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El mejor bailarín del mundo

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Baryshnikov

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Nadie, en el mundo de la danza, provoca a nivel de público, lo que logra Mijail Baryshnikov. Tras una larga carrera por el ballet clásico y moderno, ahora gira con una obra de teatro.

Baryshnikov

Dicen que a Mijail Baryshnikov no le gustan las entrevistas ni la exposición. Dicen que él accede a hablar porque sabe que es necesario "vender" sus espectáculos. "Son las cosas que hacemos para vender tickets, si no, no lo haría. Cada uno sabe muy poco de la vida en general. Incluso yo, que trabajé toda mi vida en danza y en teatro, no sé nada de ella", dijo, irónicamente, hablando con una periodista, aunque es claro que a este bailarín lo vende su nombre y con eso alcanza para que llene teatros. Dicen, también, quienes lo han visto bailar, que es el mejor bailarín del mundo, incluso hoy, que tiene 69 años. Es que este ruso que fue figura del American Ballet Theatre (ABT), es, según el crítico de The New Yorks Times, Clive Barnes, el "bailarín más perfecto que jamás" se haya visto.

Hasta hace diez días, el bailarín se encontraba en Buenos Aires con la obra Letter to a man (Carta a un hombre), dirigida por Bob Wilson — es el segundo trabajo que realizan juntos— y basada en los diarios de otra figura de la danza: Vaslav Nijinsky. Allí interpreta los textos que el bailarín y coreógrafo polaco escribió durante siete semanas, día tras día, cuando empezó a mostrar síntomas de esquizofrenia. Y aunque Baryshnikov dijo que no es posible actuar la locura, en cierto punto, entiende y empatiza con su colega: "Cualquiera que practica el arte seriamente está un poco loco. Es un trabajo inusual, aunque la palabra trabajo es errada: es una obsesión", dijo en una entrevista con el diario Clarín. Es que este ruso, figura de la danza clásica y contemporánea, es también un actor sensible e inteligente, Baryshnikov es, en definitiva, un gran artista.

Un ruso americano.

Se siente norteamericano, aunque nació en Letonia, vivió muchos años en Moscú, pero abandonó la Unión Soviética en 1974. Sin embargo, su familia está en Estados Unidos y sus hijos son americanos. "Ahora Letonia me dio una ciudadanía honoraria y puedo ser parte de la Unión Europea, tengo dos pasaportes, lo que es agradable. Pero creo que no podría vivir en otro lugar que en los Estados Unidos", contó.

Empezó a bailar con nueve años, cuando la Escuela de Ballet del Teatro de la Ópera de Riga aceptó su solicitud de ingreso. Tres años después ingresó a la prestigiosa Academia Vagánova de Ballet y posteriormente se unió al Ballet Kírov, de San Petersburgo, una de la compañías con más historia del mundo. Allí se convirtió en figura. Incluso, ni siquiera estuvo en el cuerpo de baile, sino que hizo su debut en los escenarios como solista con el ballet Giselle.

Después de tener todo tipo de reconocimientos — incluso se convirtió en el bailarín más joven en recibir el Premio del Estado al Mérito de la URSS —, su necesidad de acercarse al mundo de la danza occidental lo llevó a abandonar la URSS en 1974.

Un año después, el coreógrafo francés Roland Petit lo invitó a participar de una gira por Canadá. Fue entonces que el bailarín pidió asilo político en Toronto y luego de un tiempo empezó a bailar con el Ballet Nacional de Canadá. Luego partió a Estados Unidos.

Fue en Norteamérica que Baryshnikov se construyó como el mejor del mundo. Estuvo en ABT entre 1974 y 1979. Trabajó con el New York City Ballet y se enamoró de la danza moderna y contemporánea. Se dedicó a girar con distintas compañías por varias partes del mundo durante 15 meses. Volvió a ABT en la década de los 80, como figura indiscutida. Incluso después se convirtió en el director artístico de la compañía, lugar en el que estuvo por diez años. Y, en 1986 se nacionalizó estadounidense.

Sin embargo, no fue la nacionalidad ni el país lo que marcó su carrera. El cambio más importante de su vida fue haber dejado la danza clásica, porque sí nomás. O, mejor dicho, para dedicarse al baile moderno. Fue así que en 1990 fundó, junto al coreógrafo americano Mark Morris, la compañía White Oak Dance Project de la cual fue director artístico desde su creación y hasta 2002.

Dos años más tarde abrió su propio centro en Nueva York, el Baryshnikov Art Center, al cual dedica parte de sus días. Así, el bailarín divide su tiempo entre su casa en la "gran manzana" y otra que tiene en República Dominicana. Nunca regresó a su país natal, aunque la decisión de no volver a la Unión Soviética la tomó ni bien se fue. Ese país, dijo una vez, no le inspira nostalgia.

La no fama.

Ahora, a sus 69 años, el bailarín ya no baila. Eso dijo en una entrevista con el diario La Nación mientras estuvo en Buenos Aires. Ahora, sostuvo, es un actor que en el escenario hace los movimientos que su director le pide.

Pero el arte dramático no es terreno desconocido para el bailarín. En 1985 fue el actor principal de la película Sol de medianoche, que dirigió Taylor Hackford. En 1997 fue parte del elenco del film Paso decisivo, personaje que le valió la nominación al Oscar. Además, en 2003 integró el elenco de la aclamada serie Sex and the City, en la que interpretaba a Aleksandr Petrovsky, un famoso artista ruso que se enamora de Carrie, a quien daba vida Sarah Jessica Parker. Este papel le valió fama a nivel mundial y lo elevó al peldaño de "actor popular", por el que las masas deliran. Sin embargo, nada más alejado que esa etiqueta para referirse al ruso. Lejos de disfrutar de la fama, sigue siendo tan tímido como cuando bailó por primera vez, e intenta pasar inadvertido y mantenerse alejado de la verborragia de los fanáticos. Aunque a esta altura, seamos sinceros, pocas figuras del mundo de la danza generan tanta expectativa y admiración a nivel mundial como él.

Pero su arte no se puede medir por fuera de los movimientos del cuerpo mientras baila. Porque, aunque ya no se dedique a la danza, quienes lo han visto actuar sobre un escenario en los últimos años, coinciden en algo: Baryshnikov nunca dejó de bailar.

Padre de cuatro hijos, Alexandra, con al actriz Jessica Lange, y Peter, Anna y Sofia, con su actual mujer, Lisa Rinehart, el bailarín devenido actor cree que, a pesar de su experiencia, "no sabe nada de la vida".

Baryshnikov siente el paso de los años, pero para él, "bailar es bailar", aunque cambie el cuerpo, el baile, los coreógrafos y los maestros. "Así es envejecer... es más difícil levantarse a la mañana. Todo es problemático con la edad", dijo en una entrevista, aunque después aseguró que no estaba seguro de haber sido honesto en todo lo que había afirmado durante esa charla. Es que, el ruso es un artista que, además de bailar y actuar, examina todo el tiempo sus pensamientos: "Ojalá pudiese ser más espontáneo", sostuvo. Sin embargo, de algo no quedan dudas: por algo es el bailarín más perfecto que jamás se haya visto.

Representar la locura sin estereotipar.

Mijail Baryshnikov se encuentra en medio de una gira que lo llevó al Teatro Coliseo de Buenos Aires durante los primeros quince días de setiembre.
Allí llevó la puesta en escena de la obra Letter to a man, (Cartas a un hombre) inspirada en el diario íntimo que escribió el bailarín polaco Vaslav Nijinsky cuando empezó a tener episodios esquizofrénicos. "Claro que la locura inspira a los escritores, pero no sabemos qué es ni qué experimentan estas personas. Nadie en realidad volvió de la locura al mundo de los cuerdos y nos lo contó. Eso es lo interesante de esta literatura. En el caso de Nijinsky, imagino que él no controlaba esos trances, lo que pensaba ni lo que sentía", dijo al respecto en una entrevista con el diario La Nación.
Aseguró además que en el espectáculo no interpreta a Nijinsky, sino que encarna a un hombre cualquiera que transita el "descenso hacia la oscuridad", algo que "a cualquiera le puede pasar".

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