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"La misoginia es lo peor de la sociedad"

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"La religión y la filosofía impulsan las mentiras verdaderas sobre el sexo", dice.

A los 91 años, el primer sexólogo que tuvo Uruguay sigue pensando proyectos a futuro. Gran defensor de la mujer y enojado con la Udelar, se refugia en la natación y la lectura.

DANIELA BLUTH

Gastón Boero está acostumbrado a que le hagan preguntas. En la vida, pero sobre todo en su consultorio sexológico, escuchó de todo. Y aprendió a responder con paciencia soberana y sin eufemismos. "Una vez una pareja me vino a preguntar si era legal tener relaciones anales. Y yo les dije: ‘No te lo puedo contestar porque... ¡No soy abogado!’". Ser pionero tuvo —y aún tiene— sus bemoles, pero a los 91 años el sexólogo es la prueba viviente de que disfrutó cada paso, festejando las conquistas y volviendo a insistir tras cada derrota. "Fijate que demoré 50 años en lograr que se aprobara una ley de educación sexual para la ANEP. Ese fue mi mayor logro. Ahora sigo con otros proyectos, pero no tengo tanto tiempo para esperar...".

Repasando su carrera, que empezó con la medicina y siguió con la ginecología, los logros son muchos más. Allá por los años 60 fundó el primer consultorio sexológico del país, fue el primer uruguayo que apareció en los medios hablando de sexo, escribió 14 libros con una aproximación pedagógica al tema y es considerado uno de los primeros sexólogos clínicos de América Latina. Claro que el camino no fue fácil. "Me dijeron de todo, incluso los propios colegas ginecólogos. La sexología era vista como una cosa degradante que no interesaba", recuerda.

Hoy, sus días son menos agitados pero no menos activos. Al menos una vez al mes su departamento de Pocitos se vuelve punto de encuentro para los integrantes de la Escuela de Sexología, una iniciativa que apunta a la difusión del conocimiento a través de conferencias y, en breve, de un curso online. Cuando está solo, su refugio es el escritorio, donde aloja una biblioteca científica —adentro del armario— y otra literaria, sus copas como jugador de paleta, su notebook y un viejo ejemplar de Respuesta sexual humana, de Masters y Johnson, siempre listo para volver a consultar.

SER LIBRE

Boero dejó su Paysandú natal a los 18 para empezar la universidad. Pese a la distancia y los años, vuelve allí cada vez que puede. Fue en la periférica Escuela N° 6, cerca del arroyo Sacra, que descubrió su vocación de médico. "La directora era una de mis tías, María Luisa Pons, que había estado en Europa con María Montessori, una italiana, psiquiatra infantil y madre soltera que creó su propio método de enseñanza".

En aquella escuela "distinta y abierta" en lugar de pupitres había mesas, las clases eran mixtas y los niños tenían asambleas de estudiantes y se hacían cargo de un laboratorio de meteorología y un gabinete de física. Para aprender música, el profesor enseñaba la vida de Mozart y Beethoven. Cuando el tema era la medicina, la clase incluía la biografía de Pasteur. "Y eso me gustaba mucho", recuerda. Entre tanta información, hubo un personaje que lo dejó "hechizado": Ehrlich, dice y aclara que no se refiere al ministro de Educación y Cultura, sino a Paul Ehrlich, el médico estadounidense que estuvo en África estudiando la sífilis y su cura. "Yo me formé aprendiendo a ser libre, a ser independiente, a decir mi opinión. Y otra cosa muy importante, a tener respeto entre los compañeros. Las niñas eran equivalentes a los varones, con los mismos deberes y derechos. Por eso quizás la sexología también venga de la escuela".

La mudanza a Montevideo para cursar la carrera de Medicina fue todo un viaje. Sus padres —él empleado del ferrocarril y ella modista— no podían embarcarse en tanto gasto y Boero tuvo que conseguirse un empleo. El director del colegio Elbio Fernández, sanducero como él, le ofreció trabajo en la bedelía. "Mi vida era muy agitada y la vieja no me tenía confianza, pero pese a eso yo era buen estudiante. ¡Jamás perdí un examen!". Con su primo Nito, compañero de tantas aventuras, alquiló una pieza en una pensión del Centro. "Ganaba 35 por mes y pagaba 28 por casa y comida y 5,15 el abono del tranvía. Mis viejos me mandaban diez pesos que usaba para vivir". Con lo que sobraba, Gastón compraba Marcha y Nito Cine, radio, actualidad.

A lo largo de la carrera se entusiasmó primero con cardiología, después con cirugía y, ya en el internado, estuvo casi dos años en el Instituto de Oncología. Pero se terminó decidiendo por ginecología y obstetricia. Esa fue su especialidad hasta 1957, cuando la cambió por la sexología. ¿Qué pasó? Que en el Segundo Congreso Uruguayo de Ginecología y Obstetricia tres de los principales proyectos que se presentaron tenían que ver con sexualidad: Hermógenes Álvarez y Roberto Caldeyro hablaron sobre la oxitocina y su acción en el parto; el laboratorio Schering presentó el fármaco que luego derivó en la primera píldora anticonceptiva; y Juan José Crottogini reveló un estudio que concluía que 75% de los casos de la patología femenina llamada "congestión pélvica crónica" obedecía a trastornos sexuales. "Me di cuenta que eso era un congreso de sexología. Yo ya venía interesado, pero ahí pasó a primer plano. Me dije: Pero si acá no sabemos nada. Y arranqué".

Mentiras verdaderas

Cae la tardecita y en el apartamento de Boero se escuchan los titulares de algún informativo de tevé. Por allí anda Nina, su segunda esposa y madre de sus dos hijos: Gastón, arquitecto, y Andrés, neurocirujano; el núcleo familiar lo completan Silvia y Laura, fruto del primer matrimonio de Nina, 11 nietos y cinco bisnietos. Mientras él se refugia en la lectura, ella —dermatóloga— lo hace en el crochet. Los varios manteles y mantas que adornan mesas y sillones son fiel prueba de ello.

Quizá por la edad, quizá por la profesión, Boero es un caballero. Es capaz de hablar de sexo largo y tendido, manteniendo el tono de un docente nato y a la vez sin censuras. "Los uruguayos somos pacatos, hemos progresado bastante pero no lo suficiente. Lo primero que tenemos que aceptar es que la compañera que está al lado mío no es distinta ni menos que yo". Es que para el médico, "lo peor" que tiene la sociedad actual "es la misoginia".

Ateo y apolítico, arremete sin culpa contra la religión y la filosofía, "principales impulsoras de todas las mentiras verdaderas sobre el sexo que hay en la vuelta". "La religión católica cataloga al sexo como pecado capital, la idea de parirás con dolor viene de la Biblia...". Y así podría seguir, apasionado, durante horas, plagando su discurso de referencias históricas y anécdotas, para luego, cuando es necesario, volver a hacer foco en la pregunta.

Yendo a lo terrenal, dice que el tamaño del pene, una de las principales preocupaciones masculinas, no tiene "ninguna importancia", y que el famoso punto G "es un invento mediático". "Hasta la Sociedad de Ginecología de Estados Unidos, que fue la que lo describió, ahora se está echando para atrás". En contrapartida, describe al Viagra como "un medicamento fenomenal" que en solo 25 años logró "resolver el problema sexual" del hombre. "Y entonces los varones ya no se preocuparon más por la mujer... ¡Por eso yo le tengo bronca! Empezamos de vuelta con los hombres al poder. Solucionó un tema, pero las volvió a joder a ellas", opina.

Más que en lo orgánico, en los últimos tiempos su atención está puesta en lo que él llama "el sistema sexual" y la incidencia del cerebro sobre el deseo. "Yo le llamo el motor de arranque. Si vos no tenés deseo no se te para ni por decreto", sentencia. Eso, dice, es lo que le repite una y otra vez a quienes lo consultan.

Boero tiene una memoria prodigiosa para nombres, fechas y lugares. Muy pocas cosas lo sacan de sus casillas. Una de ellas es la Universidad de la República, que nunca reconoció a la sexología como una disciplina científica y donde un proyecto suyo para crear un Posgrado de Sexología Clínica deambula de oficina en oficina desde 2006. "No tolero a esta Universidad porque ha impedido que se desarrolle el estudio del sistema sexual. Nos falta academia y la única que la puede dar es la Universidad, pero no lo hace porque es tan misógina como toda la sociedad", dice categórico.

—Con 91 años, ¿todavía tiene energía para encarar nuevos proyectos?

—Una prima mía que murió a los 95 decía que uno tiene que vivir pasito a pasito. A veces Nina cuando me ve con mis proyectos me dice: Pero vos no tenés 20 años para pensar tan al futuro. Y yo sé que no los tengo... No quiero trascender ni ser un prócer nacional, pero cuando se me recuerde quiero que sea como un tipo que se preocupó mucho por la libertad sexual de los humanos. Y principalmente de las mujeres.

Sus cosas

Maestros eternos

"Es la Biblia", dice sobre Respuesta sexual humana, el famoso libro del ginecólogo William Masters y la psicóloga Virginia Johnson que a él le hizo cambiar el rumbo de su profesión. Fue tras leer ese trabajo que Boero abrió su consultorio. Y hasta hoy no se cansa de repetir sus cuatro palabras clave: excitación, meseta, orgasmo y resolución.

El río uruguay

Boero aprendió a nadar en el Río Uruguay cuando su padre lo tiró al agua atado con un cinturón. "Nadá me dijo, y nadé". Se ve que aprendió, porque en su juventud cruzó hasta el otro lado con éxito varias veces. Hoy, sigue nadando, pero en el Radisson Victoria Plaza. Dos veces por semana hace 30 piletas de 25 metros. "Si estás entrenado no son un montón".

La TV y el teatro

Ser pionero en hablar de sexo por televisión le valió críticas y aplausos. La primera vez que dijo "menstruación", a la locutora se le cayó el micrófono. "Yo abrí los medios, los que están ahora me lo deben a mí". Años después incursionó en teatro. Y acaba de reestrenar de El sexo nuestro de cadadía, en el Teatro del Centro.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
"La religión y la filosofía impulsan las mentiras verdaderas sobre el sexo", dice.

El personaje I gastón boero

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