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Opinión |De Burke a la política actual

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Washington Abdala.
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CABEZA DE TURCO

Su pensamiento anuncia visiones críticas hacia el materialismo. Por Washington Abdala.

No hay duda que la filosofía es valiosa para la política. Edmund Burke así lo demuestra. Integrante el parlamento inglés entre 1776 y 1794, de los whig, el que sería considerado el más liberal de los partidos de su época. Supo ser crítico con los excesos coloniales desde la primera hora, y no tuvo que ver los horrores de los mismos para advertir lo negativo de semejantes desmesuras.

Fascina de Burke su costado liberal. Entendía que las personas se enriquecen con la virtud, el arte y la ciencia, y si bien está de acuerdo en que la sociedad implica un “acuerdo implícito” entre todos, no alcanza con la “mera existencia animal” para que ello se produzca. Hoy sería considerado un “activista” por pensar así.

Y, acá -aunque no soy creyente- me atrae que alguien tan inteligente como Burke sostenga que “toda constitución política forma parte del gran contrato primigenio de la sociedad eterna” en la que el propio Dios estaría como garante último. Me parece una manera lúcida de sostener la validez del “contrato” recurriendo a esa apelación, se crea o no en Dios, porque de alguna forma la legitimidad igual surge de algún lugar. El valor está en lo que se instruye, y el garante está al final del camino. El razonamiento, aunque discutible, es consistente y más aún para la época. Al final, no importa quién garantice el camino, sino que se recorra en la dirección correcta.

Burke cree que la tradición que construimos es central y por eso también me resulta gratificante porque -de paso- rechazaba la violencia y la brutalidad de la Revolución Francesa (la sangre que se derramó fue una locura). Por eso, Burke no coincidía con Rousseau cuando consideraba que el contrato social entre los ciudadanos y el Estado se podía quebrar por la voluntad del pueblo. No, para Burke eso no era posible. ¿Tenía razón Burke o Rousseau? Aún hoy discutimos sobre esto.

Burke creía en el mercado, en la gente, era un optimista por naturaleza y le tenía rechazo al materialismo de la sociedad moderna. Sus textos a veces se encuadran en concepciones religiosas, y otras avanzan hasta los temas “ecológicos”. Para Burke, los humanos tienen necesidades que no pueden satisfacer por sí mismos y de allí que se acuda a las religiones y a la cooperación para consolidar la sociedad como un contrato. ¿No me digan que no tiene validez en el mundo actual? Le pido al lector que no se ubique con su visión conceptual sobre lo mejor para la humanidad, sino que mire si algo de lo que afirma Burke no tiene razón para la ciudadanía. Seguramente por defender a Burke seré tildado de conservador. No lo soy, pero sí creo en la inteligencia de la gente. Obsérvese que Burke nació en 1729 y vivió hasta 1797 y su pensamiento anuncia visiones críticas hacia lo que sería luego un materialismo inhumano. La vio bastante antes.

Hay algo en los pensadores ingleses que los hace “racionales” hasta cuando derivan en lo religioso. Entiendo que es una generalización peligrosa, pero no me sucede con pocos pensadores ingleses y menos con los políticos ingleses que suelo mirar en momentos de pérdida de brújula histórica.

Lo otro que me atrae de ellos es que muchos estuvieron metidos en el lodo, no hablaban desde lo académico, supieron morder el polvo, tomar partido y jugar en alguna cancha donde sentían que sus aportes podrían servir de la mejor forma a la causa en la que creían. Aún hoy gozo mirando el parlamento inglés y su fiereza.

Todo esto de Burke para terminar diciendo que la política con formación es una mejor política, que el político que estudia va a servir mejor a la gente, lo hará con más altura de miras y sin sentirse superior, solo más informado y más sabio para hablar en nombre de los demás y para los demás. Y así podrá hacer lo que tenga que hacer con el sentido profundo del deber y la convicción en sus ideas.

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