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Martín Buscaglia: "La música me gana siempre"

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Martín Buscaglia
Martín Buscaglia.
Foto: Archivo

EL PERSONAJE

El cantante y compositor acaba de producir un par de discos para diferentes artistas, anduvo girando por Argentina y el mes que viene hará lo mismo en España.

Recién llegado de Buenos Aires, donde estuvo haciendo conciertos y produciendo el disco de la banda argentina Mi Amigo Invencible, Martín Buscaglia le abre la puerta de su casa a Revista Domingo para charlar un rato sobre su trayectoria y su actual momento. Le gusta ser entrevistado, dice, porque en esas instancias ordena y verbaliza un montón de ideas y pensamientos que le andan rondando en la cabeza de manera algo difusa.

Tiene 49 años, pero a pesar de su cabellera blanca y que luce unos lentes con algo de aumento, da la impresión de alguien considerablemente más joven. Habla, gesticula y se mueve con los bríos de alguien que parece estar en el comienzo de su camino en la música, no un artista que ya tiene una discografía bastante cuantiosa y —más allá de los matices que puedan surgir en una evaluación— respetada y reconocida.

Su trayectoria discográfica incluye siete álbumes solistas, uno a medias con el cantante y compositor español Kiko Veneno (El pimiento indomable, 2012), otro con el muy poco conocido artista under Antolín (Experiencias musicales, 2015) y seis títulos como parte de Cantacuentos, la banda que él compartía con, entre otros, su mamá Nancy Guguich, quien falleció en noviembre del año pasado (su papá, Horacio “Corto” Buscaglia había fallecido en 2006). Hay más, pero esa es la parte medular e ineludible de su obra, una palabra que él califica como “pomposa” pero que de todas maneras considera aplicable.

Una familia artística

Sus padres fueron, durante años, una parte importante de la música y la cultura uruguaya. Horacio Buscaglia tuvo una destacada trayectoria como multifacético creador, tanto en la música como en el teatro, y lo mismo su madre Nancy Guguich. El grupo Canciones Para No Dormir La Siesta, en donde ambos estuvieron, fue un mojón en la música y la cultura nacional. Lo que hicieron sus padres, ¿se imprimió en lo que él hace? “En mi música en general, sí. No tengo canciones que hablen específicamente de alguno de ellos. Es algo que me imagino que puede entender quien haya perdido a alguien muy cercano, alguien trascendental que desaparece. Pero no desaparecen del todo, porque siguen en vos”. Además, dice, aunque ellos ya no estén, él sigue “trabajando” con ellos. “Sí, literalmente. Tengo un montón de música inédita de mi viejo. Va a salir una reedición de Musicasión (grupo que Horacio Buscaglia y Eduardo Mateo compartieron), para la cual escribí varios textos... También estoy laburando con materiales de Cantacuentos (la agrupación musical encabezada por su madre) y que verá la luz a fin de este año. Así que sí”.

A lo largo de ese camino tuvo altibajos, como todos. Quien firma recuerda una charla con Buscaglia hace años en la que contaba que se había ido a tocar en un crucero porque, según él, en un momento se dio cuenta de que lo que hacía no gustaba acá. O al menos no gustaba tanto como para permitirle vivir de la música. Y vivir de la música es algo que él viene haciendo desde los 15 años. Sea dando clases de guitarra, tocando en bandas o en un crucero.

Cuando partió no se imaginaba que iba a ir a parar a España, donde se hizo de un público que apreciaba sus canciones. Y cuando acá nos percatamos que una parte del público español le prestaba atención, empezamos a verlo de otra manera, una menos criticona.

—¿Qué ves cuando mirás hacia atrás y pensás en el camino que hiciste?

—Una cosa que veo es que mi último disco (Basta de música, 2020) es el que más me gusta y representa. Y también veo que cuando arranqué tenía lo mismo que tengo ahora, los mismos intereses e impulsos musicales, el groove, todo eso que espero seguir teniendo y no perder. Lo que pasa es que estaba peor tocado, cantado y presentado. Era todo más precario.

Ahora, claro, tiene más experiencias y aprendizajes encima. Y lo que hace está mucho mejor tocado, cantado (“Siento que estoy en un muy buen momento como cantante, y tengo que proteger ese momento”) y presentado. Y eso que hace las cosas de una manera que sigue teniendo algo de artesanal. Su último disco, por ejemplo, lo grabó íntegramente en la misma habitación en la que ahora conversa con El País, la misma en la que también compuso un tema con Jorge Drexler (Bendito desconcierto, que está en el más reciente trabajo de Drexler, Tinta y tiempo, publicado este año) . “Acá grabé todo: las baterías, los pianos, las voces, todos los instrumentos”. Claro, luego se fue a mezclar todo a España, en un estudio “top”, cuenta.

Según él, vivimos en una época “post-Fi”, un concepto que tomó prestado de una charla con Paul Higgs, músico uruguayo para quien también produjo un álbum. Eso que hizo él, sigue diciendo, es lo que hacen muchos traperos actuales: graban de manera casera y luego “tunean” los discos para que “se suenen todo”.

Hablando de trap, ese es un estilo al que le presta atención. Entre otras cosas porque, añade, es la primera que “rompe” con la que hacen y escuchan la generación de los padres, a diferencia del rock en donde más o menos se sigue haciendo lo mismo que generaciones pasadas, con algunas modificaciones menores y actualizaciones. Lo que por ahí aún le falta al trap, reflexiona, es llegar a tener un acercamiento más cabal a la canción.

¿Haría un disco de trap? Él no funciona así, dice. Sus discos no nacen de proponerse tal o cual cosa. “La música me gana siempre. Si, por seguir el ejemplo, me propusiera hacer un disco de trap pero lo que me sale cuando empiezo a componer son canciones del ‘melódico internacional’, entonces el disco va a ser así: de melódico internacional. Sería una necedad tratar de ganarle a algo que es más grande que vos”. Eso es algo, agrega, de lo que se percata después, no durante el proceso creativo. “Por eso está bueno charlar, hacer una nota. Es bastante habitual en mí, descubrir cosas cuando charlo sobre mi música”.

En vez de llevar la música a donde se lo proponga, la música lo lleva por caminos que él no sabía que iba a recorrer en un momento en particular. Poco cálculo y mucha exploración, en otras palabras. Eso no siempre se conjuga con una “carrera” musical a la que se le pueda sacar provecho en términos de fama y dinero. Algunos artistas descubren o llegan a una veta o un estilo que explotan para que les dé rédito. Él no. Un claro ejemplo: luego de hacer el disco con Kiko Veneno, varias personas le dijeron que estaría bueno que siguiera transitando por ahí, que eso podría beneficiarlo. Pero lo que hizo fue Experiencias musicales con Antolín, aun sabiendo que eso no tendría ni cerca la misma repercusión de El pimiento indomable.

Y no es que sea un ingenuo que viva en las nubes. Sabe muy bien las condiciones en las que se mueven los músicos profesionales. No por nada viene viviendo de la música desde la adolescencia. “Me encantaría tener un millón de dólares, una banda de 20 músicos, hacer shows como Paul Simon en los noventa”. Obviamente, continúa, lo gratifica que lo reconozcan y lo respeten como artista (“Es muy emocionante”). Pero también dice: “No necesito más reconocimiento. Sí más plata”. Aunque por la plata baile el mono, a Buscaglia no le sale hacer otra cosa que la que hace.

—¿Pensás en lo que podría haber sido tu trayectoria musical de haber tomado otras decisiones?

—Es contrafáctico. Tenés que hacerte cargo de lo que sos. Cada tanto, hay gente que me dice: “Tendrías que seguir por esta de tus tantas vetas”. Pero no sabría cómo hacerlo. Estaría bárbaro recontrapegarla, como dije, y aquel que lo hace, bien por él. Porque nunca es suerte. Siempre hay algo. Puede que ese “algo” sea un don extramusical. Como saber con quién hablar en una fiesta, y no quedarte tomando vino con un amigo, aunque eso sea lo que tengas ganas de hacer. Pero es un don igual. No es por tener una actitud “yo no me vendo”. En la inmensa mayoría de los casos de quienes dicen eso, no es que no se quisieran vender. Es que nadie los quiso comprar.

Eso no quiere decir que no esté orgulloso de lo que ha hecho, por supuesto. Además, no son muchos los artistas uruguayos que tienen un público en más de un país. Actualmente, él puede hacer conciertos en Uruguay, Argentina y España, hacia donde viajará en julio para nuevas presentaciones. “También tengo un viaje a Chile planificado”, anota. Es lo que quiere hacer ahora: tocar. No hay, actualmente, un nuevo disco gestándose, pero eso no le preocupa.

—Estás en un buen momento de tu carrera, entonces.

—(Piensa). En realidad, siento que estoy en un buen momento desde hace 15 años. Siempre hice lo que quise y siempre hubo gente que me dio plata para que haga los discos.

Sus cosas

un comic
The Far Side
The Far Side

En la biblioteca de Martín Buscaglia hay muchos libros, en particular novelas. Pero también hay varias historietas. Le encanta Calvin y Hobbes, la genial creación de Bill Watterson, por ejemplo. Otra de sus historietas preferidas es The Far Side, de Gary Larson. “Atesoro varios ejemplares. ¡Máximo respeto!”, dice.

una "herramienta" musical
saludo
Los amigos

En la habitación donde graba sus discos hay todo tipo de instrumentos y otras herramientas musicales. ¿Cuál de todas es su preferida? Ninguna de ellas. Su “herramienta musical” preferida es la amistad que tiene con muchos músicos. “Charlar, o meramente estar con esas personas me impulsa a componer”.

un lugar al que le gusta volver
Cuernos de Batlle
Montevideo

En algún momento de su trayectoria musical y profesional, pudo haber sentido que Montevideo no le era particularmente amable. Pero su ciudad es el lugar a donde siempre le gusta regresar. “Obviamente”, agrega, “para lograr el efecto deseado, primero hay que haberse ido”, comenta.

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