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"Un modelo cultural chatarra nos coloniza"

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Atilio Pérez da Cunha, Macunaíma (Foto: Fernando Ponzetto)

De raíces brasileñas y apodo de cine, este periodista, publicista y poeta reinvidica el carácter abierto del Uruguay pero reclama mayor espacio para sumúsica y su arte.

Todo el mundo lo conoce por Macu, versión abreviada de su apodo Macunaíma. Pero antes era, y lo sigue siendo en su cédula, Atilio Duncan Pérez da Cunha (65). Macunaíma se llamaba el indio morocho, travieso y muy perezoso de la novela del escritor brasileño Mario de Andrade, allá por 1928. Y su abuela brasileña lo empezó a llamar así.

A comienzos de la década de 1970 el personaje se puso de moda gracias a una película de gran éxito en Montevideo. Cuando sus amigos se enteraron, el sobrenombre se extendió y hasta desplazó a su apellido real: alguna vez no pudo cobrar a un cheque porque estaba a nombre del señor Macunaíma.

El Macu uruguayo está lejos de ser perezoso: es publicista, periodista, poeta, docente, letrista de canciones junto a renombrados músicos, recitador, comentarista de la vida a través de Facebook, apasionado por la historia. Incluso este cronista lo conoció como protagonista de una fotonovela humorística en la fugaz revista El Carlanco.

Por ahora, ninguna actividad le va ganando a las otras. "Me gustan todas. Cuando me jubile y vaya dejando alguna, me daré cuenta cuál extraño más", dice.

Ya de niño se sintió atrapado por la radio: su padre tocaba la guitarra en ese medio y además, en su casa no hubo televisor hasta su adolescencia. Una vez, en la escuela 107, donde él concurría, armaron una emisora. Y relata una anécdota que, confiesa, tiene mucho de venganza: "Fueron seleccionando a los chicos. Yo había pasado toda la noche soñando con eso. Cuando me tocó el turno, me hicieron un papel para leer, me dijeron muchas gracias y me tiraron para afuera... Empecé con la radio en 1970 y todavía estoy..., ahora en Emisora del Sur".

Después quiso ser profesor de Historia y se anotó en el IPA, justo cuando hubo una larga huelga detonada por la visita a Uruguay del magnate y político estadounidense Nelson Rockefeller. Fue entonces a la Facultad de Humanidades simplemente para hacer algo mientras tanto. Y también le gustó. Al final cursó el IPA mientras la dictadura lo dejó. Mantiene hoy una gran afición por la historia, especialmente por el período de entre las dos guerras mundiales, que marcó el surgimiento de los totalitarismos (estalinismo, nazismo, fascismo).

Espera que ese momento no se repita en el presente, con la aparición de movimientos nacionalistas y xenófobos hasta en Estados Unidos. Pero desconfía: "La primera señal de espanto que tuve fue en 1995 en París. Una ciudad maravillosa, tolerante. Un día vi a un negro casi azul con una rubia rutilante. Me quedé mirándolos, aunque allá nadie miraba a esa pareja diversa. Eran parte de la identidad de París. Al rato, doblé una esquina y me encontré con un acto del Frente Nacional francés con el señor Le Pen. Me di cuenta que el mundo repite conductas que uno creía enterradas. Esos fantasmas antidemocráticos, antivida, antidiversidad..."

Valores.

Por eso, asegura que Uruguay debe defender su sociedad diversa e inclusiva. Para justificarlo, acude a un ejemplo: la construcción del Estadio Centenario en 1930. Así, destaca que su diseñador, el arquitecto Juan Antonio Scasso, consiguió darle buena visibilidad para los sectores más caros y al mismo tiempo para los más baratos. A su juicio "una visión democrática extraordinaria".

"Además, la gente iba con sus tamboriles a apoyar a los obreros de la construcción que hacían doble horario para poder entregar el estadio en fecha. Ese es un sentimiento colectivo bien uruguayo, que no es nacionalismo berreta, sino sentimiento de pertenencia a la comunidad", agrega.

"No vivo en un país perfecto, pero es un país donde los expresidentes se pueden sentar en una mesa y hablar civilizadamente, no solamente con respeto sino con aprecio", enfatiza.

Pérez da Cunha trata de pregonar esa mirada amplia en sus actividades. En publicidad trabajó con candidatos de todos los colores políticos: con Hugo Batalla y el Nuevo Espacio en 1989, con Tabaré Vázquez y el Frente Amplio en 1994, en la interna colorada con Hugo Fernández Faingold en 1999, con el nacionalista Francisco Gallinal, incluso con Pablo Millor, exconsejero de Estado y luego legislador colorado.

Sus últimas campañas, ya como asesor independiente, fueron en favor del dirigente blanco de Maldonado Rodrigo Blas. "No soy votante, soy profesional. Se puede trabajar con respeto por cualquier candidato con el cual haya un marco general de acuerdo en su pensamiento. Tenía mis discusiones con Rodrigo, pero con cariño, respeto y preocupación por el futuro del país. Nunca me sentí más cómodo en una campaña política", asegura.

Como profesor en la Universidad de la Empresa dicta un curso de título llamativo: Creatividad. ¿Se puede enseñar a alguien a ser creativo? Él admite que no, pero se puede entrenar. "Es como el jugador de fútbol, ¿nace o se hace? Entre mis alumnos hay personas muy dotadas para eso. Y a otros alumnos trato de sacarles de adentro esa creatividad, que está cercenada por la represión, la inhibición, problemas de identidad, temor al ridículo o cualquier otra causa, con la asistencia de un marco teórico", explica.

Usa "todo el tiempo" las redes sociales, en particular Facebook. Su esposa le regaló un libro de Stephen King con consejos para escritores. Uno de ellos es escribir por lo menos 1.600 caracteres por día, no importa sobre qué. Y puso manos a la obra. "Facebook es un espacio para probar cosas, para mí y para los otros, un medio para expresar cosas que siento".

Problemas.

Sin embargo, Macunaíma observa con cierta inquietud la evolución de la comunicación y en especial de la publicidad. "No quiero ser un viejo rezongón —advierte—pero la crisis de 2002 golpeó a la publicidad como a ninguna otra industria. Muchos referentes se fueron, otros se jubilaron, otros emigraron. Es como si el fútbol perdiera de pronto a los jugadores más importantes. ¿Cómo recuperás eso? Por eso, la publicidad uruguaya no tiene el brillo que tenía en los años 90, por ejemplo. Pero es un proceso y hay otra gente que va a cambiar la publicidad aceleradamente".

También advierte que los jóvenes escuchan poca radio y miran poca televisión. "Solo están mirando pantallas de computadoras o celulares. Y supongo que ese cambio será más dramático en los próximos años", comenta.

En su visión, "lamentablemente Uruguay es una sociedad colonizada por un modelo cultural chatarra que no es nuestro y viene de enfrente". Y recuerda, casi risueño, cuando su padre le decía que era un colonizado porque escuchaba a Bob Dylan o Los Beatles.

"Eso no era estar colonizado, como no te colonizan Borges, Cortázar o Piazzola. Colonización es que te llenen la cabeza con Lali Espósito, Jorge Rial, la cumbia villera… Todo eso de la farándula argentina que hoy ocupa 80 por ciento del centro de interés de los uruguayos, cuando Uruguay tiene una música popular riquísima", sostiene.

Subraya esto último, porque hasta se lo dijo un día el propio Piazzola en José Ignacio. Según el genial Astor, el primer lugar en la música del siglo XX era para los brasileños, luego venían los argentinos y enseguida los uruguayos con la murga y el candombe. Por eso, Macunaíma desafía a buscar música uruguaya de calidad en la radio y sobrarán los dedos de la mano para contarlas, dice.

"En el Uruguay de hoy, con un gobierno de nuevo signo de hace ya 15 años, no han cambiado sustancialmente las políticas culturales. Hay cosas que están muy bien: la sala Adela Reta, la sala Zitarrosa, el Solís, Julio Bocca, los fondos concursables, las radios estatales. Pero no hay una política sustentada a lo largo del tiempo. No se debe tomar la medida draconiana o fascista de prohibir a Rial o a Tinelli. Lo que pido es que haya más de un plato para probar. Imaginate un país donde se puede escuchar una sola voz, un país de pensamiento único. En la música popular y en el arte pasa eso", afirma.

SUS COSAS

Maracaná

Macunaíma nació el 16 de julio de 1951, o sea exactamente un año después del triunfo uruguayo en Maracaná. Y esa coincidencia tuvo peso en su vida. Cada cumpleaños se mezcló con las evocaciones deportivas. "Cuando voy a Brasil mis amigos me piden que no se los recuerde porque la gente todavía se molesta", cuenta.

Bob Dylan

"Es mi maestro y no soy el único que piensa así", afirma. El flamante Nobel de Literatura fue uno de sus principales modelos cuando Atilio siguió el movimiento beatnik. "Festejé el premio y también polemicé porque hay cierta subestimación por la literatura de canción", comenta. Tiene toda su discografía oficial, gran parte de la no oficial y muchos libros sobre él.

Conocer gente

"Me gusta conocer gente. La gente es el paisaje", responde Pérez da Cunha cuando se le pregunta por un interés más allá de lo artístico. Por ejemplo, recuerda la primera vez que fue a París: más que los monumentos o los edificios, que lo impresionaron mucho, el gran impacto fue conocer personas muy diferentes.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Atilio Pérez da Cunha, Macunaíma (Foto: Fernando Ponzetto)

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