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Justiciera desde adentro

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Busca ser cercana a la gente e insisten en que la llamen Manuela.

Tan sonriente como firme, la exjueza Manuela Carmena se convirtió en alcaldesa de Madrid, donde con un estilo cercano a la ciudadanía plantea cambiar el modelo de democracia.

Hace poco más de un año Manuela Carmena (71), la nueva alcaldesa de Madrid, decía estar satisfecha con su vida. Jubilada tras una extensa y exitosa carrera judicial repartía su tiempo entre su empresa que comercializa creaciones de presos, andar en bicicleta, cuidar a sus nietos y escribir. Fue esto último lo que terminó por comenzar a cambiar su rumbo. Publicó Por qué las cosas pueden ser diferentes: reflexiones de una jueza, un texto que pasó de mano en mano y la puso en la mira de quienes buscaban un candidato independiente para gobernar la capital española.

Cuando la convocaron de Ahora Madrid — un partido que nació de la unión de Ganemos Madrid y Podemos—su primera reacción fue decir que no. Según ella un "no rotundo", fundamentado en algo simple: "No tenía ninguna gana". Aunque, como tantas veces en política esa firme negativa se convirtió en "voy a pensarlo" y terminó en aceptación. "Me pasé tiempo diciendo que no. No tenía ninguna gana. Me parecía que tenía que ser alguien joven, yo creía, como lo sigo creyendo, que este cambio lo tienen que hacer los jóvenes y en esa línea me fui defendiendo. Lo que pasa es que tanto decir que fueran los jóvenes los que tomaran la iniciativa, claro, resultaba un poco contradictorio si los jóvenes tomaban la iniciativa y me pedían que los secundara... Entonces, como que me habían pillado", explicaba en ese entonces Carmena a eldiario.es

Obviamente era más que eso. Manuela (insiste en que la llamen así y la traten de tú) creía que podía cumplir ese rol y hacerlo bien. Era consciente de que tenía exactamente el perfil que estaban buscando. Y quiso hacerlo. Su familia, si bien no esperaba esta postulación, tampoco se extrañó. Ella siempre fue una mujer politizada y esto iba en la misma línea que lo que había hecho siempre: trabajar por una sociedad más justa.

"En nombre de los hombres".

Manuela, hija de un comerciante y de una ama de casa, nació en Madrid el 9 de febrero de 1944 y vivió su infancia en el barrio Tetuán. Quería dedicarse a la filosofía y la literatura, pero un consejo de su padre, quien sostenía que con el Derecho podría vivir mejor, la hizo inclinarse por las leyes.

En la Ciudad Universitaria de Madrid, Manuela conoció a Eduardo Leira. Ella era delegada de los estudiantes de la Facultad de Derecho de la Complutense y él representante de los alumnos de Arquitectura. El amor nació cuando ambos integraban el Sindicato Español Universitario, que era controlado por el régimen franquista, pero intentaban crear el Sindicato Democrático de Estudiantes. "Éramos los cachorros del régimen, ganábamos siempre las elecciones en el sindicato oficial, pero queríamos uno independiente, uno libre", recordó Leira en declaraciones al diario El Mundo. No solo no lo consiguieron sino que ambos fueron expulsados de la Universidad por "alterar el orden". Él tuvo que terminar su carrera en Barcelona y ella en Valencia.

De todos modos, no se distanciaron y en 1966 Manuela se recibió y se mudó a Barcelona. Enseguida los novios decidieron casarse y se empeñaron en hacer una boda solo civil, algo que bajo el régimen franquista era muy complicado. Finalmente, aceptaron pasar por la iglesia a cambio de que el sacerdote en vez de casarlos en nombre de Dios lo hiciera en nombre de los hombres. El cura que ofició la ceremonia fue luego una figura muy conocida por los españoles: Jesús Aguirre, quien dejaría dos años más tarde el clero y se casaría en 1978 con la duquesa de Alba. El matrimonio tuvo dos hijos: Eva, directora de casting, y Manuel, arquitecto.

"Observada y juzgada".

Los primeros pasos de Manuela tras recibirse en 1965 fue ser defensora de obreros y detenidos durante la dictadura de Franco. En paralelo, cofundó el estudio de abogados laboralistas de Atocha, que se hizo tristemente conocido cuando en enero de 1977 sufrió un atentado terrorista de extrema derecha, donde murieron cuatro de sus compañeros y un sindicalista.

Ese mismo año Carmena fue candidata a las elecciones legislativas por el Partido Comunista; había ingresado a sus filas en 1966 cuando actuaba en la clandestinidad. Eran épocas donde la mujer era, legal y socialmente, un objeto. "Me sentía observada y juzgada pero no solo cuando estaba en la facultad. Ya en los setenta, embarazada, unos abogados me reclamaron que fuera a un juicio en avanzado estado de gestación. Me preguntaron que si no me daba vergüenza", recordó en una entrevista a La Vanguardia.

Ella, lejos de achicarse, se preparó para comenzar la carrera judicial y aprobó el ingreso en 1981. Tuvo varios destinos como juez de primera instancia (Canarias, El Escorial, Bilbao y Madrid), fue magistrada de Vigilancia Penitenciaria y en 1993 electa decana de los juzgados de Madrid. Después de esta etapa, la nombraron vocal del Consejo General del Poder Judicial, fue relatora de Naciones Unidas y luego presidió una Sección Penal hasta su jubilación en 2010.

Cuando se retiró decidió volcarse a un emprendimiento social. Impulsada por su interés en ayudar a mejorar las condiciones de vida de las personas desfavorecidas fundó Malasaña, una tienda que vende zapatos que ella misma diseña y también juguetes para niños elaborados en cárceles españolas.

En eso estaba esta mujer que definen como cercana, optimista, espontánea, que se moviliza en bicicleta y en metro, y que nunca pierde su sonrisa cuando comenzó a coquetear con la idea de ser alcaldesa de Madrid. "Empiezas a ver que puedes ser necesaria. Sé que esto lo sé hacer. Yo sé que canto fatal, que bailo muy mal... Pero yo esto lo sé hacer. Sé que me gusta la gestión pública y me parece que lo sé hacer bien. Era consciente de que tenía el perfil que muchas personas estaban buscando. Quiero ser el puente entre una democracia vieja y los que quieren que cambie el modelo democrático", declaraba el 10 de marzo.

Desde el comienzo dejó en claro que detesta los coches oficiales, la retórica de las inauguraciones y los actos tradicionales. Su campaña la basó en reuniones en plazas en los 21 distritos de la capital y en un discurso donde el ciudadano adquiere un alto protagonismo.

Dos meses y medio después la lista que encabezaba quedó en segundo puesto detrás de la plancha del Partido Popular encabezada por Esperanza Aguirre, pero una alianza con el Partido Socialista Obrero Español le permitió asumir el 13 de junio como alcaldesa de Madrid. Un cargo en el que, como en toda su vida, intenta hacer los cambios desde adentro.

Empezó con polémicas, renuncias y problemas.

No se puede decir que lo de Manuela Carmena haya sido empezar con el pie derecho. Ni bien asumió debió afrontar la renuncia de uno de sus ediles y la imputación de su portavoz. Además, tuvo que dejar de lado alguna de sus promesas.

Cuando Carmena acababa de asumir los medios comenzaron a dar cuenta de tuits ofensivos que había escrito cuatro años atrás el concejal de Cultura, Guillermo Zapata. "Apenas 48 horas después, el edil se vio obligado a renunciar por sus comentarios sobre el Holocausto, Irene Villa o Marta del Castillo. La oposición en bloque pidió su cabeza y Carmena, que dejó claro desde el primer momento que a ella no le gusta el humor negro, se la concedió", resumió el diario La Voz de Galicia.

Cuando este escándalo aún estaba en el aire, su portavoz Rita Maestre fue imputada por participar en 2011 en la ocupación de una capilla ubicada en la Universidad Complutense de Madrid. En este caso Carmena salió a defenderla: "Una persona que en esas condiciones tiene ahora una imputación, no debe cesar por la misma". Maestre se mantenía en su cargo al cierre de esta edición.

A la alcaldesa también se le abrió el frente programático: aunque había prometido que una de sus primeras medidas sería la apertura de los comedores escolares en verano, no pudo hacerlo por estar muy cerca del plazo.

Una dura realidad a cambiar.

"En Madrid hay un nivel de desigualdad que llega a una situación de emergencia. Hay bolsas de pobreza que hay que abordar de una manera inmediata. No pueden estar enquistándose. Aparte de eso, se aprecia desigualdad entre barrios que han sufrido el látigo del desempleo. Pero además, me sorprende muchísimo la suciedad que tiene la ciudad. Hoy veía además como una persona tiraba un cigarrillo al suelo y el otro día veía a unas chicas jóvenes orinar en el Metro. ¿Qué hemos hecho con la educación en este aspecto? Por un lado habrá que recuperar una normalidad en esto y habrá que reforzar también los servicios de limpieza porque no puede ser que Madrid sea una cloaca". Así se refirió Manuela Carmena durante la campaña electoral, que calificó como un "circo mediático", a la ciudad que hoy encabeza, en la que fijó como prioridad central aumentar la participación ciudadana.

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