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"Mi materia prima es la vida que tengo"

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"El humor me salvó la infancia y la adolescencia", dice el comediante. Foto: Darwin Borrelli.

Estudió comunicación, agronomía, magisterio y comercio exterior. Sin embargo, el humor siempre estuvo allí. Solo tenía que darse cuenta de que podía vivir por y para hacer reír.

Durante tres años, Germán Medina guardó un secreto que cambiaría su vida. El 1° de junio de 2013 iba a renunciar a su puesto en el área comercial de IBM para dedicarse full-time al stand up. La decisión había sido meditada, planificada y firmemente tomada. Y el silencio era parte de la estrategia. No quería abrir la cancha para que entraran a jugar los ángeles y demonios, los consejos y las opiniones. Después de mucho ensayo y error, esta vez estaba seguro de lo que quería hacer en la vida.

En esos últimos años Germán disfrutó su trabajo "excelente" y "ortodoxo", sobre todo porque sabía lo que le esperaba a la salida. "Mis compañeros me preguntaban qué me pasaba, por qué estaba tan feliz... pero yo no les decía. Lo que yo hacía afuera, el stand up, realmente le daba sentido a que yo estuviera ocho horas ahí", recuerda. Mientras el artista le ganaba cada vez más cuerpo al ejecutivo, Germán logró ahorrar y hacer un "colchón" de dinero que conserva hasta hoy. Cuando llegó el día de renunciar, su agenda de shows y eventos privados ya ocupaba al menos cinco de las siete noches de la semana. "Cuando descubrí el stand up creía que no se podía (vivir de eso) pero quería poder. Más allá de cómo me fue a mí, yo a la gente le recomendaría que se vuelque a lo que lo hace feliz. Cuando uno le pone pasión a algo y está convencido, es más sencillo que suceda".

Hoy, con 31 años, no hay otra definición que le quepa que la de comediante. Sin embargo, quizás influenciado por tantos años de comercio exterior, no vive en la bohemia artística. Abrió una empresa y tiene mánager. Haciendo reír se compró un auto cero kilómetro, su sueño de la infancia. Y piensa seguir generando carcajadas como para ir por la vivienda propia. "Cuando me empecé a dedicar al arte tuve miedo de que me llevara a un tipo de calidad de vida que yo no quería", admite. "En Uruguay el arte es algo poco seguro no solo por las opciones que te brinda sino por los propios artistas, que son inconstantes, con una cosa bohemia que se entiende en algún punto como de dejadez. Y yo no quería eso".

Hace cuatro años que vive —"mejor de los que imaginaba"— exclusivamente del stand up, un género que conoció con Club de Comedia en 2009. Además de formar parte de Amigos como estos, el espectáculo que cada viernes y sábados hace con Seba González, Pablo Magno y Pablo Oyhenart, el próximo 23 de julio va a seguir festejando sus siete años de carrera con una cuarta Trastienda. "Nunca siento que he llegado a ningún lado. Considero que esto es un camino que estoy transitando en el que tengo que ser feliz".

Gordito gracioso.

El éxito, sin embargo, no siempre estuvo. Al menos en sus primeras 15 presentaciones, recuerda, le fue "muy mal". O sea, "no se reía nadie". Discernir en qué estaba fallando le llevó horas de trabajo arriba y abajo del escenario. Pero al final apareció la clave: había adelgazado más de 20 kilos pero seguía escribiendo como gordo. "¡Hacía todo el material muy en el pasado! Tenía un poco de panza, pero no era el gordo gigantesco que estaba planteando en mi monólogo, no era un elefante, entonces me iba mal".

Germán había pasado toda su infancia y adolescencia siendo "el gordo". Y también había pasado siendo "el gracioso". A los 22 años y con 1,70 metros de estatura llegó a pesar 103 kilos. "Yo era gordo salado, con muchísimos kilos de más, de chico iba a ALCO... Así fui toda mi vida y el humor era la llave. A mí el humor me salvó, pude formar parte de grupos geniales porque era el gordito gracioso. Siempre practiqué el humor, pero recién de grande me di cuenta de que podía vivir de esto".

Casi en simultáneo a la llegada del stand up también llegó la dieta. O, como prefiere decir el comediante, el cambio de cabeza. La ansiedad que antes canalizaba en la comida, ahora en parte la deja arriba del escenario. "Creo que estoy controlado, pero es una enfermedad. Tener una vida activa ayuda y además ya tengo la inteligencia de poder reconocer que hay cosas que no puedo hacer". Germán no puede, por ejemplo, comer tres días seguidos hamburguesas con papas fritas. "No porque engorde con esas tres veces, sino porque después de que arranco no paro más".

En el escenario, el comediante destila una energía envidiable. Camina, se detiene, se agacha, gesticula, se toma la cabeza, mira, sonríe, se echa para atrás. La inquietud sigue estando allí, pero cambió de forma. Con los años, encontró que su fortaleza no está en el texto, y entonces decidió enriquecerlo con acting. "La gestualidad a la gente le gusta, a mí me divierte y es el combo perfecto. El teatro me ayudó en ese sentido, sin necesidad de impostar o de sobreactuar trato de reafirmarme en lo que estoy contando".

Así, cada monólogo es "un trabajo de ingeniería bastante interesante", donde se piensan no solo los textos y cómo contarlos sino las pausas, la velocidad, qué chiste elegir para el principio, cuál para cerrar y hasta qué lugar queda para la improvisación. "El stand up es un arte vivo, no es estático. El comediante tiene que adaptarse al público y no al revés. Yo salgo al escenario energéticamente abierto".

Con los años, Germán también aprendió a digerir (casi) sin padecer la necesaria crítica. Ya no se siente "el peor" cuando le va mal ni "un crack" cuando le va bien. "Al principio no te lo fumás, se agradece pero se sufre... Pero yo necesito que me digan qué les pareció, porque no hay mejor crítica que la que viene de afuera", dice. Hoy, su termómetro artístico son su pareja y colega Lucía Rodríguez y sus compañeros de Estos. "Gran parte del crecimiento de un artista es rodearse de gente honesta con su trabajo, porque criticar es meterse con el núcleo del artista".

—¿Creés que es diferente a lo que ocurre en otras profesiones?

—Creo que no hay que creer que las primeras veces te definen. Es como en cualquier otro rubro, lo que pasa que cuando a un contador no le va bien las primeras veces, no pasa nada, porque está él, su computadora y su jefe. Pero acá la exposición es tal, que te encontrás con tus fibras más íntimas. Tus ideas, tu energía, tu gestualidad están ahí y no pasa nada, probás otra vez y no pasa nada… Y vos creías que estaba genial, entonces el golpe es duro, juega mucho con tu ego. Quien se sube arriba de un escenario a que lo miren y lo aplaudan en algún punto necesita que lo quieran. Eso es así. Todos necesitamos que nos quieran, pero los artistas subrayamos esa parte.

Aprender a observar.

A Germán la "madurez laboral" no le llegó tarde, pero sí "de grande". Hizo 5° Biológico y 6° Agronomía. Cursó un año de la Licenciatura en Comunicación de la Udelar y otro año en la facultad de Agronomía. "Me gustaba el campo pero desde el punto de vista del ocio, de salir a pescar o ir con mi padre, pero la verdad que trabajar en el campo y por el campo nunca me interesó". También empezó Magisterio, Administración de Empresas y Comercio Exterior, la carrera que lo llevó a IBM. Al mismo tiempo siempre estudió teatro, en el Instituto de Actuación de Montevideo (IAM) primero y en el Teatro Circular después. Allí, recuerda, sus personajes solían virar hacia el humor. "Si estaba haciendo Molière igual llevaba mi personaje a un absurdo. Y los profesores me decían no es por ahí, no es por ahí", cuenta. Cuando conoció el stand up sintió que ese era el camino correcto y, a la vez, una forma de capitalizar todo (o buena parte) de su recorrido. "El único objetivo excluyente es hacer reír. Después, como comediante, podés conseguir un montón de cosas que son geniales, pero siempre a partir de la risa".

Germán es y se siente un constante observador. "En los artistas de todos los palos hay una sensibilidad por un montón de cosas que cuando llevás una vida más ortodoxa se te pasan. Mi materia prima es la vida que tengo, hay un montón de cosas que me llaman la atención que antes no veía", opina. Eso no significa que sus monólogos sean autorreferenciales, sino que tienen su "visión" del mundo. En su cabeza o en una libreta, Germán anota ideas, palabras, imágenes que, tarde o temprano, se convierten en chistes.

Uno de sus temas preferidos es la pareja, disparador del espectáculo Enredados, que presentó en Montevideo y con el que giró por el interior. "Me divierte meterme en la psicología de las parejas, me encanta meterme en la pregunta de ¿si nos llevamos tan mal por qué elegimos estar en pareja? Mucha gente se ríe, pero a la salida más de uno debe dormir en cucheta". Reciente padre de Mateo (de dos meses), su última incorporación es una rutina sobre el parto, ese momento que es "increíble" y "una porquería" a la vez.

Lejos de ofenderse cuando escucha que el stand up es una moda, él lo festeja. No tiene prejuicios acerca de quiénes lo hacen ni enseñan. "Hay mucha gente talentosa y que no sabe que lo es", asegura. "A veces hace falta que algo sea moda para que mucha gente se arrime. Si cualquiera lo hace, vamo arriba. Y si lo hacen los famosos, vamo arriba también. ¿Quién es Germán Medina para cuestionarlo? Yo copado, háganlo todos. La gente es la que elige qué ir a ver".

SUS COSAS.

Chile.

Con su humor recorrió Uruguay y cruzó a Argentina varias veces. Pero una de las experiencias que más lo marcó fue cuando lo invitaron a Santiago de Chile a presentar Amigos como estos. "La sola idea de llevar tu humor a otro país es divino. Y acá fue a todo lujo", dice a las risas.

Carnaval.

Los últimos dos febreros Germán salió en Carnaval con la revista House, donde también actuaba su pareja, Lucía Rodríguez. Tras ganar las dos veces en su categoría, al comediante le salió "un pase" para la murga Momolandia. "Que me llamen es un honor, pero sé que va a ser una experiencia con la que voy a estar en el ojo de la tormenta".

Louis C.K.

Detrás del dinamismo que Germán muestra cada vez que sube a un escenario, él dice que se esconde un ser tranquilo, al que le gusta tirarse en el sillón a mirar televisión. En esa otra rutina, pasa horas en YouTube disfrutando de su comediante preferido, el norteamericano Louis C.K.

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"El humor me salvó la infancia y la adolescencia", dice el comediante. Foto: Darwin Borrelli.

GERMÁN MEDINADANIELA BLUTH

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