Publicidad

Lo que no mata, fortalece

Compartir esta noticia
El duelo después de un fracaso es siempre necesario

COMPORTAMIENTO

Fracasar, una y otra vez, es parte de la vida diaria. A veces las caídas pueden ser más profundas que otras pero, ¿cómo se sigue después? El tiempo parece la clave.

Estrellarse. Romperse. Caerse. Hundirse. Frustrarse. Un verbo funciona para explicar al otro. O quizás un verbo contiene a todos los otros. Fracasar, que es un poco estrellarse, un poco romperse, un poco hundirse, un poco frustrarse. Que es parte de la vida de todos, incluso, de los más perfectos perfeccionistas. Ahora, ¿sabemos cómo reaccionar ante un fracaso?, ¿qué es, realmente, un fracaso?

Para la psicóloga y terapeuta cognitivo-conductual Verónica Orrico "es un suceso o un resultado adverso, no deseado, que genera frustración". Para Mariana Álvez, psicóloga positiva "el verdadero fracaso es cuando no hemos logrado nuestros propios objetivos, no los impuestos por la sociedad, los que habíamos deseado para nosotros y no pudimos lograrlo".

Es verdad que la noción de fracasar siempre es subjetiva y que nunca va a ser la misma para mí, para quien lee esto ahora, o para la señora que camina con su perro por la vereda. Es cierto que todos tenemos objetivos y deseos y sueños distintos. Sin embargo, hay algo común a todos, a mí, a usted que lee, y a la señora del perro: cuando no los logramos, a los objetivos, a los deseos y a los sueños, creemos que fallamos, a nosotros mismos y a los demás, que siempre esperan algo de nosotros. También es cierto que todos tenemos, (deberíamos) en algún lado de la cabeza o del cuerpo, la capacidad de caernos y levantarnos, de quebrarnos y rearmarnos. Pero eso es algo que se trabaja, porque, no siempre es tan sencillo, ¿no? Y claro, siempre depende de la profundidad de la caída.

Tiempo.

A Julia siempre le gustó que le fuera bien. Esa es la verdad. En la escuela, en el liceo, en la facultad y en todo lo que hiciera, necesitaba que le fuera bien, era responsable y se esforzaba por lograrlo. La primera vez que perdió un parcial en su vida fue en cuarto de secundaria. Prueba de biología, las neuronas, la sinapsis, el sistema nervioso y Julia se sacó un 4. Le faltaron dos puntos para aprobar, aunque con un 6 tampoco se hubiese conformado. Cuando la profesora le entregó el parcial, lo apoyó boca abajo en su banco, le dijo que al final de la clase quería hablar con ella. Así como Julia no sabía perder, también sus profesores y su entorno estaba acostumbrado a que ella no perdiera, a que le fuera bien.

Julia no la pasó bien. Nadie la pasa bien perdiendo cuando está acostumbrado a ganar. Sin embargo, hay algo que es claro: como casi todos los conceptos y concepciones, la noción del fracaso como algo puramente negativo es una construcción social. Estamos acostumbrados a ver y a leer y a escuchar sobre personas exitosas y famosas que, en general, hablan de sus logros y, casi nunca de sus fracasos; en los medios de comunicación, por ejemplo, "se glorifica a las personas exitosas", dice Orrico. "Por otra parte, nadie es exitoso en todos los aspectos de la vida. Todos tenemos alegrías y tristezas, virtudes y defectos, aunque generalmente no se hable de ellos".

Ahora, construcción o no, lo cierto es que todos, por más éxito, felicidad y bienestar que tengamos, en algún momento caemos, nos quebramos, nos estrellamos. Después de eso, hay que reconstruirse y rearmarse lleva tiempo. "Los duelos siempre son necesarios, algunos serán más cortos que otros, dependiendo de la gravedad del dolor que estamos padeciendo", explica Álvez. El tiempo que nos demos para el duelo, dice, depende de cada uno. "Es muy subjetivo porque hay personas que no toleran los más mínimos fracasos, como por ejemplo, perder un examen, otros tienen un umbral de tolerancia mayor ante sus frustraciones". Además, agrega Orrico, depende de "los recursos de cada persona, de su estilo atribucional", es decir, un estilo "realista, que considere qué depende de nosotros y qué no, y qué variables podemos modificar la próxima vez".

La próxima vez, dice la psicóloga, porque siempre está la opción de repetir algo e intentar evitar aquello que nos llevó a fracasar la primera vez, siempre y cuando esté a nuestra alcance. También está la opción de volver a fracasar, claro. En este sentido, saber identificar la causa de nuestro fracaso, es parte del proceso para que el error sea un aprendizaje; además, explica Orrico, otra dimensión a tener en cuenta es la estabilidad: "Atribuir la causa de un hecho a factores estables en el tiempo, soy así y no puedo cambiar o a factores que van cambiando con el tiempo".

Quizás esto suene a algo sabido, pero también es cierto que cuando caemos, volver a caminar es difícil y tomarse un tiempo para pensar en estas cuestiones, es lo que recomiendan las especialistas consultadas. "Lo bueno de los fracasos son el aprendizaje que nos dejan, si no aprendemos de ellos pasan a ser solo angustia", agrega Álvez.

Por otro lado, todo parece vincularse y hasta resumirse en una palabra, que es más concepto que forma: resiliencia.

"En su origen, es la capacidad de un material para recuperar su estado inicial cuando es sometido a una presión. En psicología y psicoterapia es un concepto que hace referencia a la capacidad de las personas para sobreponerse e incluso crecer en situaciones adversas", explica Orrico. Y aclara que hay que diferenciar el concepto de fracaso con el de adversidad. "Se habla de fracaso para hacer referencia a sucesos o acciones iniciadas por la persona que salieron mal; mientras que el concepto de adversidad incluye situaciones difíciles que no dependen de nosotros, como la muerte de una persona querida o catástrofes naturales".

La capacidad de la resiliencia, en tanto, ayuda a "protegernos contra la depresión y otras patologías mentales, además de mejorar nuestra autoestima y contribuir a nuestra productividad", dice Álvez.

Hacer. Esa parece la clave para cualquier aspecto de la vida. Una vez más, parece una obviedad, pero no lo es. Si se quiere algo, hay que ir y hacerlo. Lo peor que puede pasar es que no lleguemos, que nos estrellemos, que nos rompamos. "Un fracaso tiene que ser un peldaño para continuar trabajando sobre nosotros", sostiene la psicóloga. Y, después de todo, dicen que lo que no nos mata, nos fortalece.

Los objetivos siempre tienen que ser realizables

Sería ridículo creer que hay alguna forma de evitar los fracasos. Eso que a veces intentan los padres para cuidar a sus hijos, eso de querer que no se equivoquen para evitarles el dolor, es absurdo. Todos fracasamos y vamos a fracasar muchas veces. Ahora, hay algunas formas para, al menos, evitar que los fracasos sean muchos y profundos. Y es básico: "El nivel de exigencia en los objetivos que nos planteamos incide en la posibilidad de lograrlos", dice la psicóloga Verónica Orrico. "Si el objetivo es demasiado ambicioso o su consecución depende de variables que no están bajo nuestro control, tenemos más chance de fracasar", agrega.

"Una forma de asegurarnos el éxito de nuestros emprendimientos es la flexibilidad: ser flexibles para ir cambiando estrategias de ser necesario, no establecer metas inalcanzables teniendo en cuenta que la complejidad de las mismas requiere de mayor preparación", sostiene la psicóloga Mariana Álvez. En este sentido, hay algunos fracasos que podemos controlar y otros que no. El amor y el "éxito" en una nueva pareja es uno de ellos, justamente, porque el éxito no depende de uno sino de dos, es decir, siempre habrá variables externas.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad