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Las otras ocho horas

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Estamos diseñados para dormir casi la mitad de nuestras vidas. Sin embargo, se suele cometer el error de quitarle importancia al sueño. Hasta que se sufre un trastorno.

ALEJANDRA PINTOS

Valentina Almirati necesita que esté todo oscuro y en silencio, sino no duerme. Hay semanas mejores y hay otras peores. A veces descansa cuatro horas por noche, siete días seguidos. Se siente agotada y se le van las ganas de salir de su casa. En otras ocasiones duerme lo necesario y el cambio es radical. Tiene insomnio crónico.

Joaquín Curcho, en cambio, sufría ataques de sueño de chico. En la escuela las maestras estaban molestas porque sentían que no prestaba atención. Sus síntomas se agravaron al punto de que dejó de ver, escuchar y perdió el tono muscular por unos segundos. Tiene narcolepsia.

Estas son las dos puntas del espectro de los trastornos de sueño. Una tiene poco, el otro tiene mucho; pero también existen grises. En total los afectados por este tipo de patologías en algún momento de su vida llegan al 40%, según estudios de la Universidad de Navarra. Pablo Torterolo, doctor en Medicina y especialista en sueño, explica que en Uruguay no hay mediciones acerca de cuántos son los afectados pero se calcula que los números son similares a los de España.

Marisa Pedemonte, médica y responsable de la cátedra de Fisiología del Claeh, explica que los seres humanos son "reactivos a los problemas. Y así como estamos preocupados, tristes o mal durante el día, en la noche dormimos mal". Por eso, es común sufrir algún trastorno de sueño durante el transcurso de la vida. "¿Cuándo preocupa el insomnio? Cuando se resolvió el tema pero quedó el dormir mal. Entonces, ahí hay que solucionarle el problema de sueño al paciente", agrega Pedemonte.

Para Enrique Real, director de la Clínica Real especializada en trastornos de sueño, muchas veces las dificultades para dormir se dan porque las personas pasan por alto la importancia de un buen descanso y luego eso tiene consecuencias en su rendimiento psicointelectual y emocional.

"El ejemplo típico es cuando nos tomamos vacaciones. Antes de las vacaciones hacemos horas extra, te apurás a dar el examen y dormís cuatro o cinco horas por día. ¿Qué pasa la primera semana de vacaciones? Dormís muchísimo porque estás pagando una deuda de sueño. Nosotros no lo percibimos pero significa el enlentecimiento de los reflejos, mayor riesgo de accidentes, tendencia a tener sueño en horas inapropiadas del día, cambios en el humor, irritabilidad, depresión, trastornos en la memoria, déficit de atención". Sin embargo, esa "deuda" nunca se termina de pagar y lo que no dormimos no se recupera en el largo plazo.

Muchas veces se combate ese cansancio causado por la falta de un buen descanso con estimulantes como café o bebidas gaseosas con cafeína. Cuando esto sucede el trastorno se agrava más. "Nos hacemos un combo que en lugar de ir al problema central, que es recuperar nuestro sueño y tener una vida sana, hace que empecemos a oscilar entre estar sobreestimulados y tomar algo para dormir".

El insomnio es la patología que más afecta a los adultos. Alrededor de un cuarto de la población tiene problemas para conciliar el sueño en algún momento de su vida. Para tratar esas dificultades Marisa Pedemonte dice que lo primero es hacer una higiene de sueño: el paciente debe acostarse siempre a la misma hora, usar la cama sólo para dormir y no puede tomar bebidas estimulantes. Así se trata de llegar a un sueño fisiológico y no a uno inducido por fármacos.

"Una noche de insomnio es aburrida, solitaria, un poco desesperante. No tenés nada para hacer, estás sola", cuenta Valentina, que lleva diez años consultando médicos para poder dormir. Tiene 24 años y sufre de insomnio crónico. Al principio le mandaban medicación, estudiaron sus hormonas, probaron higiene de sueño y un abordaje psicológico. Nada de eso funcionó. Creen que es algo fisiológico, pero aún no han descubierto qué es lo que le impide conciliar el sueño.

Este trastorno no solo la afecta en las noches, sino que también le dificulta el día a día, porque no dormir de madrugada no quiere decir que durante el día no tenga sueño. "Ya de por sí es difícil estudiar y trabajar al mismo tiempo, más difícil es no teniendo un buen ciclo de sueño. Sentís que no das abasto, que no rendís de la misma forma. Las actividades las hacés, pero te cuestan el doble", explica.

La apnea de sueño es la otra patología que tanto Pedemonte como Torterolo y Real identifican como de las más frecuentes y que repercute seriamente en la calidad de vida del paciente. El trastorno consiste en interrupciones en el sueño donde la persona deja de respirar por lo menos diez segundos. Se da varias veces en la noche. Después de esas pausas se produce una sensación de ahogo, que es seguida de una inhalación profunda. Esto genera una mala calidad de sueño y al otro día la persona se siente cansada.

Pero tal vez una de las patologías más espectaculares es la narcolepsia, que significa literalmente "ataque de sueño". No es que la persona duerma más durante el día pero sí tiene unas ganas incontrolables de dormir. Otro síntoma es la cataplejía: frente a un estímulo emocional, en general de tipo positivo, pierden el tono muscular y se desploman.

Joaquín tiene 20 años y recuerda uno de sus peores episodios de narcolepsia. "Empecé a tener cataplejías, alucinaciones, perdía el tono muscular, la vista", cuenta. Una vez, cuando era chico, llegó a pensar que había muerto.

"Tenía apenas diez años cuando empecé a tener los síntomas, me quedaba dormido en plena clase. Mis compañeros reaccionaban riéndose, para las maestras yo era una molestia en la clase. Ya con un diagnóstico más avanzado, sabiendo que tenía un trastorno de sueño, me seguían tratando como una molestia", cuenta.

Ese año, cuando cursaba quinto de escuela, sufrió una serie de crisis que lo llevaron a estar internado, aún sin diagnóstico. Hasta que un día, gracias a un especial de Zona Urbana pudo saber que tenía. "Para mí fue difícil de entender, que me voy a dormir de por vida, que voy a tener que tomar medicamentos de por vida", narra el joven, que ahora se encuentra estudiando abogacía.

Así como le sucedió Joaquín, se calcula —según estudios en Estados Unidos— que 40% de las personas que tienen trastornos no están diagnosticadas. La falta de información y de formación en esta área de la medicina repercute en la forma en que se trata la salud de estos pacientes. Quienes tienen un trastorno de sueño tienen una peor calidad de vida, aunque casi la mitad no sepa por qué. Como consecuencia de dormir mal o no dormir, tienen colesterol alto, pueden sufrir infartos, fatiga e incluso accidentes de tránsito o laborales, causados por la falta de atención.

Cómo afecta el no poder dormir bien.

El no tener un buen descanso tiene dos grandes consecuencias: disminuye la expectativa y la calidad de vida. La presión, los niveles de insulina y de colesterol, la memoria, la piel, el peso, el pelo y la concentración, entre otros elementos, son alterados con la privación de sueño.

Muchos desastres con componente humano como el de Chernobyl y Exxon Valdez son adjudicados a malas decisiones tomadas por personas que no habían descansado bien.

De todas formas no solo se ven afectados quienes no duermen o duermen poco: las personas que trabajan en turnos nocturnos tienen un riesgo 40% mayor de sufrir enfermedades cardiovasculares y endócrinas. Se ha estudiado que la mayoría de los accidentes laborales se dan entre las 3 y las 5 de la madrugada. También se pudo observar envejecimiento prematuro y una mayor tendencia a consumir drogas y alcohol.

Noches largas, días agotadores.

Valentina siempre tuvo problemas para dormir, desde niña. De adolescente decidió consultar un especialista y desde entonces intenta descubrir qué es lo que la mantiene despierta. Para conciliar el sueño precisa que no haya luz ni sonido. Incluso con esas condiciones a veces no logra dormir. Ha probado jugar juegos monótonos, ver una película o serie, no hacer nada, cocinarse y nada de eso ha dado resultado. Intentó con medicación, haciendo higiene de sueño y yendo al psicólogo, por ahora sin mejorar. Lo peor es el cansancio al otro día.

Un desafío de todos los días.

Joaquín lleva una vida relativamente normal. Gracias a los medicamentos que toma todas las mañanas, puede estudiar y trabajar casi sin problema. Sin embargo, la narcolepsia lo pone en riesgo a diario. Puede dormirse en la calle, en el estudio o cuando sale a bailar. Por eso trata de contarle a la gente qué es su enfermedad. Con la dosis de medicamentos que toma actualmente, estos episodios son más raros. Pero llegar a la cantidad exacta de medicación lleva tiempo, además de los nueve años que le tarda en promedio a un narcoléptico saber qué tiene.

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