no le interesan los diarios y apenas sobrevuela las noticias. Pero las “detecta”, no creamos que se come buzones. Capta por las redes sociales por dónde vienen los tiros y por allí succiona -a cuenta gotas- lo que va pasando.

El nuevo educando está en internet. Todos ellos están más de cinco horas por día en concentración profunda. De seguro, en muchos casos, más tiempo de entrega comprometida que la que dispensan a sus centros de estudios presenciales. Pero los “grandes” seguimos sosteniendo la presencialidad, si bien es un dato (mensurable) que internet se está llevando puesto todo. No tengo que recordarle al lector que el trabajo por computadora en casa está haciendo una revolución en el mundo y que pagamos vía internet diversidad de asuntos.

El nuevo educando no oye radio. ¿Alguien conoce algún adolescente que oiga radio varias horas al día? Capaz algún fragmento de programas, pero no, no oyen radio sistemáticamente. Quizás algún podcast o alguna radio con programas muy segmentados, pero no son “público-objetivo” dentro del mercado -y es raro porque los jóvenes son consumidores más que los adultos-.

Y esto que estoy afirmando -para que no me critiquen- está todo medido. Y, por supuesto, no estoy hablando del Uruguay, estoy hablando de un fenómeno planetario, pero como resulta que Uruguay está en el mundo, pues valen las apreciaciones aquí descriptas.

Educar en tiempos visuales, en tiempos de Netflix y Amazon Prime, en tiempos de podcast a medida, ya no será igual. Giovanni Sartori lo intuía con su Homo Videns. Es cierto, esto aún no es masivo, pero lo será muy pronto. Como lo fue Facebook que para muchos empezó siendo algo frívolo y hoy es un monstruo que se tragó sociedades y terminó influyendo en algún que otro resultado electoral de varios países. Luego, cuando se advirtió que era Cronos, ya era tarde: se había comido a sus hijos.

A lo que voy es que si viviera Ken Robinson sería lindo verlo en una charla con Byul Chul Han y con Branco Milanovic para que debatieran en un mundo donde la educación tiene que ser “motivación”. ¿Cómo se hace ante tanta disrupción dentro de un modelo económico capitalista que ganó todos los partidos? Ya no podrá ser porque el primero ya partió pero los restantes aún están y sería lindo oírlos platicar sobre eso.

Me temo que la pandemia vino a denunciar mucha cosa y mostró otras que no veíamos.

A todos nos importa el origen del homo sapiens, entender las revoluciones sociales y comprender la capacidad cognitiva del ser humano. Sin embargo, si eso es enseñado en formato bodrio o mostrado a manera de peliculita en una pantalla para salvar una clase estamos en el horno.

Y no crean que todos los educadores del mundo la tienen clara, algunos siguen enseñando horrible, con programas vetustos, con poca transversalidad educativa, sin saber que siempre que nos adentramos en el conocimiento estamos ante un todo que explota por lugares imprevisibles. Es que el propio conocimiento es un asunto no dogmático y enseñar sin dogmas es un acto de superación y de inteligencia.

Por eso lo del principio: ahora que el nuevo educando está mutando, también tienen que mutar sus educadores. Haríamos bien en pensar en ese menester. Y es una oportunidad genial para acortar distancia entre generaciones, comprender más a los que vienen y ayudarlos en serio.

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