El libro de los géneros recargado, de Elvio E. Gandolfo, es un conjunto de ensayos críticos sobre los llamados subgéneros literarios. Ciencia ficción, policiales, terror, fantástico, los llamados "géneros menores" que el autor se encarga de demostrar son en rigor grandes exponentes de la literatura a secas.

Gandolfo es narrador, poeta, crítico y traductor, pero sobre todas las cosas un gran lector. Tal vez pocos como él conocen en profundidad tanto a los mayores exponentes de cada género, como a los menores, los que sin ser los más célebres alcanzaron cotas de calidad enormes.

Cada uno de los ensayos permite seguir la evolución de géneros que nacieron y se desarrollaron entre mediados del siglo XIX y todo el XX. Con otra peculiaridad, casi sin excepción fueron modalidades de literatura popular nacidas en Estados Unidos, aunque luego haya ido sumando autores y perspectivas más diversas. El aporte europeo en la novela negra y la ciencia ficción, por ejemplo, marcó verdaderas tendencias dentro de estos géneros. Autores como James Graham Ballard o Stanislaw Lem, ambos exquisitamente analizados por Gandolfo en esta antología, hoy son considerados bastante más que autores de género.

El conjunto de artículos escritos por Gandolfo aparecieron en la prensa rioplatense entre la década de 1980 y los recientes años 2000. Pero el autor "recargó" con algunos de los autores recientes con lo que completa un catálogo bastante exhaustivo. Solo por nombrar algunos de los autores estudiados: William Gibson (el padre del cyberpunk), el sueco Henning Mankell, Haruki Murakami y, en particular, su mega novela 1Q84; pero también recorridas imprescindibles por el mundo creativo de Georges Simenon, o las distintas versiones en TV y cine de Sherlock Holmes, infaltable Stephen King, pero también un autor enorme como Richard Matheson, o las tres últimas novelas de Philip K. Dick. Imprescindible para quien ama la literatura.

Uno de los mejores libros que leí este año, La biblioteca de los libros rechazados del francés David Foenkinos, me llevó a buscar alguna otra obra de este autor. Así llegó a mis manos Charlotte que, confieso, empecé a leer —raro en mí— sin buscar información y casi sin mirar la contratapa. Además, lo que al final fue un acierto, me saltée por error la página donde explica que la novela está inspirada en la vida de Charlotte Salomon, una pintora judía asesinada a los 26 años en Auschwitz.

Hay miles, millones quizás, de libros escritos sobre víctimas del Holocausto. Por mis manos han pasado varias decenas, pero ninguno como Charlotte. Para empezar por cómo está escrito: en verso libre. Esa estructura, que quizás en un primer momento pueda parecer poco amigable, le brinda al relato una fuerza impresionante. Foenkinos descubrió a Charlotte en una exposición que cambió su vida. Leyó todo lo que pudo, investigó, se obsesionó y viajó durante años siguiendo su pista. Logró conocerla, sentirla. Escribió páginas y páginas que descartaba hasta que dio con esta versión, una obra maestra, premiada y con millones de lectores.

Elegir un solo libro siempre me resulta difícil. Entre los que leí este año hubo dos especialmente que me marcaron: El fin de Alice, una novela maravillosa de A.M Homes e Hiroshima, de John Hersey. Por el tipo de libro o por mi profesión, me quedo con el segundo: un retrato de las devastadoras consecuencias de la bomba atómica en Hiroshima, que se narra a través de seis historias particulares. Una oficinista, Toshiko Sasaki; un médico, Masakazu Fuji; una viuda a cargo de sus tres hijos, Hatsuyo Nakamura; un cura alemán, Wilhem Kleinsorge; un cirujano, Terufumi Sasaki y un pastor metodista, el reverendo Kiyoshi Tanimoto reviven, en la pluma de Hersey — entonces periodista de The New Yorker— minuto a minuto el momento en el que la bomba cayó sobre ellos y cómo lograron sobrevivir en una ciudad que desapareció de un segundo a otro. Hiroshima no es un libro más que cuenta la historia de la bomba atómica. Leer Hiroshima es volver en el tiempo y estar en Japón para vivir y sentir casi en carne propia uno de los momentos más dolorosos de la historia de la humanidad.

Me costó decidirme entre la primera parte de la trilogía Vernos Subutex de Virginie Despentes y este ensayo de Terry Eagleton. La primera entrega de la escritora francesa tiene garra, fuerza y crudeza, además de echar luz sobre algunas de las oscuridades europeas. Pero al final me quedé con este (relativamente) breve y contundente texto del crítico inglés, que se remanga la camisa y pone su teclado a trabajar para tratar de definir a la "Cultura", nada menos. Es obvio que el vocablo —y lo que este significa e implica— es mucho más vasto que lo que es posible abarcar en algo más de un centenar de páginas. Pero Eagleton no se deja intimidar. Con paciencia, un gran bagaje bibliográfico, una notable capacidad de síntesis y un sentido del humor seco y lacónico, consigue explicar y desarrollar algunas de las más importantes tesis y posturas sobre la cultura. En las páginas de Cultura, Eagleton dialoga con, entre muchos, Friedrich Schiller, Edmund Burke, Oscar Wilde y Ludwig Wittgenstein para desentrañar conceptos como ideología, cultura de masas, civilización y mucho más.