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Opinión | Vamos por un año necesario

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Washington Abdala

COLUMNA CABEZA DE TURCO

"La uruguayez existe. No es de derecha, ni de izquierda. Es una forma de ser que está más allá del asadito y del mate." Por: Washington Abdala

Llegamos. No digo que indemnes. Pero llegamos. Con pérdidas de todo tipo. De las más dolorosas por cierto. Cada uno en su lugar, como grumetes a bordo en medio de la ola de Katsushika Hokusai. Con una región que es difícil: siempre es difícil todo para nosotros. Nunca nadie nos regaló nada. Si no eran los portugueses, eran los españoles y luego la cosa fue por el barrio. Todo sucedía y nosotros pujábamos por ser. Y un día fuimos, quizás no con la contundencia que merecíamos, pero fuimos y somos. Y aquí estamos: siendo. Somos jóvenes como nación. A veces no advertimos eso en nuestra ansiedad existencial.

De veras, luego de este segundo año de COVID ya aprendimos que la verdad es la vida de los nuestros y todo lo demás viene luego. Y somos gigantes en tantas cosas que no nos damos cuenta.

Cero queja, entonces, no son días para ello. Son días para estar en familia, pensando en lo que viene, soñando con ser, todos juntos, mejores como nación. No creo que haya que pararse en lo que nos distancia sino en lo que nos une. Cuando el país camina junto y apretado, alcanzamos hazañas que remueven de todo. No las voy a enumerar, cada uno sabe las tormentas que sortea y cómo llega hasta el presente. Los países somos la gente que los habitamos, ni la flora, ni la fauna; la gente es lo que distingue a Uruguay. Siempre la gente.

La uruguayez existe. No es de derecha, ni de izquierda. Es una forma de ser que está más allá del asadito y del mate. Tiene que ver con una identidad entre gentes que se reconocen entre sí como pertenecientes a una dimensión propia, con formas de entender el mundo únicas: a través del amor, los afectos, la solidaridad y cierto sentido de superación en clave “uruguasha”. Otros, verán otras cosas, yo nos veo por allí. Y nos he visto en los lugares más extraños del planeta, y el uruguayo es único, identificable, propio, sobrio y afectuoso.

Somos gente de paz, gente sana, gente de trabajo y gente de sentido fraternal. No todos los pueblos son así. Los hay más belicosos, más engreídos, más universales, más autoenamorados, más etnocéntricos. Nada de eso sucede con nosotros. Somos otra cosa, de perfil mesurado, con sentido de lo profundo, pero conscientes que no hay nada mejor que otro uruguayo para entendernos, sin hablar en voz alta y mirando el mar o el campo. Porque somos todo eso junto y bastante más. Por eso Artigas no es un mito: porque está en nuestras cabezas como realidad. Mitos serán otros, pero no él, que sabemos cuántas ganó y cuántas perdió. Su redota dice tanto de nosotros que ni siquiera nos damos cuenta conscientemente.

Por eso en estas época falibles, frágiles, difíciles, desafiantes, mutantes, impresionantes, enloquecedoras, alienantes, me sale gritar ¡vamos para adelante! con la “guardia alta” como dice un amigo, sabiendo que este año recién arranca y nos encuentra unidos para bancar lo que haya que bancar. Y un consejo de veterano: sigamos siempre juntos todo lo que nos den las fuerzas, el tiempo de la división debe ser mínimo en comparación a todo lo que nos acecha como nación y como región. Si logramos captar que la suma es más que lo microscópico, estamos salvados. Y eso no es negar el disenso, es apostar por lo constructivo. De eso se trata siempre, de ir salvando a los que vienen atrás nuestro, sin una gota de soberbia, sabiendo que el error está en el camino, y que en el camino hay que seguir, solidarios, abrazados y unidos en clave de entendimiento recíproco. Todo lo demás es verso. Verso berreta. La disidencia en horas difíciles tiene cara de traición. Y no refiero a nadie y nada en especial, no sean suspicaces.

Tengo claro que a alguno le sonará cursi este mensaje. Lo lamento, me importa poco si se lee así. Es lo que es: un deseo intenso de que a todos nos vaya mejor este año, que podamos llegar al próximo diciembre con un claro saldo a favor de calidad de vida para nuestra gente y de orgullo eterno por ser uruguayos en las buenas y en las malas. Con grandeza y sentido magnánimo. Lo demás no importa demasiado.

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