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Opinión | ¿Informados o sobreinformados?

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Washington Abdala

COLUMNA CABEZA DE TURCO

“O nos mata a nosotros, o nosotros podemos matar a otros”. Por: Washington Abdala

Es que no sé como llamar a lo que vivimos. Es tal el punto de comunicación global de las redes sociales que se puede afirmar que la globalización total es un hecho, para lo bueno y para lo malo. No hay como evitar la sobreinformación, no hay como salir del brete de fuentes que no siempre son confiables y no hay como tener certeza que el interlocutor del presente sea “exacto y preciso”.

Si algo nos introdujo esta pandemia es que nadie tiene la ruta clara para llegar a destino. Sí, la distancia social, el cuidarse con los barbijos y todo lo sensato -en base a la prédica gubernamental- lo tenemos claro (al principio los barbijos fue tema de debate de los científicos lo que demostró que nada es obvio y que no es sencillo navegar en medio de esta tormenta).

Un entrañable amigo italiano me dice: ¿Habría sucedido esta pandemia sin las redes sociales? Y le contesto que sí, que la clave de esto que vivimos es la “contagiosidad”, lo raro del asunto, lo poco que se sabe y por eso ante la incertidumbre (el miedo, en realidad) los humanos volvemos a la caverna, al sentido primario, a cuidarnos entre nosotros de nosotros mismos. Casi, casi un acto de sensatez en medio de las megalópolis, construcciones éstas que lo que hicieron fue generarnos el deseo por desearlas. (Si, Lacan puro, me doy cuenta que me gana su razonamiento).

Y justo las megalópolis, la línea Revlon (Londres, París y New York) si uno las observa no comprende como es que se detuvieron en el tiempo y son ciudades zombies. Sin embargo no son Mad Max, es la realidad cruda que trabó al mundo.

¡Lo sabíamos, lo sabíamos pero que frágiles que somos! Acá me bailan un malambo los creyentes de diversas religiones, y solo me queda aceptar ese punto de vista, listo.

Banco, no he sido jamás necio, pero igual reconózcanme que nadie imaginó algo parecido a esto que tenemos que padecer donde darle un beso a una madre o a un padre puede significar su sentencia de muerte. Esta paranoia no estaba en ningún lugar, ningún texto que recuerde. Es cierto, está la peste en La Ilíada, hay pestes de todo tipo en la Biblia, el propio Corán tiene imágenes al respecto pero algo en donde los vínculos más intensos se lapidan, se separan físicamente, no lo habíamos vivido. Eso es lo impactante de este asunto: todos podemos ser portadores del veneno. O nos mata a nosotros o nosotros podemos matar a otros.

Eso hace absolutamente alienante al Coronavirus y por eso nos pega tanto desde el punto de vista psicológico. No entiendo como gente inteligente no capta esta obviedad espectral.

Y es kafkiano el asunto. Yo soy de los que lee horas y horas sobre el tema. Comparo mapas de países, de localidades, miro culturas, trato de entender. Le hablo a amigos que están en diversas partes del mundo y los voy enloqueciendo, y ellos me enloquecen a mi.

No lo niego, hay una zona ciega en que la comprensión ya no está y vuelvo a lo del título: gana la sobreinformación de mala calidad y eso me daña.

Leo ansioso (esperando) sobre la vacuna, sé los laboratorios que están trabajando en ella, sé también que allí habrá “un negocio” para el que llegue primero (nos salvará el capitalismo aunque a mucho dogmático le duela) pero no siempre la información es limpia.

O sea, el sesgo de interpretación nos gana. Eso me pasó con la cloroquina durante semanas, iba y venía y al final resultó ser un fiasco.

Se pasaron en la administración de la misma y (en el exterior) el resultado fue negativo (o sea murieron por su aplicación y no por el virus).

Un consejo: sigamos aprendiendo, oyendo a los que saben de verdad, no a los que se anotan en el club del sofista de la hora o del barrendero ideológico del día, y en esa línea siempre habrá alguno a quien atender por inteligente y estudioso. Con el resto hagamos zapping.

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