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Mario Ferreira: "Creo mucho en el teatro como reflejo de la vida"

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Mario Ferreira, director de la Comedia Nacional

el personaje

Es parte del elenco de la Comedia Nacional desde 2005 y además es el director general y artístico de la institución. No extraña actuar, pero sabe que el escenario es su lugar. 

No extraña actuar. Le sienta bien la oficina, el trabajo de planificar, de coordinar, de pensar. Le da placer, dice. Le gusta ver lo que cada fin de semana sucede con los espectáculos, cómo mutan, evolucionan y se transforman, lo que ocurre en el público, su respuesta, su aprobación o desaprobación. Sin embargo, dice, llegado el momento le gustaría mirar hacia atrás y ver que hay más recuerdos del escenario que de la oficina. Y eso es lógico para alguien que es y ha sido desde siempre actor por pura vocación y pasión, para alguien que eligió apostar al teatro como única forma de vida. “Yo siempre lo digo: si vos estás dispuesto a darle todo al teatro, todo tu tiempo y tu energía, seguramente el teatro te lo va a devolver, y no puedo no sentirlo así si miro mi recorrido”. Eso le sucedió a él, que decidió entregarse completamente a su vocación. Y el teatro no le falló.

Mario Ferreira (52) es parte del elenco de la Comedia Nacional desde 2005 pero además es, desde 2016 y por tres años más, el director general y artístico de la institución. Su período terminaría este año, pero el elenco resolvió que quería que su compañero fuera la cabeza por tres años más, la administración lo aprobó y él cree que aún tiene la energía y las ganas suficientes como para encarar un período más. Después no, después quiere actuar. Porque aunque dice que no extraña, Mario es una persona de teatro y su lugar, por esencia y por defecto, es el escenario.

Histrionismo

No lo recuerda, Mario, pero su hermana mayor sí. Ella se acuerda que cuando él era un niño se enojaba y se ofendía de manera exagerada con sus padres e incluso en una ocasión armó una mochila y se fue de su casa. “Caminé dos cuadras y volví. Mi hermana recuerda más cosas que yo en relación a mi gusto por el teatro, como esos ataques medio dramáticos de histrionismo”.

Lo cierto es que con o sin histrionismo, a los 15 años tuvo su primer contacto con el teatro en un taller que dictaba Alfredo Goldstein (que estaba empezando a dar sus primeros pasos en la dirección teatral) en el liceo Francisco Bauzá. “Hicimos dos obras cortas de Molière y ese fue mi primer acercamiento. Después, en 1983, fui invitado por unas amigas del liceo para integrar un grupo de teatro que tenía por finalidad reabrir el Florencio Sánchez del Cerro, que no estaba en actividad. Allí se formó el taller de teatro La Gotera, al que le debo muchísimo, lo mismo que a su director, Hugo Bardallo, que hasta el día de hoy es un maestro inolvidable”.

Mario cree que haberse acercado al teatro en años tan revueltos marcó su forma de concebirlo y entenderlo. Porque, como siempre y como a todos, las circunstancias y el contexto condicionan la forma en que nos paramos ante la realidad y el mundo. Y su manera de entender al teatro tiene que ver con un teatro que ante todo entretiene, pero que siempre se compromete. “Las buenas obras hablan de muchas cosas. No necesariamente un espectador tiene que estar viviendo lo que la obra está mostrando, pero sí puede haber en la historia otras situaciones que se acerquen a su realidad y que de pronto pueden modificar su forma de pensar sobre determinados temas. Yo creo mucho en el teatro como reflejo de la vida, creo que debe tener el propósito de interpelarnos, de cuestionarnos o de mostrarnos cómo somos”.

El taller del Cerro lo hizo darse cuenta de que no quería que el teatro fuese algo pasajero en su vida, así que en 1986 se inscribió en la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático (EMAD) y en paralelo en la Facultad de Derecho; a la primera llegó por vocación, a la segunda, por eso que dice que hay que estudiar “algo en serio”. “Seguramente tenía la fantasía de que podía ser un buen abogado, creo que todavía tenía aquello de que tenía que estudiar, tenía el reflejo de mi hermana médica por delante, no me disgustaba, me interesaba el tema legal, pero me pasó algo increíble. Al segundo año, el mismo día que empezaba la EMAD empezaba la facultad; de mañana fui a la EMAD y de tarde a Derecho. Cuando me iba, algo me frenó en la escalinata, miré para atrás y dije ‘acá no vengo más’. Y ahí decidí apostar por el teatro”. Y cuando Mario dice apostar, es en el sentido más literal del verbo: puso todas sus fichas en que iba a lograr vivir de la actuación.

Estable

Aunque resulta difícil disociar su nombre de la Comedia Nacional, hubo muchos años en los que Mario se dedicó a la actividad teatral independiente.

Y siempre se las arregló para siempre vivir de la actuación. “Estuve tres años en el radioteatro del Sodre, participé en televisión, en la última etapa de Plop y de las novelas de Canal 4, hacía publicidad”, dice hoy, sentado en una oficina que funciona como archivo en uno de los tantos recovecos del Teatro Solís. En 1993, Marcelino Duffau le propuso representar un texto que tenía que transcurrir arriba de un ómnibus y entonces nació Barro Negro, el espectáculos sobre ruedas que tiene récord de permanencia en la cartelera local. Gracias a esa propuesta, con la que hacían ocho funciones por semana, Mario pudo independizarse y dejar la casa de sus padres. “Un trabajo siempre enganchó al otro, de pronto estaba en tres espectáculos a la vez y cuando abrí la posibilidad de dirección, eso también me abrió las posibilidades laborales, me permitió generar mis propios proyectos pero sabiendo que iba a ser un camino de mucha dificultad”.

Por eso, cuando en 2005 y con 38 años, Héctor Manuel Vidal lo llamó para ser parte del elenco de la Comedia Nacional, no lo dudó (había concursado en 1997 para conseguir un lugar pero sin suerte, aunque, dice, no guardaba ningún rencor). “Estar en el elenco estable es un lugar de privilegio. Tener una estructura que permite que los actores y actrices estén nada más que enfocados en su actividad es algo muy bueno, y eso también se refleja en los resultados”.

En 2007 tuvo la dirección interina de la Comedia Nacional por primera vez y estuvo al frente por dos períodos, hasta 2012. Cuando asumió, la institución no estaba pasando por su mejor momento: “Había un choque decidido con la administración de ese momento, había pasado por un período de ataques de propios colegas del medio, era necesario recuperar el autoestima, la confianza y creo que el propósito de mi parte en ese momento fue un poco ese: tratar de encauzarnos todos y recuperar el valor que tiene la actividad que hacemos”. Aceptó el cargo aún sin saber sobre muchos temas, aceptó para aprender, porque el elenco entendió que quien estuviera a la cabeza tenía que ser alguien de “adentro”.

Desde entonces hasta ahora pasaron once años, muchos espectáculos, actores, técnicos y expedientes. En el medio, la Comedia Nacional cambió la conformación de su elenco: en 2008 y 2012 se realizó llamados a concursos para actores, en los que ingresaron varios de los nombres que se ven habitualmente en los escenarios del Solís o la Sala Verdi, como Diego Arbelo, Florencia Zabaleta o Jimena Pérez, Stefanie Neukircho, Leandro Ibero Núñez. “Desde que ingresé en 2005, la foto de la Comedia cambió claramente. En aquel momento todavía estaban en el elenco Estela Medina, Delfi Galbiati, Gloria Demasi, Julio Calcagno, y conmigo habían ingresado Pepe Vázquez, Jorge Bolani. Era un grupo que venía de una Comedia que tenía otros códigos, que funcionaba de otra manera, que se basaba en tener figuras que hacían muy potente al elenco, pero que también hizo que otra parte de ese elenco quedara un poco en un segundo plano. En estos últimos años eso se ha empezado a revertir y todos tienen las mismas oportunidades en cuanto a roles y a desafíos artísticos”. Los cambios, dice Mario, tienen que ver con adaptarse y responder a las lógicas actuales: “Hoy en el teatro todo se ha vuelto muy verdadero, las redes, la tecnología, las imágenes, todo permite que veamos todo lo que sucede. El teatro tiene que mantener su código y sus características pero tiene que acompañar el devenir del mundo”. 

Sus cosas

UN REFERENTE. Cuando tiene que nombrar a un referente en dirección, Mario no duda: Jorge Denevi. Dice que fue gracias a un espectáculo dirigido por el “Flaco” que él entendió cuál era el trabajo de un director en un espectáculo: “Cómo lo hace la otra mitad, se llamaba. A partir de ahí empecé a mirar todo con otros ojos”.

UN ESPECTÁCULO
. En 2010, Mario dirigió a sus compañeros de la Comedia Nacional en La cabra o quién es Silvia, de Edward Albee. Esa es una de las obras que recuerda con mayor deleite. “El trabajo que pudimos hacer con los actores llegó a un lugar redondo, en el resultado artístico y de satisfacción personal”, dice.

UN LUGAR. Cuando tiene que despejar la cabeza, elige cualquier lugar en contacto con la naturaleza, dice que no hay nada que lo calme más. Pero si puede decir un sitio en el que se siente en calma, elige San Gregorio de Polanco, en Tacuarembó. Dice que desde la primera vez que vio una foto del lugar se enamoró.

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