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La masculinidad en el banco de los acusados

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El cuidado personal, una actitud colaborativa en las tareas domésticas comienzan a verse en más varones.

TENDENCIAS

El feminismo ha hecho evidente los rasgos más predatorios de los varones y los modelos comienzan a cambiar. Si bien se habla de nueva masculinidad aún persisten viejos esquemas.

Es domingo por la mañana y un grupo de jóvenes camina por 18 de Julio. Son seis, tal vez ocho puesto que no forman un todo compacto. Y dos de ellos van del brazo. Ambos son varones, uno es muy delgado, lleva una barba algo descuidada, lentes oscuros y un vestido floreado sobre los vaqueros. Su amigo lleva el cabello teñido de verde, se pasan el porro y ríen. El vestido floreado puede ser una broma, una apuesta o las ganas de llevar uno. Pero lo que más llama la atención es que aunque se cruzan con varias personas -adultos, jóvenes, grupos de jóvenes como ellos- nadie parece sorprendido o tiene una reacción adversa. ¿Un joven barbado vestido de mujer? ¿Qué tiene de novedoso? Pues nada.

Tal vez la intención del joven no fuera la de poner en cuestión el modelo tradicional y aceptado de masculinidad. O tal vez sí. ¿Sus motivos? Él, y tal vez sus amigos, los sabrán.

Lo cierto es que la llamada “cuarta ola feminista” parece, por fin, haber puesto en cuestión esa masculinidad que ya empieza a verse mohosa y apolillada. Los chistes machistas de pronto han dejado de ser graciosos, aunque muchos los sigan festejando con fuertes risotadas. Pero si antes John Wayne podía “calmar” con una cachetada la crisis nerviosa de una mujer, encajar el Stetson y darse media vuelta sin más, el acto no pasaría impune en este momento.

En cambio, muchos varones comenzaron a asumir conductas que hasta hace poco parecían reservadas a las mujeres. El cuidado de los niños, tareas domésticas, la actitud colaborativa cuando hay una mujer al mando son cada vez comportamientos más naturalizados. Aunque el terreno de lo cotidiano todavía aparece minado de lo que el feminismo ha denominado acertadamente como “micromachismos”. A cada paso que damos los varones parece haber una actitud a revisar, donde hemos dejado inconscientemente a nuestra par femenina en un escalón inferior al nuestro. Incluidas nuestras tendencias más amables y en apariencia civilizadas de intentar explicar cosas que creemos que nuestras interlocutoras no entienden “por ser mujeres”.

Si bien parece osado hablar de una nueva masculinidad, se impone lentamente una nueva forma de ejercerla. Y sobre ello Revista Domingo consultó a representantes de distintos ámbitos en busca de respuestas. La sociología, el feminismo, la publicidad y la psicología han reflexionado sobre este tema y, de hecho, es a veces objeto central de sus respectivos intereses.

MODELO EN CUESTIÓN. Teresa Herrera es socióloga y también una de las principales referentes del movimiento feminista uruguayo. Está convencida de que la prédica y la movilización constante -finalmente- han comenzado a rendir algunos resultados. Mínimos, pero resultados después de todo.

“Lo que estamos viendo es que hay como una especie de cuestionamiento al modelo hegemónico. No quiere decir que haya cambios radicales, pero se están implementando”, señala.

Claro, no es que haya nacido una nueva criatura masculina que ande por ahí paseando su esplendente novedad. Se trata de cambios más sutiles.

“Por lo menos ya el hecho de cuestionarse, o de preguntarse si no hay un solo modelo de varón, sino que hay múltiples modelos y hay distintas formas de ejercer la masculinidad que no pasan, necesariamente, por el poder y la dominación. Solamente eso creo que ya es un avance”, reflexiona Herrera.

Sin embargo esto no alcanza para almientar optimismos. La realidad es tozuda y se empeña en mostrar malos ejemplos. “Lo que pasa es que después vienen los micromachismos en la vida cotidiana y se va todo al diablo, porque ese es uno de los problemas. Siempre hay mucha distancia entre el discurso y la realidad”, observa.

Siglos de evidente dominación masculina han marcado una huella genética potente. El escirtor francés Pierre Lamaitre aludía a ello en una reciente entrevista. El autor contaba que al ambientar su última historia (Los colores del incendio) en el período de entreguerras francés se vio obligado a dar cuenta de un momento histórico de cruenta dominación masculina. Al hablar de los temas centrales que aborda su novela, Lamaitre dice: “Creo que es un libro sobre la dominación masculina, que en ese periodo es aplastante, y sobre la resistencia de las mujeres, que lo único que tenían en ese momento era su cuerpo: el cuerpo que canta, que hace el amor, que seduce, que resiste”.

El patriarcado agoniza

La nueva masculinidad tal vez sea aún un embrión, una posibilidad de lo que en algún momento será. Pero de su crisis parece no caber duda.

En tal sentido reflexiona Juan Fernández Romar, psicólogo y director del Instituto de Psicología Social de la Facultad de Psicología.

“Lo que sí resulta evidente es que el modelo hegemónico de masculinidad imperante desde hace muchos siglos está en crisis y que el sistema patriarcal agoniza en muchas partes de Occidente”, sostiene.

“La idea tradicional de lo que es ser hombre se ha resquebrajado y la subordinación de la mujer en muchos campos ya no es automática ni ‘natural’. Hay un empoderamiento gradual de todas ellas en todos los campos de la sociedad. No obstante, no todo se explica exclusivamente por el proceso de emancipación de la mujer”, afirma el académico.

En este sentido Fernández Romar señala otros procesos que han tenido lugar en los últimos tiempos, como por ejemplo la inclusión en la política del concepto de “género”.

“Es decir, la asunción colectiva de que los valores y comportamientos tradicionales asociados al ‘ser varón’ o ‘ser mujer’ no dependen ni de un orden natural ni de su biología sino que están determinados culturalmente”, apunta.

Y en este aspecto la militancia del colectivo LGTB parece haber sido clave. Al reivindicar sus derechos han puesto de relieve cuestiones que permanecían “invisibles” en el paisaje natural como la de que la orientación heterosexual es la única posible y aceptable en una sociedad. “Por esta vía se han multiplicado nuevos modelos alternativos de masculinidad que abogan por una realidad social más plural, abierta y tolerante”, destaca Fernández Romar.

Pero si estos parecen temas ya zanjados en el debate público, la realidad política parece volver a ponerlos en cuestión. En tal sentido, el psicólogo recuerda el movimiento de reacción a estas revindicaciones, tanto en la boca de reputados teóricos como de dirigentes políticos de primera línea. En tal sentido, señala al célebre psicólogo canadiense Jordan Peterson y su controversia con el feminismo, y en particular el cuestionamiento a la teoría de género. Pero también el ascenso de notorios exponentes de derecha como Donald Trump, Jair Bolsonaro, Vladimir Putin o el húngaro Viktor Orban furibundos objetores de la diversidad sexual, el feminismo y temas asociados como lo es el del aborto. Todos ellos tienen en común, sostiene Fernández Romar, un discurso restauracionista del patriarcado.

Un modelo en crisis y fuertemente cuestionado, entonces, pero al mismo tiempo una corriente que reacciona y pretende desbaratar todo intento de superación de los roles tradicionales.

Lo único que parece cierto, de momento, es que la forma de ser hombre comienza a ser distinta y a mirar a su par femenino a la misma altura.

La publicidad tomó nota del cuidado personal masculino.
La publicidad tomó nota del cuidado personal masculino.

Los cambios en la tanda publicitaria

La publicidad es el espejo público de toda sociedad. A menudo el relato que “vende” es aquel socialmente aceptado por las mayorías. Y allí también comienzan a verse cambios. Así lo aprecia, por ejemplo, Milena Guillot, publicista y directora de la agencia Amén. “Lo que es cierto es que todo evoluciona mucho más rápido en este siglo que vivimos, y es verdad que la publicidad observa que esos roles están mucho más parejos, se ven padres haciéndose cargo de la comida de los niños, por ejemplo”, señala Guillot al analizar los contenidos de la tanda televisiva. “No es un tema de altruismo, el interés de la publicidad es reflejar lo que el consumidor está viviendo y presentárselo de una manera reveladora, si esto no estuviera pasando en la vida real la publicidad no lo reflejaría”, apunta. Como ejemplo de estos cambios la publicista recuerda los avisos sobre el cuidado personal, incluso la cosmética masculina, algo impensado hace tan sólo algunos años atrás. Pero también la inclusión de varones en lugares tradicionalmente reservados a la mujer, como la cocina. La campaña “Todos somos chefs” de la marca Ottonello es muestra de ello.

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