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Los mitos de la felicidad laboral

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Trabajar en casa es todo un desafío y claramente no es para todos.

Que trabajar en casa es la panacea, que los amenities relajan, que la antigüedad es un valor perimido... Bueno, parece que no es tan así.

No es inusual que en la isla de edición que Hernán Blanco tiene montada en su casa aparezcan juguetes de Emma, su hija de tres años. Tampoco que, a la vuelta del jardín, la pequeña quiera llenar de besos a su papá y contarle los pormenores de su jornada, mientras él mantiene una conversación telefónica o una call (videollamada) de trabajo. "El home office es todo un desafío para quienes tenemos familia y, claramente, no es para todos", asegura Hernán, de 32 años, desarrollador web, que desde hace 3 años tiene su oficina en el hogar. Hernán advierte que este sistema no es la panacea para el mundo del trabajo: "Uno en su casa maneja sus tiempos y es común que se sobrecargue de tareas; en vez de salir de la oficina a las 18, lo que suele ocurrir es que sean las 2 de la mañana y todavía esté trabajando".

Es que trabajar desde el hogar no resulta siempre tan placentero, ni tan relajado y amigable como aseguran los gurúes que ofrecen soluciones universales. De hecho, el explosivo avance del coworking que reúne bajo un mismo techo a freelancers y empleados de distintas empresas muestra que el hogar no es el sitio más estimulante y apto para el trabajo, sino que la "rutinaria" oficina puede ser un lugar en el que disfrutar de una enriquecedora interacción que haga más llevadera y productiva la jornada.

Pero el del home working es sólo uno de los tantos nuevos mitos que han crecido al abrigo de la necesidad de las empresas de darles una respuesta a los empleados desmotivados que huyen en busca de nuevos horizontes, un fenómeno que se ha vuelto moneda corriente con el ingreso de la llamada generación millennial en el mundo laboral.

Los casos de éxito de empresas como Google o Facebook, por ejemplo, han convencido a más de un gerente de que la solución es poner mesas de ping-pong en las oficinas. Claro que cuando los empleados desisten de usarlas al recibir una mirada condenatoria del jefe, se le termina adjudicando la culpa a un argumento extendido, pero no por eso comprobable: que la supuesta capacidad de los millennials para sentirse estimulados en una empresa tiene una fecha de vencimiento tan corta como la de un producto lácteo.

"Esa idea de que variar y cambiar frecuentemente de lugar de trabajo es algo bueno está sobrevaluada", afirma Carlos Spontón, coordinador del Observatorio de Tendencias Sociales y Empresariales de la Universidad Siglo XXI (Argentina). Un reciente estudio del observatorio realizado en trabajadores de siete ciudades de ese país muestra que "cuánto mayor es la antigüedad en la organización, más felicidad expresa el trabajador". Entre los encuestados, el mayor porcentaje de felicidad (60%) se encontró entre quienes tenían más de 15 años consecutivos en la misma empresa, mientras que la proporción más alta de infelicidad se encontraba entre aquellos que tenían menos de cinco años (29,6%).

Micaela Bacher tiene 32 años, y los últimos siete los ha pasado en Endeavor Argentina, fundación orientada a estimular el emprendimiento. Ella ingresó en el área de proyectos especiales para, después de varios cambios, llegar a un puesto de coordinación regional. "La mayoría de las personas de mi edad están dos o tres años en una empresa, y luego se van. No termino de entender si esa dinámica responde a que para muchos simplemente está bueno cambiar o que en realidad no encuentran en las empresas oportunidades de desarrollo", se plantea Micaela, que reconoce que cada dos años analiza la posibilidad de hacer un cambio de horizonte: "Hasta ahora, siempre encontré una opción que me siguiera proponiendo nuevos desafíos. Sé que en el momento en que deje de sentir que estoy aprendiendo me iré, pero eso hasta ahora no ocurrió", agrega.

Los "kiwis"

Por edad, Micaela pertenece a lo que algunos en recursos humanos apodan "generación kiwi": jóvenes que ingresan a una empresa, ahorran lo justo y necesario como para pagarse el pasaje a Nueva Zelanda, sin mucho preámbulo un día dicen adiós y emprenden camino a Oceanía donde trabajan en los campos en los que se cultiva kiwi (o, un paso arriba en glamour, en viñedos), hasta haber juntado suficiente dinero como para pagarse el pasaje a algún soñado destino asiático. Cuando el dinero se acabe volverán y, sin sentir que le deben nada a nadie, no dudarán en volver a tratar de insertarse en el mercado laboral como si el tiempo no hubiese transcurrido.

Toneladas de papers se han escrito describiendo este errático comportamiento que tiene a las empresas formulando teorías que apuntan a desarrollar una estrategia eficaz de retener talentos o, cuando menos, de nutrir de sangre nueva a las organizaciones. Y, sin embargo, el caso de Micaela sugiere que el problema no reside sólo en la aparente falta de compromiso de los millennials para con sus eventuales responsabilidades laborales; hay algo que Micaela encontró en su lugar de trabajo que a veces escasea en las empresas.

Según Alejandro Melamed, director general de Humanize Consulting y autor de El futuro del trabajo y el trabajo del futuro (Planeta) muchos jóvenes han experimentado en carne propia la experiencia de sus padres o abuelos que, después de décadas de compromiso y trabajo, de un día para el otro fueron desvinculados como si fueran piezas de recambio. ¿Por qué, entonces, hemos de esperar que asuman un compromiso que, en su experiencia, no tiende a ser recíproco?

"Hoy las empresas están buscando tomar acciones concretas para lograr retener a los trabajadores, y encuentran que las fórmulas que les servían ante generaciones previas hoy no les están funcionando para retener a la generación Y", agrega Pablo Liotti, gerente de marketing y comunicación de Adecco Argentina.

"Cantidad y calidad de experiencias significativas", así resume Alejandro Melamed, lo que buscan las nuevas generaciones. "Se trata de ir aprendiendo y creciendo, eso es lo que motiva a los jóvenes, que lo que quieren evitar es aquel trabajo que se convierte en rutina", añade, al tiempo que advierte que esas metas pueden concretarse dentro de una misma organización: "La gente que trabaja en empresas como Google, Globant o Facebook no se va a otra empresa. Y no se trata de un tema de antigüedad, sino de seguir obteniendo experiencias significativas. Eso es lo que retiene y mantiene motivados a los jóvenes".

Juegos de seducción.

Áreas de descanso con sillones mullidos y música funcional; gimnasios a través de cuyos amplios ventanales se observa la city porteña; mesas de ping-pong o de futbolito visiblemente ubicadas a un rincón de la oficina; café y bebidas libres, junto con una abundante oferta de frutas y otros alimentos saludables al alcance de la mano. Los amenities de oficina se encuentran hoy entre las estrategias de seducción que muchas empresas ponen en funcionamiento, tras estudiar con fruición las fotos de compañías —habitualmente tecnológicas— que se proponen como casos de éxito en el mundo laboral.

"Muchos piensan que basta con montar una mesa de ping-pong en la oficina para que todo cambie, pero lo cierto es que si se trata de esos elementos aislados, sin un cambio cultural asociado, no sirven de mucho", comenta Melamed. "Si ponés en práctica cualquier tipo de estos amenities, y cuando pasa tu jefe y te ve jugando al ping-pong te mira mal, el resultado es un mensaje contradictorio. En muchas empresas recibo comentarios de empleados del tipo me dan muchas cosas, pero no tengo cuándo utilizarlas. Puedo tener una mesa de pool, un sillón para relajarme y conversar con mis compañeros de trabajo, pero si no tengo un minuto libre...".

Lo que hace a ser feliz

Dicen que el dinero no hace a la felicidad, pero un dato no menor que arroja el estudio del Observatorio de Tendencias es que, en términos absolutos, estar satisfecho con la remuneración económica que se obtiene al trabajar es básico: 88,2% de los trabajadores que se sentían muy satisfechos con su remuneración estaban muy felices con su trabajo. "La satisfacción monetaria está en la base del bienestar laboral, como elemento necesario para no desmotivarse. Pero si bien es necesaria, para que la persona se sienta verdaderamente feliz se necesitan otros recursos motivacionales más allá de la suma monetaria que perciba por sus acciones".

El orgullo de pertenecer a una organización, el sentirse valorado por la misma y el encontrar nuevos desafíos en la tarea cotidiana, son sentimientos y vivencias que no dependen necesariamente del tamaño de la empresa, sino de su cultura. Son, además, los tres factores que —junto con una remuneración monetaria que se percibe como satisfactoria— más hacen a la felicidad laboral, según muestra la encuesta de la Universidad Siglo XXI. "Tradicionalmente, el mundo de la empresa se ha enfocado en el liderazgo y en el trabajo en equipo —comenta Carlos Spontón, coordinador del estudio—, pero lo interesante que nos sugiere esta investigación es que es más importante centrarse en el orgullo, en la valoración y en el desafío que perciben los empleados. Puedo ser un gran líder, pero si lo que hago no me hace sentir orgulloso muy probablemente no desee permanecer mucho en mi actual puesto de trabajo".

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