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Una nueva guerra

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CABEZA DE TURCO

La dinámica de la sociedad actual impone un nuevo formato en la guerra entre generaciones. No es algo que se hable comúnmente, pero está allí.

Los humanos, si bien nos asociamos dentro de la "familia", este concepto entre gentes tiene matices según la matriz cultural de la que se viene. La familia "italiana", que tiene poco que ver con la "irlandesa", hasta en los cimientos —si se observa con atención— tienen valores similares. No son tan distintas. Claro, los modus vivendi y las aclimataciones a nuevos territorios hacen que se produzca una silenciosa cadena de redes y valores que solo los integrantes de esos nacionalismos-familiares se pasan entre sí. Esos códigos ocultos son un misterio para los de afuera pero la tribu los conoce con los ojos cerrados. No es que alguien pase el santo y seña: se nace dentro de esas cosmogonías. Son datos latentes. Es el homo sapiens en su mejor expresión.

Volvamos a las generaciones. Los más viejos sienten que aquello que aprendieron a lo largo de la vida ya sirve para poco, perciben que el tiempo presente no logra capturar lo que conocen (que se les infravalora) y en general se sienten dejados de lado por los demás. El mundo de los "senior" no es el mundo actual, solo se oye sus voces cuando viene la tormenta y ya es demasiado tarde. En general siempre tienen bastante para advertir porque vivieron lo mismo (en otros contextos históricos) que aquello que vivimos los contemporáneos.

Por su parte, la generación de adultos-intermedios, si no tiene cuotas de éxito relevantes (llámese, dinero, fama, popularidad o algún que otro valor en este rango estúpido que el presente jerarquiza) siente que no puede con la realidad, que solo "la va llevando" y que las claves están en soportar lo cotidiano, haciendo algo que en el presente no los deprima demasiado. Hay quienes sostienen que vivimos en un mundo de emprendedores. Francamente creo que esa mirada no corre para los adultos de más de cuarenta años que ya vienen con vidas estructuradas y empresas (o trabajos estatales) que los cooptaron en América del Sur. No es cierto que en esta parte del mundo nos "autoexplotamos" cada uno a su gusto, acá sigue habiendo una marginación económica significativa que jaquea a las clases medias y a las más pobres en su día a día. La movilidad social no está. No estoy descubriendo nada, lo sé.

Es cierto, los jóvenes son los que parecen estar más felices con el presente-futuro (porque lo incierto con años hacia adelante siempre parece hermoso aunque luego la realidad sea otra). Los más jóvenes parecen tener el mundo a sus pies. Todo está a su disposición porque tienen el único bien que no se intercambia en el mercado: "tiempo", todos los demás ya cuentan los años o las horas que quedan en el juego.

Sin embargo (sé que sonará conspirativo) nunca los jóvenes tuvieron que sortear tanta trampa y engaño como en el presente. Y esto es diseñado por gente madura que los estudian como "mercado consumidor" al que hay que dominar. El enfoque de captura de la voluntad de los jóvenes en sus predilecciones para gastos, llega a un grado de perfección mejor que el de sus afinidades políticas. Sabemos dónde bailan, la marca del alcohol que consumen, las ropas que usan y hasta las comidas que prefieren por el domingo a la noche. Le pregunté a mis estudiantes de facultad cuántos de ellos hacían "la previa". Respuesta: más de un 80% (en dos clases distintas con perfiles diversos y con más de cien estudiantes cada clase).

Cuando todos hacemos lo que hacen todos o somos bobos o somos rehenes de lo que nos impone el hecho social (Durkheim básico). Es lo segundo siempre. Claro, pero si lo arman otros eso es una trampa. Punto.

Parece raro que hasta ayer admirábamos a los más viejos y hoy los escondemos. Raro que ayer ser joven no habilitaba a todo y hoy sí. ¿No me digan que no advierten estas realidades y no les impresionan un poco? A mí me viene desconcertando algunos momentos actuales. No siempre los entiendo.

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