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Opinión|La maldita confianza

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Apretón de manos

COLUMNA CABEZA DE TURCO

La confianza en otra persona es un asunto complejo de administrar por los humanos.

La confianza. El único asunto del presente es la “confianza”. Nada importa más que eso. En literatura, en el cine, en política, en la feria. En todos lados y comprando lo que sea. La confianza es la única verdad. Sin confianza no hay nada. Nada de nada. Y la confianza se gana de mil maneras, pero se pelea día a día, y se pierde en un segundo (un kilo de papas viejas y se fue el comprador). Una vida entera con alguien y un día, pasa algo, nimio o relevante, y se pierde la confianza. Un escritor te gusta hasta que por alguna razón te desconectás de su narrativa y chau confianza. Lo amabas, ahora desertaste de él porque tiene otra onda. Cero confianza.

El famoso libro de Yuval Noah Harari sobre los sapiens se sostiene en la teoría de que la palabra” elevada al rango de “relato” inspira a los demás cuando nos cuentan cuentos. De allí el resto de todo lo que vivimos. Pero todo eso es cierto porque en algún lugar mental (probablemente emocional-mental) hacemos clic con el otro, le creemos, nos enganchamos y nos hacemos cómplices y lo seguimos. A mí, Luis Lansdriscina me producía el mismo efecto hipnótico que Mujica cuando andaba inspirado. Los humanos somos becerros (lo dicen los libros sagrados) queremos que alguien piense por nosotros los grandes temas. Así somos también con la religión: el Dios que nos manda, valora, autoriza y aterriza casi todo según cómo lo entienda pertinente según el caso (es bravo el Señor en el Viejo Testamento). Algo raro debe estar sucediendo que hay tantos dioses que mueven a tantos miles de millones de personas de maneras tan distintas. Tengo la impresión de que en Arabia Saudita hay un Dios un poquito autoritario que no es el mismo que tienen los daneses. Y esos pueblos no se cuestionan la confianza (que en los hechos es fe) en esos dioses.

También es cierto que sin Dios la vida dura y horrorosa que tienen miles de millones de gentes en el mundo no se soporta, y que Dios y su cajita feliz paradisíaca es -por lo menos- un ente que permite respirar un poco de optimismo en medio de la miseria en la que están metidos tantos. No seamos necios, eso también es evidencia empírica. Y los valores, claro, los valores que siempre ayudan (¡No los valores peronistas de alguno que cree que tiene que mezclarlos con el mensaje divino y se salva! ¿Francisco irá a la Argentina ahora que vuelve a ser peronista? Puede que sea la gran obra de Albertito Primero).

Así andamos por la vida regalando los números de las tarjetas de crédito, comprando cosas que “confiamos” nos servirán, haciendo amigos “confiando” que serán buena gente con nosotros y hasta participando de grupos esotéricos o de partidos políticos. Hay un segundo maravilloso en que “el otro” nos engancha y estamos en sus manos. La confianza lo es todo, desde el amor a la traición. En un lado creemos. En el otro se la violenta.

Sin embargo en la sociedad del presente cada vez más decodificamos al otro rápidamente, cada vez es más sencillo saber cómo piensa, cómo vive, a qué clase social dice que pertenece, qué valores tiene y cuáles mentiras enuncia. O creer que sabemos eso. Todo porque estamos escudriñando siempre el asunto de la confianza. Y claro, los pecados del presente no son los de ayer. Eso hace que haya nuevas “confianzas” y “desconfianzas” a la vista.

En el fondo, sabemos poco de los que están a nuestro alrededor. Pero como creemos tener confianza en los relatos que nos hacen, ese asunto sustituye cualquier otra consideración. Y nos regalamos.

La confianza mueve al mundo y lo destruye. Algunas gentes se la merecen y otras son de temer. No siempre es sencillo saber ante quién estamos. Recomiendo desconfiar. Por tener confianza te comés más de un garrón en este pasaje por la tierra. Abrazo.

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