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Luciano Supervielle: "Llevo a cabo una búsqueda en constante transformación"

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Luciano Supervielle, músico, compositor y DJ
Nota a Luciano Supervielle, musico, compositor, productor y dj uruguayo, en su domicilio de Montevideo, ND 20180921, foto Leonardo Maine - Archivo El Pais
Leonardo Maine/Archivo El Pais

EL PERSONAJE

Nació en Francia pero vive en Uruguay desde los ocho. Integrante de Bajofondo, en mayo estrenó Soltar tu mano, la primera canción escrita, compuesta y cantada por él.

Acomodó el celular sobre el piano, se enfocó a él mismo, dijo “buenas”, miró hacia abajo y empezó a tocar. No se le podían ver los dedos ni las manos pero uno podía intuir, por el movimiento eléctrico, suave y contraído del torso, los brazos, el cuello y de la cara, que lo que estaba oculto era lo que le daba sentido a todo lo demás, que lo que pasaba entre sus manos y el piano era una especie de ritual divino que le poseía el cuerpo y el espíritu. Así tocó Dr Dre y Y la nave va de Buenos Muchachos, en un estado de abstracción profundo en el que miraba a la cámara con la expresión de alguien que observa solo para chequear que todo vaya bien.

Era martes 7 de julio y Luciano Supervielle (43), músico, compositor, productor, DJ, estaba dando un micro concierto desde el living de su casa en Montevideo a través de Instagram. No era la primera vez que lo hacía. Durante los meses de confinamiento más complicados empezó a hacerlos de forma casual, sin ninguna intención más que la de compartir una parte de sí con quienes quisieran escucharlo. Y después se propuso hacer uno por semana en el que siempre tocara un repertorio nuevo, algo diferente a lo que toca cuando está en el escenario, algo que lo sacara de su zona de confort.

Lo hizo para mantenerse ejercitado, no solo con el piano sino también en el contacto con el público. “Con los años aprendí que eso es algo que también se tiene que ejercitar. Cuando pasás mucho tiempo sin tocar para el público se genera una especie de falta de entrenamiento”. No es lo mismo que estar en el escenario, dice, porque tampoco es lo mismo estar en cualquier escenario: el contexto, la plataforma, la atmósfera, el lugar, la gente condicionan la manera de tocar, de conectarse con la música.

Ese día, después de tocar las dos primeras canciones cambió el celular de lugar y, como si fuese un mago revelando el secreto de su truco maestro, lo colocó de perfil, de una manera en la que las manos y los dedos y todo lo que estaba oculto al principio, quedaba visible. Sus manos desplegándose sobre el piano y moviéndose como si estuvieran llenas de furia o de pasión, acariciando y golpeando las teclas blancas y negras, son la confirmación de que todo tiene sentido cuando Luciano Supervielle se sienta al piano.

La música, para él, le da otra dimensión a todo. Por eso en un momento difícil —“de una pérdida familiar”— se sentó una noche mientras sus dos hijos dormían y escribió la letra y compuso la música de una canción, Soltar tu mano. “En mi caso la música es una herramienta de resiliencia muy potente. En estos meses difíciles ponerme a tocar tenía que ver con eso, con reactivar mi motivación. Sumado al comienzo de la cuarentena, que fue muy angustiante para todos, la música me dio la motivación para seguir adelante, para buscarle un sentido a todo a través de la música. Y a través de mis hijos también. A través del amor, ¿no?” También dice que se trata de otro sentimiento, más ancestral, más primitivo. “Hacer música tiene que ver con dejar una huella. Y eso es otra motivación para hacerla”.

De retazos

Los recuerdos de los primeros años, como su música, están hechos de retazos, de partes que se unen para regresarlo a su infancia en París y en México. De Francia, su lugar de nacimiento, ha ido reconstruyendo la memoria a través de viajes, de volver al barrio en el que vivió los primeros cuatro años de su vida, de tomar un café en la esquina de la que fue su casa, de reencontrarse con aromas, imágenes, sonidos y sabores, de compartir tiempo con amigos que aún conserva, con la parte de su familia que todavía vive allí.

De Ciudad de México, a donde su familia se mudó cuando él tenía 8 años, recuerda la vida de apartamento en una ciudad salvaje. De esas épocas también son los primeros recuerdos con la música cuando jugaba y hacía canciones con su hermana mayor. Con la música vienen también las primeras nociones de Uruguay. En su casa se escuchaban piezas del cancionero popular uruguayo: Alfredo Zitarrosa, los Olimareños, el Sabalero. Hijo de un padre uruguayo que se fue del país exiliado durante la dictadura y de una madre francesa, las primeras imágenes que Luciano tiene de Uruguay son las de su padre preocupado y tenso cuando en las noticias alguien mencionaba cómo estaba la situación del país.

Cuando se mudaron a Montevideo se instalaron en una casa en el Prado, el barrio más abierto y más verde de la capital. Luciano dejó de ser un niño de apartamento para vivir jugando en la calle. “Fue un cambio muy luminoso en mi vida”.

De sus años franceses y mexicanos se trajo el gusto por el hip hop, un género musical que en Uruguay todavía no se escuchaba pero que en aquellos países tenía una larga tradición que él había conocido siendo un niño.

Después de haber aprendido a tocar melodías de oído en un teclado de juguete decidió estudiar guitarra. Su hermana había empezado a tomar clases con Luisa, una profesora del barrio, y él también quiso ir. Luego de tres o cuatro años Luisa le dijo que ya estaba, que ya no podía enseñarle nada más, que lo sabía todo.

Tenía 11 o 12 y empezó a estudiar piano en el TUMP (Taller Uruguayo de Música Popular). Allí Fernando Goicochea, pianista y docente, lo hacía estudiar Bach pero en la otra mitad de la clase preparaban juntos las canciones de los artistas que le gustaban a Luciano, de los Beatles a Sui Géneris. Eso, dice ahora, fue una motivación muy grande para seguir aprendiendo.

Nunca tuvo otra opción posible. La elección del futuro siempre estuvo asociada a la música aunque entenderlo fue un proceso. No sabía cómo se hacía, cómo era eso de lograr que la música - el arte - fuese una opción real de vida. En el medio, dice, hubo muchas frustraciones. “Me acuerdo que cuando empecé a estudiar, ya más de grande, en la Escuela Universitaria de Música, fue un choque grande para mí en el sentido de que estudiaba con tipos que hacía más tiempo que estudiaban que yo y que eran mejores que yo en muchos sentidos y fue como... wow. Se me sacudieron algunas estanterías. Eso me pasó muchas veces en mi vida y en el proceso de pensarme a mí como músico. Hasta el día de hoy la actividad del músico genera muchas incertidumbres. Ahora, por ejemplo, con la cuarentena, eso quedó clarísimo”.

En 1990 Luciano era un adolescente que escuchaba hip hop con sus amigos, se vestían como skaters y tenían una banda, Plátano Macho, que tocaba en lugares pequeños. Esa fue la primera época de la movida del hip hop en Uruguay.

Con 20 años se fue a vivir a Francia. Hasta entonces estaba por fuera de la esfera musical uruguaya, alejado de todo lo que tuviera que ver con la música popular. Fue ese, sin embargo, el momento en el que su percepción hizo un clic.

“Me di cuenta de que era mucho más uruguayo de lo que creía. Cuando empecé a interactuar con músicos que tenían trayectorias distintas a las mías, me di cuenta de toda la influencia cultural que yo tenía por haber crecido en Uruguay. Y que era como un gran arma a mi favor que me podía dar un sonido, una identidad musical y la posibilidad de tener un lenguaje propio. Y a medida que uno va madurando como músico la búsqueda de un lenguaje propio es fundamental”.

A los 23 empezó a trabajar con el músico Jorge Drexler y poco después se unió a Bajofondo, un grupo formado por músicos uruguayos y argentinos —Gustavo Santaolalla, Juan Campodónico, Gabriel Casacuberta, Javier Casalla, Martín Ferrés, Adrián Sosa y Verónica Loza— que aborda a la música rioplatense combinándola con otros ritmos.

Basta con escuchar la música de Luciano para entender que todo lo que fue tiene que ver con lo que hace, que el piano clásico se mezcla con el hip hop y con el tango y con la electrónica. Y que no sabe qué estará haciendo dentro de 10 años. Su identidad tiene que ver con el cambio: “Cada laburo que hago, sean discos, música para películas, arreglos o colaboraciones con otros artistas, tiene que ver con ir explorando terrenos que no he explorado antes. Considero que llevo a cabo una búsqueda que está en constante transformación”.

sus cosas 
Soltar tu mano, de Luciano Supervielle
Una canción propia 

En mayo Luciano sacó Soltar tu mano, la primera canción que compone y escribe para cantar él mismo. Es, dice, una canción especial porque surgió en un momento muy difícil de su vida. “Con esta canción apareció una beta que me dieron muchas ganas de desarrollar, que es la de escribir canciones”.

AFC en Montevideo Hip Hop. Foto: Nicolás Pereyra
El futuro 

En estos meses de pandemia Luciano estuvo muy dedicado a sus hijos, “como nunca antes”. También fue un tiempo para pensar y reflexionar sobre proyectos y actividades a futuro. Por lo pronto está trabajando en colaboraciones con diferentes artistas locales (Santiago Marrero, AFC, Camila Rodríguez, Diego Arquero, entre otros). 

Luciano Supervielle y Pedro Dalton. Foto: Darwin Borrelli
La tregua y Pedro Dalton 

Uno de los trabajos que lo tiene más ocupado es la composición de la música de La Tregua, una obra que estrenará el Ballet Nacional del Sodre, con coreografía de Marina Sánchez y dramaturgia de Gabriel Calderón. Además está preparando un concierto junto a Pedro Dalton, de Buenos Muchachos, en principio, para agosto.

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