La actriz es protagonista de Estocolmo, primera serie argentina estrenada en Netflix, que es producida por su hermano Ignacio.

Era agosto del 2015. Juana Viale caminaba a paso acelerado. Acababa de terminar una función de La sangre de los árboles en Buenos Aires, obra que protagonizaba con la uruguaya Victoria Césperes. La prensa la esperaba ansiosa. "Uno no tiene por qué dar explicaciones de la vida privada y no me la banco. Me preguntás de eso y no te contesto", les dijo. Siguió caminando. Ignoró cada consulta que le hicieron.

La actriz argentina, de 34 años, se ha caracterizado por sus respuestas cortantes a la prensa cuando se trata de asuntos privados. Ha estado en boca de los medios por sus romances y por los rumores que le atribuyen romances, por la relación con sus amigas, por la relación con su madre, por la relación con sus hermanos y, por supuesto, con su abuela, Mirtha Legrand.

Nació en Buenos Aires en 1982. Quizás por herencia familiar o quizás por vocación, desde niña se imaginaba detrás de las cámaras. En el vestidor de la casa de una amiga de su madre, la conductora Marcela Tinayre, su hermano, el productor Ignacio Viale, armaba una cámara de mentira y la filmaba mientras ella y un amigo hacían una especie de noticiero en el que se reían de sus afectos.

Es probable que ese noticiero haya sido antecedente directo de Estocolmo, serie producida por su hermano y de la cual Juana es protagonista. La primera temporada, de 13 capítulos, está disponible en Netflix desde el 10 de noviembre; es la primera serie argentina que se estrena en esa plataforma. Con acción, drama y suspenso, Viale da vida a Rosario Santa Cruz, una periodista que es contratada para desmantelar a una organización de trata de personas.

"Siempre me interesó el tema de estas redes de trata, pero a partir de Estocolmo estoy más obsesionada por saber qué hay detrás de todo eso", había dicho Viale a diario Clarín un día antes de que la serie estuviese disponible para 86 millones de usuarios de todo el mundo. Aseguró, además, que en este momento de su vida está interesada en hacer trabajos que sean verosímiles y tengan "un costado de denuncia".

Su debut actoral fue en 2003 con la novela Costumbres argentinas, en la que interpretaba a Carolina Martínez, una chica rebelde y de buena posición económica que tenía un romance prohibido con Gabriel Rosetti, encarnado por Tomás Fonzi, quien también fue su pareja fuera de las cámaras. Un año después participó en Sangre fría, una miniserie de Telefé y en 2005 actuó en la serie Doble vida, emitida por América. Sin embargo, en el 2010 llegaría el que fue, quizás, el personaje más recordado (hasta ahora) de su carrera: protagonizó, junto al actor Gonzalo Heredia, Malparida, novela producida por Pol-ka para El Trece. Así, Viale dio vida a Renata Medina, una mujer sin escrúpulos y dispuesta a todo con tal de vengar a su madre.

Pero Viale no es solo una actriz de televisión, sino que tiene trayectoria en cine y en teatro. En el 2007 se inició en la gran pantalla con la película chilena Radio Corazón en la que interpretaba a Manuela, la novia argentina de un joven chileno que llega a vivir a la casa de su futura suegra y, en medio de los preparativos para su boda, ambas mujeres empiezan un romance. Además, fue parte del elenco de la película argentina El cine de Maite (2008) y al año siguiente participó en la ficción Las viudas de los jueves, una coproducción entre Argentina y España. Dos años más tarde sería la protagonista de la película argentina La patria equivocada.

En las tablas, su más reciente trabajo fue La sangre de los árboles, obra escrita y dirigida por el chileno Luis Barrales y protagonizada por Viale y Césperes. Estrenada en Chile en 2015, el texto fue escrito en base a experiencias personales de las dos actrices e indaga en los lazos entre dos mujeres que quieren averiguar si son o no hermanas. Después, hicieron temporada en Buenos Aires y en Uruguay, donde recorrieron gran parte del interior. "Esta obra la creamos nosotras, la produjimos nosotras a pulmón. Esta obra somos nosotras", dijo en más de una oportunidad, y bastaba con verla sobre el escenario para darse cuenta de que Viale se entregaba por entero a su creación.

Pero La sangre de los árboles no fue la primera obra sobre las tablas de la argentina. En el 2011 participó en La celebración, estrenada en el teatro Lola Membrives de la emblemática avenida Corrientes.

Madre de tres hijos, la actriz ha declarado: "He dejado mi propia vida por la de mis hijos". Ambar, la mayor, es fruto de su romance con Juan De Benedectis, hijo del cantante Piero. Silvestre y Alí, los más pequeños, son hijos del actor chileno Gonzalo Valenzuela, con quien Viale tuvo una relación durante nueve años.

El 27 de julio del 2014 la actriz debutó como conductora, nada más ni nada menos que en el lugar de su abuela, en el programa Almorzando con Mirtha Legrand. "Estoy acá por amor a mi abuela y no quiero suplantar a nadie. Su silla me queda gigante", había advertido en el comienzo del programa. Hasta el momento, Viale no volvió a ocuparla.

Ser la "nietísima" no ha sido fácil para ella. En boca de los medios constantemente, los periodistas corren detrás de palabras que muchas veces no consiguen. "Yo vivo tranquila, pero si te acercás un paso más de lo necesario, me enoja", dijo a los medios. Así, Viale se ha encargado de delimitar la línea entre la estrella de la televisión y la mujer que es nieta, hija, hermana, madre y amiga.

En el 2015 Viale participó en el programa de Marcelo Tinelli, Bailando por un sueño; allí formó equipo con el bailarín Facundo Arrigoni y su coach, Barby Majule. La actriz se lució en la pista de baile más famosa de Argentina con varios ritmos y se enfrentó al jurado en más de una ocasión. Tras cinco meses de competencia en los que bailó desde cuarteto hasta un adagio, la actriz quedó eliminada del certamen en la votación telefónica.

Aunque en su último día en el programa Viale confesó que "quería seguir bailando", meses después, invitada al programa de su abuela, la actriz aseguró que no volvería a la pista de Tinelli: "Todo lo que embarca al Bailando por un sueño no me gustaba. Me trataron súper bien (...) pero hay una energía muy pesada".

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