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Magias de fin de año

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COMPORTAMIENTO

Las cábalas y las supersticiones siguen fascinando y cautivando, en particular cuando empieza a asomar un nuevo año, cargado de posibilidades y también incertidumbres.

Isabel está por sacar la valija del ropero. Y va a comprar uvas. Su hija, además, sabe que se pondrá ropa interior de color rosado. Entre las dos, además, planean tirar un balde de agua desde la puerta de su casa hacia la vereda el próximo domingo, cuando 2018 esté a solo unas pocas horas de distancia.

Ese día Isabel comerá las 12 uvas para que el año que viene sea próspero, caminará un poco con la valija por la cuadra (le gustaría volver a viajar para visitar a sus hijos, desperdigados por Europa en España y Alemania). Y junto a su hija baldeará la vereda, para simbólicamente limpiar el hogar de lo negativo que ocurrió durante el año que termina, y así recibir lo que se viene menos contaminado por lo que quedó flotando en el ambiente.

Ellas, como muchos otros uruguayos, siguen algunos de los más arraigados rituales cabalísticos para fin de año, una época cargada de distintas corrientes de creencias.

En torno al cambio de calendario confluyen la religión cristiana, nociones más bien paganas como las cábalas, e ideas de aire más contemporáneo que apuntan a aspectos prácticos y de gestión de la personalidad como —por ejemplo— los propósitos o metas a cumplir para el año que viene.

"Tanto en las prácticas cabalísticas como en los rituales supersticiosos subyace la idea de que podemos alterar nuestro destino o suerte, tanto de manera positiva como negativa, llevando a cabo algunos actos que son sostenidos por un pensamiento mágico", afirma el catedrático Grado 5 en Psicología Social Juan Fernández Romar.

Alterar el destino es la meta de todas las cábalas, que en esta época cobran especial importancia por la cercanía con la que se percibe al año que viene. Además, la cábala es un "método" accesible, desprovisto de riesgos o grandes inversiones. Unos pocos pasos, unos sencillos procedimientos —barrer la casa con movimientos "hacia afuera"— o ingestas de ciertas cosas —como lentejas, o las ya mencionadas uvas— parecen ser un muy pequeño precio a pagar por la oportunidad, por remota e improbable que sea, de torcer el camino del destino.

Mónica Lladó, directora del Instituto de Psicología Social, dice que subyace una necesidad de sentir que hay una posibilidad, intangible pero posible, de que el destino responde favorablemente a los estímulos hechos a través de las cábalas: "Muchas personas dejan un lugar dentro de sí para ese juego, porque en definitiva es un juego entre lo racional y lo irracional. No pierdo nada con hacerlo, se dice uno a sí mismo".

Para ella, las cábalas de fin de año sustituyen o generan espacios para rituales y actualmente, acota, hay poco lugar para aquellos rituales relacionados con los ciclos de vida, donde los cambios de años son percibidos como particularmente relevantes. "Me parece que hay una necesidad de la ritualidad en relación a lo comunitario. Recuerdo que antes era más común que se hiciera un festejo de fin de año en la cuadra del barrio, entre los vecinos. Esas prácticas, más comunitarias en torno al fin del año, se fueron perdiendo, entre otras cosas porque nos hemos urbanizado mucho. Antes, las cábalas de fin de año —o los rituales— tenían que ver con transiciones, con el pasaje de una estación a otra. Eso ya no es así", dice Lladó.

Y eso puede haber dado lugar para cábalas de fin de año más "individualistas", que se realizan en el cobijo —y a veces en la soledad— que brinda el hogar. A menudo, esos actos supersticiosos, tienen como meta deseos también individualistas.

Solo googlear un poco sobre las cábalas de fin de año confirma la visión de Lladó. Nota tras nota sobre qué hacer para, gracias al pensamiento mágico y optimista, alcanzar las ansiadas metas: salud, dinero y amor.

Fernández Romar en tanto, coincide con la visión más o menos histórica de su colega sobre las cábalas de fin de año, y sus rasgos más comunitarios, ligadas a cosas como seguir con buena salud (para poder seguir labrando la tierra) o el control del clima, para que las cosechas no fueran afectadas. Pero el experto dice que también se inventaban muchas cábalas para tener "seguridad personal, éxito en el amor o fortuna en los juegos de azar".

Fernández Romar podría perfectamente haber agregado fortuna "en los juegos deportivos". Porque si hay una actividad en la que las cábalas reinan, es en el deporte, sobre todo el deporte rey, el fútbol. Y las cábalas contagian a todos los involucrados en el fútbol: a los que juegan, a los que dirigen un equipo o gestionan una institución deportiva o a quienes son los espectadores.

El "Pato", por ejemplo, es fanático rabioso de Nacional. Tan así que no tolera chistes sobre su equipo. Por WhatsApp, cuenta que durante un partido "clásico" usó un boxer que se había comprado hace poco. Nacional ganó ese partido y el boxer quedó asociado a esa victoria. "Trato de usar siempre el mismo bóxer cuando juega. Obvio que Nacional ha perdido partidos desde que empecé a usarlo. Pero siempre trato de usar el mismo bóxer cuando juega Nacional".

"La superstición", explica Fernández Romar, "se encuentra ligada fuertemente a la religión. Y las religiones han estado nutridas siempre por el pensamiento mágico". En el fútbol, ese pensamiento mágico encuentra una caja de resonancia muy poderosa. El inglés John Carlin, uno de los periodistas más famosos del mundo, decía en una entrevista el año pasado —hablando de los casos de corrupción en ese deporte— que "el gran aliado de los corruptos de la FIFA no solo ha sido este entusiasmo sino esa especie de regreso a la infancia, que es lo que nos ocurre a todos cuando nos metemos en el planeta fútbol (...) Con ese deporte, somos niños y no queremos que nos digan que Papá Noel no existe. No queremos saber".

Las cábalas ayudan a mantener, entonces, la ilusión de que "la pelota no se mancha" o que el año que viene nos dará, —de forma más o menos mágica— la posibilidad de ganar el 5 de Oro, dejar de fumar, empezar a hacer ejercicios o cuidar a algún familiar de un quebranto de salud.

Aunque no tengan sustento real o empírico y, como también dice Fernández Romar, en su base esté siempre "el temor a lo que nos pueda ocurrir", no deja de ser cierto que las cábalas para darle la bienvenida al año que llegará en ocho días son bastante inofensivas.

Por eso es difícil desdeñarlas o ignorarlas por completo, más allá de que los espíritus más racionalistas seguirán mirando por encima del hombro con un gesto de condescendencia a quienes sacan la valija del ropero o prepare el balde para tirarle agua a la vereda el próximo lunes.

Los frutos de la viña del señor

Los orígenes de la cábala de comer 12 uvas el último día del año se ubican —para algunos estudiosos— en las historias bíblicas de las doce tribus de Israel, que se formaron a partir de los 12 hijos que tuvo Isaac, el hijo del patriarca Abraham. La cifra, en sí, se atribuye a la cabalística, o sea que proviene de la Cábala, la doctrina esotérica que forma parte del judaísmo y que surgió en el Siglo XII, probablemente en la Península Ibérica. Esa cábala habría sido posteriormente adaptada por los cristianos, que sustituyeron las doce tribus israelitas por los 12 apóstoles cristianos. En algunos casos, se habla incluso de que tienen que ser seis uvas moradas y seis blancas, y que hay que comerlas al mismo tiempo que suenan las campanas a la medianoche, claramente un remanente de la época en la que la Iglesia y sus rituales pautaban la cotidianeidad de los fieles.

De lo esotérico a lo científico

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De la observación supersticiosa a la ciencia

Algunas prácticas supersticiosas, cuenta el profesor titular de la Facultad de Psicología Juan Fernández Romar, dieron pie para el nacimiento de disciplinas científicas. "Si bien hay un gran número de actos y actividades supersticiosas que las sabemos poco lógicas, también es cierto que estuvieron presentes en el nacimiento de algunas ciencias", cuenta. Como la astronomía, cuyos orígenes se remontan a la nada científica astrología. Además, Fernández Romar dice que algo similar ocurrió con la alquimia, de la cual surgió la química.

Espantar lo malo con fuego

En varios países latinoamericanos se quema a un "Viejo" —un muñeco lleno de ropa vieja, papeles e incluso fuegos artificiales o petardos— para despedir el año. En Uruguay, esa costumbre —consumada luego de varios días de pedir monedas "pal Judas" es cada vez menos frecuente. Hasta entrada la década de 1980 aún era común ver a niños pidiendo dinero para el muñeco de trapo sentado en alguna vereda. Hoy no queda mucho de esa cábala, cuyo propósito era que lo negativo ocurrido durante el año fuera consumido por las llamas que rodeaban al muñeco de trapo.

muñeco
Quemar al "juda"

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