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Opinión | Los bichos políticos

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Washington Abdala

COLUMNA CABEZA DE TURCO

"Es muy poco lo que se puede mantener en privado". Por: Washington Abdala.

En política existen diversos perfiles de personas que a lo largo de la vida se pueden advertir. Hay miles de categorías, les presento algunas que me gustan mucho.

El “carnívoro” es un personaje que tiene capacidad de succionar a su adversario, de solucionar un conflicto en base a una solución radical, no teme en eliminar a competidores de su propia barra, no siempre pone el rostro directamente, pero es el causante de la muerte política de varios. En general, actúa con sigilo y no es fácil imputarle la acción. El desangrado sabe quién lo sacó del juego pero no lo puede probar.

El “herbívoro” es un rumiante, habla de lo que habría que hacer, elucubra, razona en voz alta pero no tiene el valor del carnívoro para llevar adelante acciones letales. Sin embargo, razona con lógica impecable, es casi un matemático o un procesalista, por eso su razón no lo lleva jamás por el camino de la violencia política y menos aún por la actuación en zonas lúgubres.

El “zorro” es otra imagen que usamos en ciencia política (Maquiavelo y Pareto). Es astuto, no siempre se sabe que es él quien hace lo que hace, se mueve en las sombras y alcanza sus resultados con habilidades, cabriolas y sutilezas. Cardenales, consejeros de reyes, algunos reyes, en fin, el panorama es variado y han existido zorros en todos lados, y existen, con propiedad para el manejo del poder como pocos.

El “león”, por el contrario, es mucho más frontal y fuerte, cree que su presencia impone autoridad y da por sentado ese menester. En los hechos, la historia demuestra que cualquiera de los dos puede ganar un contencioso político, el zorro de espaldas y el león de frente. Los dictadores suelen ser carnívoros y zorros. Los gobernantes hijos del Estado de derecho serían herbívoros y leones, aunque los hay muchos buenos que son carnívoros pero no muestran ese estilo abiertamente. Sin embargo, todas estas categorías se cruzan y pueden ser hasta lo contrario en diversos casos. Lo que demuestra que la política nunca es igual en todos lados. En el fondo, son tipologías, caracterizan actitudes y comportamientos, pero no son absolutas.

Lo que está claro -en épocas de coaching- es que la personalidad del líder es central para su mantenimiento en el poder. Desde el plano semiótico hasta la simple narrativa de un conductor nos devela sus atributos.

En tiempos como el actual donde el streaptease es imperativo para el actor político, donde irrumpen en redes sociales, en pantallas de televisión abierta, en formatos de streaming y colados por la ventana de tu casa, es imposible no conocer buena parte de la esencia de los líderes, que para ser tales, saben que tienen que entregar horas de visibilidad personal al escrutinio del ojo ciudadano. Y el ojo del tercero, llega un punto que de tanto ver a Juan o a Diego, construye una idea que termina por ser lo que el líder emite y se parece mucho a lo que es. Al final, en tiempos de posmodernidad, posverdad y pos todo, ya casi nada se puede ocultar.

Claro, está el líder que vive en el acting permanente (patológico), el que sanatea, sí, es cierto, pero también nos damos cuenta como ciudadanos del demagogo, sea de derecha o de izquierda, y al final no hay cómo no advertir quién es quién.

Parte de lo crudo del presente es que la alienación de las redes sociales termina mostrando tanto que nos permite saber la verdad, o lo más aproximado a la verdad de lo que se vive. Por poner ejemplos distantes y complicados, todos sabemos más o menos cómo es el líder norcoreano (y eso que oculta buena parte de su personalidad en el régimen autoritario) y lo propio nos pasa con el dictador venezolano.

¿Y todo por qué? Sencillo, las redes sociales, los teléfonos móviles (hasta en Afganistán están) los comentarios, las grabaciones, todo está por todos lados y es imposible la engañifa como en el pasado. Hoy todo se graba y en algún lado aparece. Mi abuelo decía: “Si querés que una cosa no se sepa, no la hagas, de lo contrario todo se sabe”. Y mi abuelo murió hace cuatro décadas.

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