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Nothomb, la dama de negro

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Amélie Nothomb, es hoy la autora belga más leída en el mundo.

NOMBRES DEL DOMINGO

La escritora belga se convertió en una de las autoras más leídas de la lengua francesa, reescribe las fábulas infantiles en clave posmoderna.

Nació en Kobe y pasó su infancia en Japón. Es hija de un diplomático belga, pero recién conoció su patria en la adolescencia. Durante años creyó que era japonesa. "A raíz de las mudanzas, los traslados y los viajes, he tenido una vida muy abstracta. No tengo una existencia sociológica definida, no sé a qué mundo pertenezco. Me siento como un personaje de cuento", dice. Y ello parece explicar mucho de su propia literatura, tan asociada a las fábulas.

Amélie Nothomb (51) es una escritora extravagante y ha cultivado esa imagen durante años, al tiempo que produce una literatura plena de imaginación que ha conquistado miles de lectores en todas las lenguas. Vestida de riguroso negro y a menudo luciendo llamativos sombreros de copa con un inconfundible aire entre retro y gótico su imagen es tan reconocible como su estilo literario.

"Tengo un físico que calificaría de inane, por eso he inventado el arte del disfraz. Todas las mañanas me disfrazo de Amélie Nothomb con esta indumentaria", dijo durante una reciente entrevista publicada por el diario español El Mundo, con motivo de su visita a Barcelona para promocionar su último título.

Precisamente, Riquete el del copete (Anagrama) es la reescritura de un cuento clásico de Charles Perrault. La historia contiene al menos dos de los temas más caros para la autora: la fealdad y la monstruosidad. Porque Riquete es un príncipe feo que protagoniza una historia de amor. Nothomb no tiene ningún prurito en reivindicar los finales felices. El cuento de Perrault no es otro que la versión original de La Bella y la Bestia.

Dicen que lo suyo es algo así como un realismo mágico posmoderno. Lo cierto es que Nothomb es una escritora prolífica, desde 1992 con su primer gran éxito —Higiene del asesino— viene publicando puntualmente un título por año. Su leyenda personal cuenta que escribe entre dos y tres manuscritos y luego elige uno de ellos para publicar, ni su propio editor sabe cuáles ha dejado bajo llave en su cajón. Para completar su imagen se sabe que Amélie no usa computadora, no tiene teléfono móvil ni televisor.

Cuna de oro

Su verdadero nombre es Fabienne Claire Nothomb y nació el 9 de julio de 1966. Debido a la profesión de su padre, que era diplomático, vivió en Japón, en China, en Estados Unidos, Laos, Birmania y Bangladés.

En muchos de los lugares en los que le tocó vivir conoció los horrores de la guerra y de la pobreza extrema. Tal vez por ello, junto a su hermana mayor decidieron refugiarse en los cuentos clásicos de la infancia. Amélie experimentó el desarraigo con intensidad. Cuando llegó a su país, Bélgica, a los 17 años se sentía una extraña, una completa extranjera más imbuida de las costumbres japonesas que de las europeas. Pronto descubrió que su apellido la emparentaba con la alta burguesía belga, su bisabuelo había estado muy ligado a la ultraderecha lo cual la hizo cargar con un odioso pasado familiar cuando intentaba integrarse a la vida universitaria en un centro donde dominaban las ideas liberales y socialistas.

Un episodio trágico en su vida dio lugar a la novela que la consagraría como escritora. Se trata del asesinato de su hermano a manos de un borracho. A partir de ese episodio Nothomb crea la historia de Higiene del asesino, que recibirá los premios René Fallet y Alain Fournier.

De allí en más su puntualidad como escritora ha sido parte de su marca. Cada 1° de setiembre se publica un nuevo título que en poco tiempo es traducido a varias lenguas.

Su recorrido a lo largo de estos 26 años ha sido variado, un desafío a la imaginación. Pero ha tenido en común su gusto por lo extraño, lo extravagante, lo siniestro. Con la reescritura de varios clásicos en clave posmoderna Nothomb consiguió conquistar a miles de lectores.

En esa línea estuvo, por ejemplo, Barbazul, la recreación de la leyenda negra de Gilles de Rais, uno de los primeros asesinos en serie de los que se tiene noticia. Se trataba de un noble bretón que vivió en el siglo XV y que se cree que llegó a raptar y asesinar a más de 300 jovencitas. Su sobrenombre proviene, precisamente, de la tupida barba oscura de reflejos azulados que lucía. Su historia trasmitida en forma oral fue recogida un siglo más tarde por el célebre Charles Perrault, autor de los tradicionales cuentos infantiles, muchos de ellos de ribetes fantásticos. Piel de asno, Pulgarcito, Caperucita Roja, La Cenicienta o La Bella Durmiente son algunas de estas historias a las que Amélie Nothomb ha acudido para dar su peculiar versión.

Ahora insiste con otra fábula de Perrault, la historia del noble Déodat, signado por la fealdad, que se enamora de una hermosa doncella. "Me he permitido el lujo narrativo sin precedentes de contar una historia de amor que acaba bien, algo que parece prohibido en la literatura. Al menos en la alta literatura, la única excusa para hablar de amor es sólo un desastre", comentó Nothomb.

Pero esa, la de darle un final feliz a su historia, parece una decisión meditada. La escritora contó que hace un par de años decidió leer de un tirón las 147 obras que componen la Comedia Humana de Honoré de Balzac.

"Balzac casi siempre habla de amor pero sólo el 6% de sus libros acaban bien", comentó.

Nothomb es todo menos modesta, por ello no le pareció inadecuado enmendarle la plana al genio de las letras francesas. Así que al final de su historia los protagonistas vivieron felices.

Letras con champagne e ironía

Amélie Nothomb es muy dada a las sentencias más categóricas y extravagantes. Algunas frases la pintan de cuerpo entero. "Cada alcohol tiene su particular nivel de pegada: el champagne es el único de los que suscitan metáforas groseras", dice por ejemplo respecto de su bebida favorita. "Francia es ese mágico país en el que en cualquier bar de mala muerte pueden servirte cuando quieran un gran champagne a la temperatura ideal", agrega. "El comunismo lo inventó un alemán y fue popularizado por los rusos, dos pueblos que aman el champagne de calidad", ironiza.

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