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Opinión | La mente es así... creo

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Washington Abdala. Foto: Archivo El País
Nota a Washington Abdala, abogado, politico, profesor y escritor uruguayo perteneciente al Partido Colorado, en su domicilio de Montevideo, ND 20171110, foto Marcelo Bonjour - Archivo El Pais
Marcelo Bonjour/Archivo El Pais

CABEZA DE TURCO

"Querido lector, bancame. No se puede ser Gardel todos los domingos". Por Washington Abdala.

Ustedes no tienen idea lo difícil que resulta escribirles. Ni se lo imaginan. Estoy seguro que piensan: este individuo se sienta en la computadora y derrite sus pensamientos allí, luego se toma una Coca Cola y se va a mirar la televisión. Pues no, es difícil. Cada artículo es como ir dejando pedazos de alma desparramados al viento. (Es que acá no hago politología o derecho, aquí desnudo sentires y ese viajecito duele).

La cosa es que uno no se debe concentrar en un único foco temático y a veces ni siquiera tiene sentido. (Me aburro y los aburro). Es verdad, el lector previsible espera la tesis, la refutación y el remate obvio. No soy previsible, por eso algunos seguirán leyendo y otros ni pican por acá. Cero drama. (Acá se escribe de todo, es parte de la gracia de esta columna: irredenta e imprevisible.) Es que el mundo no es previsible, todo lo vivimos como si lo fuera pero casi nada es así. Desde la pandemia, hasta el fútbol, pasando por los gustos y los que nos rodean. Todo está en una montaña rusa. Con la política planetaria (y regional) tenemos demasiado, si hay una actividad donde la mutación es fuerte es allí. No doy ejemplos, pero me pueden leer el pensamiento. En literatura, ¿cuánto hace que no nos atraviesa alguna obra magistral y nos perfora el cerebro? En fútbol, no sé, no veo más que promesas pero sigue reinando la inercia. (Me releo y me molesta el aire Nabokoviano, perdón.) ¿Qué hay bueno y nuevo por allí? Los chefs, esa es una profesión que antes no se apreciaba y ahora vale oro. Punto Martini. ¿Qué más? Los concursos de cantantes. Están buenos. Hay montones, pero son lindos, aparece gente que la rompe y lloramos con ellos sabiendo que esos quince minutos de fama son mágicos. El cine, bue..., se lo tragó Netflix y Amazon (Gambito… bien). El pop acaramelado desapareció. De veras, y si sigue un poco más la pandemia, no solo fundirá a los cines, los sepultará porque perdimos la costumbre de ir y tenemos pánico del encierro COVID en ellos. No sé lo que pasará con el teatro, creo que sobrevivirá -porque la tragedia es la vida- y el teatro representa eso. (La vacuna es casi como el Mesías, todos la esperamos pero no sabemos a ciencia cierta la fecha en que llegará, pero está al caer.)

En realidad, solo soy parcialmente consciente del mundo que nos tocó vivir. Se debe ser optimista pero cuesta un montón. O sos capo en las TICS o sos genio en finanzas, o tenés un emprendimiento que la rompe, o cuidado con la inteligencia artificial y la robótica que nos esconden de una piña. De lo contrario, Uber está allí esperando. (Sin comentarios). No es fácil integrar el cuadro sobreviviente. Es un misterio entender quién es De Niro en Taxi Driver y quién es DiCaprio en el Lobo de Wall Street. (¿Cual elegirías?)

Igual, no embromemos, este mundo -el de mis hijos- es mejor al mío: hay una oferta enorme de estudios, hay más alfabetización, hay más ciencia que nunca llegando a todos, a nadie se le ocurre montar una revolución cercenando vidas de inocentes para salvar el mundo, el medio ambiente se instaló como agenda y sabemos de sobra que el capitalismo posee su veta vampiresca (y tampoco viene a salvar al planeta). Además, comprendimos que el corporativismo dogmático de muchas organizaciones termina anidando lo accesorio por sobre lo principal (¿tampoco doy ejemplos verdad?).

O sea, hay un poco de todo en el presente y hay que saber no elegir la puerta del castillo de la suerte de Cacho Bochinche donde te ganabas el chanchito (no sé, me acordé de esa imagen, nunca supe que hacía la gente con ellos).

Me gustó mucho escribir esta columna, seguro que si la estás leyendo, apreciado lector, creerás que es intuitiva. Falso, procuro que me entiendas y anhelo que no te aburras demasiado. Así que bancáme que no se puede ser Gardel todos los domingos. A veces alguna pelota entra y la mayoría rebotan en el travesaño. La mente es así… creo.

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