NOMBRES DE DOMINGO
El cineasta Jim Jarmusch vuelve a cautivar a Cannes con su nueva película de zombies. Considerado por muchos como un director de culto, tiene ya una extensa carrera con producciones independientes de gran nivel.
Se quedó canoso cuando tenía 15 años. El músico y actor Tom Waits dice que esa es la clave para entenderlo: “Siempre se sintió como un inmigrante en el mundo adolescente”. Y de allí en más ha arrastrado su extranjería por la vida. Extravagante, irreverente, sofisticado y popular, es uno de los cineastas más originales y siempre ha renunciado a apegarse a los cánones.
Jim Jarmusch (66) volvió a inquietar el Festival de Cannes con su nueva película,e (o “Los muertos no mueren”). Ahí vuelve a jugar con los géneros “menores” y esta vez sorprende con una de zombies, dotada de un elenco de primerísima línea. De hecho, cuesta ver tantos buenos actores juntos en una misma producción, y no muchos directores pueden presumir de ello.
Jarmusch jugó con el western, con las historias de samuráis —gemelas orientales de las películas de cowboys—, el gótico, las de vampiros y el noir. En cada una de esas películas lo hizo con su sello propio. Si bien ha optado una y otra vez por los llamados géneros menores del cine, sus películas no parecen hechas para el gran público. Y allí parece estar la clave de este autor de culto, a veces tildado de excesivamente intelectual.
Mezcla europea
James Robert Jarmusch nació en Cuyahoga Falls, Akron (Ohio, EE.UU.) el 22 de enero de 1953. Y lo hizo en una familia de raíces europeas, con ascendencia irlandesa y alemana por parte de madre, y checa y alemana por parte de padre. De hecho, su apellido es de origen checo.
Su madre fue una precursora del periodismo de espectáculos, crítica de cine y una de las primeras mujeres en convertirse en editora de una sección, en su caso la de Espectáculos del Akron Beacon Journal. Antes de ser conocida como la madre del cineasta, Betty French era una firma de gran prestigio. Murió a los 96 años en 2017, con lo cual pudo ver a su hijo convertido en un símbolo del cine independiente.
Lo cierto es que Betty French cultivó deliberadamente el gusto de su hijo Jim por el cine, solía llevar al mediano de sus tres hijos a funciones dobles matinales.
También, pero ya en la adolescencia, se convirtió en un ferviente lector. Su abuela, en este caso, le contagió el amor por la literatura. Seducido por la contracultura pronto se convirtió en apasionado admirador de William Burroughs y Jack Kerouac. Con sus amigos, comenzaron a falsificar documentos para lograr ingresar a bares y consumir alcohol, o para entrar al cine a ver porno.
Luego de egresar de la secundaria, Jim se mudó a Chicago y allí ingresó a la Medill School of Journalism a cursar periodismo. Pero las clases le aburrían, aunque le gustaba mucho la literatura y la historia. Al año siguiente, se inscribió en la Universidad de Columbia, donde estudió literatura inglesa y estadounidense. Mientras estaba en la universidad, comenzó a escribir breves piezas narrativas. También escribía artículos para la revista universitaria.
Durante su último año en Columbia, participó de una beca de intercambio que lo llevó a vivir en París casi por un año. Mientras estudiaba encontró empleo en una galería de arte y sus horas libres se las pasaba en la Cinémathèque Française.
Por fin regresó en 1979 sin dinero, pero con la idea cada vez más clara de dedicarse al cine. Con esa meta se presentó en la Graduate Film School de la Universidad de Nueva York, donde logró inscribirse en un curso. Estudió allí por cuatro años y conoció a quienes serían sus principales colaboradores. Jarmusch y sus amigos eran parte del célebre under neoyorquino, que concentraba sus noches en el también legendario boliche CBGB.
El último año de Jarmusch en la universidad fue el envión final de su carrera. Se convirtió en asistente del por entonces renombrado director Nicholas Ray, verdadero ícono del cine negro. Se cuenta que mientras trabajaba a su lado le mostró un guion en el que estaba trabajando. Ray fue extremadamente crítico y le reprochó la falta de acción. Jarmusch tomó el guion y le recortó la historia para quitarle aún más acción. Ray terminó rindiéndose ante la independencia de su discípulo y celebró su coraje.
Comienzos
En 1980, Jarmusch completó su primer largometraje, un proyecto que presentó a la univesidad llamado Permanent Vacation. La película —de unos 75 minutos de duración— fue realizada con escaso presupuesto y narraba las andanzas de un adolescente bohemio (interpretado por Chris Parker) que deambula por la zona de Manhattan. La crítica permaneció indiferente al film, aunque los entendidos luego dirían que en la película ya están todos los rasgos distintivos que harían célebre el cine de Jarmusch.
Poco después, en 1984, llega su primera película importante: Extraños en el paraíso (Stranger Than Paradise). Con un presupuesto de apenas 125.000 dólares, el film recibió los elogios de la crítica, que reparó en el humor seco de esa comedia que cuenta el viaje de tres jóvenes desde Nueva York a Cleveland y Florida. La producción parecía romper con varios tópicos hollywoodenses y fue premiada con el Camera d’Or en el prestigioso Festival de Cannes.

Un par de años después estrena Bajo el peso de la ley (Down By Law, 1986) donde narra la peripecia de tres convictos que escapan de una cárcel en Nueva Orleáns. Los protagónicos corren a cargo de John Lurie, Tom Waits y el cómico italiano Roberto Benigni, en su primer papel en el cine estadounidense. Aquí, Jarmusch parte del noir, que lleva al extremo de filmar en blanco y negro.

El afán experimentalista de Jarmusch lo conduce a productos extravagantes y a la vez memorables. Son los casos de Mystery Train (1989) y Una noche en la Tierra (1991). En la primera enlaza tres historias sucesivas en los alrededores de un pequeño hotel de Memphis. En la segunda toma a cinco taxistas y sus pasajeros en cinco ciudades distintas, un recorrido que va desde Los Ángeles a Helsinki.
A mediados de la década de 1990, llegan dos de sus películas más ambiciosas y de culto para sus admiradores. Se trata del western Dead Man (1995) donde da cabida al gran Robert Mitchum en el que sería su último papel en cine. Y el noir de 1999 El camino del samurai, con Forest Whitaker en la piel de un marginal que busca el sentido de la vida en el Hagakure, el libro de los samuráis, mientras ejerce como implacable asesino.
Ahora, seis títulos después, vuelve con una de zombies que promete robarse los aplausos en Cannes una vez más. La chispa de Jarmusch parece muy lejos de haberse extinguido.
Mucho humor negro y un elenco estelar
Es una comedia de zombies. El tráiler no deja lugar a dudas, por si el nombre de alguien como Bill Murray no era suficiente. En The Dead Don’t Die (Los muertos no mueren) Jim Jarmusch parece tomar todos los tópicos del subgénero zombie y aderezarlos con un humor muy, muy negro. La crítica suele recordar a Zombie’s Party como una pionera de la comedia en esta línea, una película de Edgar Wright de 2004. Varios directores volvieron a probar suerte con esta modalidad, como por ejemplo Robert Rodríguez con su Planet Terror; o Bienvenidos a Zombieland, de Ruben Fleischer (2009). Lo cierto es que si algo no le falta al film es elenco: Bill Murray, Tilda Swinton, Steve Buscemi, Caleb Landry Jones, Iggy Pop, RZA, Selena Gomez, Adam Driver, Chloë Sevigny, Rosie Perez, Sara Driver, Carol Kane, y Tom Waits.
De esta nómina hay que decir que varios nombres han sido constantes en Jarmusch, algunos en particular como el caso de Sara Driver, con quien mantiene una relación sentimental desde hace años. Viven juntos desde hace más de dos décadas, aunque no tienen hijos en común. Driver había trabajado en sus primeras películas, pero debido a la presión extrema de las producciones resolvieron no volver a hacerlo. Hasta ahora.