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Los libros que leemos

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COLUMNA — CABEZA DE TURCO

Washington Abdala

Estoy mirando lo que lee la gente, los libros que más se venden en el mundo, los que son best sellers en Estados Unidos y en Europa y me impresiona lo que veo. No sé como no me daba cuenta pero la evidencia me revienta en la cara.

Hay un libro por allí que habla del “Cuándo” y todo el material es un conjunto de obviedades sobre la habilidad que hay que tener en la vida para hacer y decir lo que sea pero en el momento justo. El timing es todo, dice el tipo. O sea, todo tiene un momentum dijera un amigo mío que todo lo intelectualiza y cree que habla en latín al ponerle a todo un “um”.

Veo que los libros europeos que se están vendiendo son sobre “meditación” y allí se plantea la necesidad de buscar el lógico equilibrio emocional para hacer más transitable la vida en medio de la jungla de cemento. Aparecen decenas de formas de meditación, mucho cheto anda en esta movida y mucha barra que no quiere religiones se cuela por acá. Déjenme ser sincero.

Ni que hablar de los libros de comidas, que están de moda como los programas de elaboración de la misma. Hace tiempo que explotó esto, los chefs, la casas donde comer comidas guau, los análisis… En fin, un mundillo gigante. Los chefs parecen los pastores evangélicos del setenta. Los encontrás por todos lados (no enojarse conmigo, es la evidencia fáctica).

En fin, ese es el panorama. Lo confieso, hace tiempo no captaba la tendencia, me parecía rara porque no la decodificaba, sentía que algo a mí me enganchaba.

Tuve como una epifanía y comprendí todo de golpe: la gente está harta de presiones, de stress, de que la succionen y la basureen y, por eso reclama volver a estar en paz mental y recuperar dignidad. Punto. Es eso lo que está pasando, son momentos de hartazgo. Y para ese “viaje” se vuelve a los principios básicos -dijeran los gringos- se vuelve a los fundamentos. Y en ellos volver a comer correctamente, a respirar aire desintoxicado, a caminar (hay un libro italiano que solo habla de cómo caminar) y a pensar hacia adentro para entender mejor el afuera, eso es lo que hablan todos estos relatos. No entiendo antes como no captaba semejante asunto. Mal yo.

Mis fieles lectores saben que suelo mofarme un poco de todo, la verdad que muchos de los que hacen yoga me parecían que estaban de listos, mucho atardecer, mucho humm, mucha mirada hacia el horizonte… ¡pero mirá que hay que pagar el colegio del nene papá! ¡Así que aflojale al mantra y remangate que hay que remar! (No entendía).

“Ta clavado” (dijera Jorge), en medio de esta vorágine se llena de delincuentes que escriben y venden lo que huelen está de moda. O sea, hay mucho ladronzuelo y ladronzuela por allí en el negocio de la “autoayuda” y la psicología mágica. Ya lo deberíamos saber, por eso no es sencillo no caer en trampas del marketing supuestamente cultural.

Lo que me resulta interesante es pensar en cómo llegamos hasta acá: qué pasó para estar donde estamos. Algo explotó. En la época de mi abuela no era así. Ya en la de mis padres empezó el delirio pero había algunas certezas. Hoy estamos en medio de la alienación absoluta. El caos actual debe haber traído este nuevo desorden donde todo lo obvio, lo sensato, lo elemental hay que recordarlo de nuevo para ver si no nos liquidamos como especie. Comemos mal, trabajamos mucho, perdemos vínculos sociales valiosos y así la vida se pone loca y no merece la pena.

Nunca sentí a un político profesional hablar de este asunto desde esta perspectiva. En definitiva es algo así como procurar ser más felices entendiendo por felicidad no el “placer” sino el estar ubicados y serenos en la vida. ¡Pavada de desafío!

Sí, supongo que es casi imposible que la política se enganche con esto, pero quién sabe, quizás algún día el poder de turno entienda esta “necesidad”. Por las dudas: agua va

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