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Larga vida a las figuritas

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Coleccionar álbumes de figuritas entrena la paciencia, la perseverancia y la organización en los niños, dicen los expertos.

Coleccionar un álbum reporta beneficios en el proceso de aprendizaje de los niños. Tolerar la espera, saber organizarse y cuidar sus pertenencias son algunos de ellos.

DANIELA BLUTH

"Hoy conseguí a Suárez, perdí en la tapadita a James (Rodríguez) y cambié el escudo dorado de Argentina por diez repetidas... Lo malo es que nadie me quiso dar a Messi". Tras ocho intensas horas en la escuela, Juan, 9 años y buen alumno de tercero, no habla de la prueba de lenguaje ni de lo difícil que fue el problema de matemáticas. Su día se estructura —y evalúa— en función de cuántas figuritas cambió, ganó o perdió. Una vez en su casa, pega las conquistas en el algo desvencijado álbum de la Copa América Centenario, que aunque terminó hace un par de semanas y ya tiene ganador, aún genera cola e interés. Porque más allá del torneo en sí, la costumbre de coleccionar figuritas es un juego en sí mismo. Y tiene el mérito adicional de haber conquistado a una generación que nació en la era del entretenimiento digital y desestima los juegos analógicos.

En el último lustro, los álbumes de fútbol tal cual se conocieron toda la vida se aggiornaron, generando un furor similar al que en Uruguay se vivió en los 60 con Donald campeón previo al Mundial de Inglaterra 66 y con Ídolos 70 en el año de la copa en México. "Hoy los papás están muy involucrados en el evento deportivo y con los álbumes pueden revivir su propia historia. Muchos recuerdan cuando ellos eran chicos, en el Mundial de México 86 era imponente cómo la gente coleccionaba", opina la psicóloga y psicopedagoga Galia Leibovici.

Algo similar responde Nicolás Sallustro, gerente de comercialización y desarrollo de Panini Argentina, la empresa que comercializa varios de los álbumes que hay en el mercado, consultado sobre este fenómeno por el diario La Nación: "Como es una actividad que combina lo lúdico con el coleccionismo, no pasa de moda. Y al ser un pasatiempo que muchos padres y abuelos disfrutaron, son ellos mismos quienes transmiten a sus hijos y nietos el interés por completar un álbum".

Beneficios.

Cualquiera sea la razón, padres y docentes ya están usufructuando este revival con varios beneficios para el proceso de aprendizaje de los niños en edad escolar. "Quien se pone a juntar figuritas hace un ejercicio de trabajo en etapas hacia un objetivo", pondera la psiquiatra infantil Natalia Trenchi. Más allá de completar o no el álbum, el proceso implica adiestrar la paciencia y la capacidad de espera, aprender a organizarse, ser responsable de cuidar las figuritas y también de usarlas sólo cuando se puede, manteniéndolas guardadas durante la clase, explica.

Así, además de ser un juego y una forma de socialización en el recreo, coleccionar figuritas resulta de gran utilidad en el salón de clase. Muchas veces los docentes utilizan la dinámica del intercambio para resolver problemas matemáticos de todo tipo, cuenta Leibovici desde su experiencia en varios colegios de Montevideo. "Ha sido un motor fantástico para aprovechar las motivaciones propias de los niños. Se plantean preguntas cómo cuántas me faltan o cuántas tengo para pegar".

Si bien en los últimos años los álbumes más populares han sido los de fútbol, las enseñanzas suelen ir más allá de la pelota. "Hace dos años, con el del Mundial de Brasil, Nacho aprendió a ubicar un montón de países en el globo terráqueo y pasaba horas dibujando las banderas. ¡Tenemos un cuaderno lleno con algunas que ni yo conozco", dice Ana, su mamá, poco fanática del fútbol pero muy a favor de las colecciones. En Uruguay, algunos de los álbumes educativos más recordados son los españoles Nuestro Mundo, Vida y Color (que tuvo dos versiones) y El porqué de las cosas, todos ellos populares en la década de 1970.

Padres.

Pese a sus beneficios, Trenchi advierte que, como toda actividad, hay distintas maneras de llevarla a cabo. "Si se hace bien y a conciencia, coleccionar figuritas puede ser un buen ejercicio de paciencia, orden, responsabilidad, habilidades de negociación y de tolerancia a la espera y a la frustración". En cambio, si se convierte en un estrés porque el niño "quiere tener todas las figuritas ya, quiere tener siempre más que todos o no es responsable de juntarlas y cuidarlas", la misma actividad se transforma en negativa. "Si se vuelve una carrera consumista y competitiva los aprendizajes no serán los mejores", señala.

En ese camino, el papel de los adultos es fundamental. Los padres, quienes suelen ser los que desembolsan los 20 pesos que cuesta cada sobre y que trae apenas cinco figuritas, deben actuar como "guía y supervisores", dejando su propia ansiedad a un lado. "De la actitud de los adultos dependerán en gran medida los aprendizajes buenos o malos que saquen de esta actividad. Los padres, abuelos o padrinos pueden apoyar el interés pero enseñando a hacerlo bien. Apoyando todo lo bueno y no cayendo ellos ni en el consumismo, ni en la impaciencia, ni en la competitividad ciega. Ellos son quienes marcan con su ejemplo y actitud la manera de hacer las cosas. Algunos enseñan orden, otros desborde; algunos enseñan el disfrute por el avance laborioso, otros inundan a los niños con el exceso", distingue Trenchi.

Durante las semanas de copas y mundiales es habitual ver aglomeración de padres alrededor de los locales de Panini buscando la figurita que falta. También abundan los puestos en ferias barriales y sobre 18 de julio. A nivel virtual, muchos padres forman sus propios grupos de WhatsApp para tomar las riendas del intercambio. Hoy, en este impasse de torneos internacionales, el frenesí parece haberse desacelerado. "Coleccionar un álbum lleva tiempo, implica una secuenciación que se tiene que ir dando para llegar al final del proceso. A determinados niños eso les genera un nivel de ansiedad que no pueden tolerar, pero si los papás alimentan esa ansiedad, le compran excesivamente, o utilizan cualquier conducta positiva o negativa para comprar más o menos sobrecitos, entonces la figurita empieza a adquirir un uso inadecuado. Pero no es culpa de la figurita...", opina Leibovici.

Tecnología.

Aunque se ha actualizado —muchos álbumes tienen su versión web y las figuritas un código para escanear en Internet— juntar figuritas se puede considerar un "juego tradicional" igual que la mancha, el elástico, la cuerda o la rayuela. "Todos ellos continúan, más allá de la era digital, aunque bien pueden ir tomando otros formatos, estilos y materiales", dijo a La Nación María Regina Öfel, psicopedagoga y directora del Instituto de Investigación y Formación en Juego de Argentina. De hecho, antes las figuritas eran muy diferentes, venían en planchas y no eran autoadhesivas.

En ese sentido, Leibovici destaca que si bien la función digital está presente, no es protagonista en el juego. En cambio, coleccionar un álbum sigue siendo una forma de regresar al papel. "Que un niño en edad escolar, que no es tan fácil de enganchar con este tipo de cosas después de que se acostumbró a lo digital, quiera coleccionar un álbum de figuritas es la demostración de que hay cosas que los siguen enganchando. Hay juegos que las pantallas no van a sustituir nunca, salvo que los padres quieran que así fuere", concluye.

Vivir en la sociedad de consumo

En los últimos meses, en los recreos de escuelas y colegios uruguayos a las figuritas de fútbol se sumaron los Invizimals, una serie de cartas de colección que libran "batallas" y se intercambiar. Más allá del lado consumista, según la psiquiatra Natalia Trenchi este tipo de juegos es útil para formar a los niños en la sociedad de consumo. "Y que entiendan cómo funciona el mercado", dice.

¿Quién cuida del álbum?

No perder el mazo de las repetidas y cuidar el álbum es parte fundamental del hábito de coleccionar. Por eso, de esas tareas se deben ocupar los niños y no los padres, advierten las especialistas consultadas por Domingo. "No hay que meterse, hay que respetar los objetos del mundo del niño. ¿Y si lo pintó? ¡Que lo pinte! Después no podemos pretender autonomía en la escuela... Los adultos estamos como andamiaje, pero no podemos dirigirles hasta el álbum de figuritas", opina Galia Leibovici.

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